En
el Congreso de la Sabiduría y el Conocimiento, celebrado en Córdoba este mes de
septiembre, José Mujica nos recordaba que "no vinimos a este mundo sólo a
trabajar y comprar; vinimos a vivir". Desear demasiado es ser pobres y
esto es lo que incluye la necesidad de trabajar cada vez más porque tenemos más
deseos que satisfacer. Por aquí van en la actualidad la mayoría de nuestros
valores, que los poderes financieros
están convirtiendo en los modelos únicos. ¿Somos así ricos o verdaderamente
pobres de solemnidad? Comprar y tener más es lo que nos hará felices, pensamos
demasiadas veces, desgraciadamente, cuando lo que ocurre es que cada vez somos
más egoístas.
Los
más altos intereses egoístas son los
que mueven siempre a los poderes financieros. Sólo buscan los mayores
beneficios en campos abiertos y con el respaldo internacional. Sin embargo,
esto no es obstáculo para llegar a ofertas atractivas al pueblo y a los
ciudadanos, de cuyos ahorros alcanzados con el trabajo cotidiano,
convenientemente manipulados, obtienen sus ganancias. Préstamos con intereses es
lo que han ofrecido siempre los usureros, que podrán embargar el patrimonio de
cuantos los han necesitado, si no se devuelven en el plazo previsto las
cantidades prestadas. El negocio que
se ha realizado en la legalidad vigente cuenta con el éxito seguro.
Los
negocios legales están avalados por los Estados nacionales y los tratados
internacionales. Aquí el pez se muerde la cola, porque si un poder financiero
va mal y se le deja que quiebre, el resto de inversores lo pagará caro, perdiendo
la totalidad de sus depósitos. Por eso el Estado se considera obligado al
rescate para salvar a los ciudadanos, salvando, paralelamente, a los poderes bancarios. En los últimos años
se han dado suficientes pruebas de esto nuestro país, donde los bancos han sido
reforzados con los impuestos de los ciudadanos por valor de 60.000 millones de
euros, que, además, iban a pagar los mismos bancos. No se les puede dejar caer.
Por tanto, son un negocio muy seguro.
En
el caso de Catalunya, los
consentidores se están dando de bruces con los consentidos. Después de hacer
grandes negocios en ese territorio, ahora los poderes financieros amenazan con
marcharse, si el voto popular establece la independencia. Desde luego que no se
irán con las manos vacías en caso de hacerlo, sino que dejarán estructuras
económicas a las que agarrarse para volver de nuevo, cuando huelan dinero,
único olor que produce su entusiasmo. Entonces la independencia sería lo de
menos. Por eso algunos han contestado a los especuladores con un buen refrán
catalán, bon vent y barca nova,
respondiendo al envite financiero sin complejos. En los poderes económicos
confía igualmente el Gobierno del Estado, que sólo sabe crispar cada vez más,
proporcionando así votos al soberanismo y hartando permanentemente a los
ciudadanos de a pie, siendo incapaz de fortalecer al propio Estado, apoyándose
en su mayoría absoluta, que lo fue hace casi cuatro años, pero ya no, porque la
situación ha cambiado mucho.
La
cuestión escalofriante es que los poderes económicos se atrevan a torcer una
votación democrática o, al menos, a modificarla, influyendo en ella. En las
formas de gobierno tradicionales esto se denominaba, en griego, oligarquía, es decir, gobierno de los
ricos, actualmente, de los poderes económicos. Es una desvergüenza democrática
total. ¿Cómo se ha podido llegar tan lejos? Quizás convirtiendo la política en
el mayor de los negocios, por eso ambos poderes se entienden tan bien.
Sorprende que ahora diga el Presidente Mas que hay que pasar por encima de los
poderes financieros. Ya no se acuerda, quizás, de las prebendas que se les han
concedido, eso sí, a cambio de magros intereses a su fuerza política gobernante.
Que falta de vergüenza. Esperemos que cuando se vayan devuelvan, al menos, a
los catalanes el dinero de su rescate que ellos han pagado, diga lo que diga el
ministro de Hacienda.
El
Ayuntamiento de Madrid también empieza
a ser advertido por las agencias de calificación. Standard & Poor’s, en
concreto, no quiere que el nuevo equipo de gobierno haga una auditoría de la deuda. No tiene que
esperar a los resultados de la misma –podría ser que seguramente tenga cosas
que ocultar- para amenazar que puede situar a esta institución en la
calificación de bono basura con lo
que tendría que pagar mayores intereses para financiarse y los ciudadanos
madrileños serían los perjudicados. Qué poca elegancia lo de la agencia que
sólo muestra la zafiedad que le caracteriza.
La
alcaldesa Carmena está en su derecho de analizar si la deuda del Ayuntamiento
es legítima. Es su obligación y el derecho de los ciudadanos. Claro que la
cuestión es que se responsabiliza y sólo pagará la deuda legal, si hay otra de
tipo especulativo tendrá que planteárselo, pero en esto se va a sentir
completamente apoyada por la mayoría, así que ningún miedo a la amenaza de
quienes sólo velan por sus intereses, a veces no tan legítimos. Se trata de un
asunto político, del que la persona elegida por votos democráticos tendrá que
responder.
Carmena
ha declarado que Madrid "continuará pagando su deuda", naturalmente,
puesto que la debe. Otra cosa será negociar una moratoria de la misma,
liberarse de lo que no resulte legal, o reducirla con los acreedores. Todo esto
son decisiones de tipo político que la institución está facultada para hacer.
Que las agencias reclamen a otros las deudas contraídas, ellos sabrán cómo y
por qué lo decidieron, pero los mandatarios actuales tienen la obligación de
sanear tales situaciones, en vez de dejarlas en el terreno del limbo.
Algunos
ilusos, pareciendo confundir la realidad con sus propios deseos, quieren una
banca nueva, que se preocupe de ofrecer créditos a los ciudadanos, en lugar de
atender únicamente a sus propios intereses especulativos. Esto sería
extrapolable, también, a un Estado nuevo y a un nuevo gobierno. Siempre hay que
mantener expectativas. Cuando acabó el anterior gobierno popular, la crispación había llegado a tal nivel
que los ciudadanos respiraron, sintiéndose liberados. Con el actual gobierno de
mayoría absoluta esté sucediendo algo parecido y los ciudadanos se están ahogando
sin remedio.
"Tiene
que llover", decía una antigua canción. "Y si llueve, salgamos a la
lluvia", dice otra más actual. Se está haciendo imprescindible una
limpieza a fondo de todas las lacras que nos invaden universalmente. Tanto
autoritarismo político y financiero no puede traer nada bueno. La democracia debe
poner en marcha sus propios mecanismos de defensa. Ojalá refresquen el ambiente
las próximas elecciones catalanas y las cercanas nacionales. Y que la lluvia
traiga después el sol, porque así no se puede seguir. Que lo nuevo no se demore demasiado.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: www.elpais.es,16 septiembre; www.elmundo.es, 19 septiembre; www.elmundo.es, 19 septiembre; www.efe.es