sábado, 28 de febrero de 2015

El nacionalcatolicismo español va a la escuela



Para poder conocer por qué se produce algo, por ejemplo, una situación determinada, como la publicación del currículo de la enseñanza de la religión católica (BOE, 47, de 24 febrero 2015), hay que remontarse a sus causas. En la mejor tradición aristotélica, conocemos científicamente una cosa sólo cuando conocemos su causa.

La Constitución española del 78 establece en el artículo 16,3 que "ninguna confesión tendrá carácter estatal", de lo que se deduce que el Estado español es aconfesional. Pero seguidamente pide que se mantengan relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. No se especifica cuáles son las demás confesiones, lo que sí se explicita nombrando a la confesión católica. Esto produce cierta perplejidad, aunque se apoye en que se trata de creencias de la sociedad española. Si nunca en la historia se ha aceptado ninguna otra confesión, es evidente que oficialmente no existen otras creencias. 

Ya se ve la debilidad de esta base argumentativa.
Sobre este apoyo se firmó el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre enseñanza y asuntos culturales, el 3 enero de 1979. Si la Constitución se aprobó el 31 de octubre de 1978, aquí la tradicional lentitud de la diplomacia no se hizo esperar. Se fijaron entonces "las enseñanzas de la religión en todos los Centros de educación en condiciones imparables a las demás disciplinas fundamentales". Se añade que es a la jerarquía eclesiástica a quien corresponde establecer los contenidos de esta enseñanza. Éstas son las verdaderas raíces de la cuestión discutida.


De acuerdo con lo dicho, para resolver este contencioso sólo hay un camino, denunciar el Acuerdo y derogarlo. Otra alternativa no existe. Además, y ya de paso, habría que tocar igualmente el artículo 16 de la Constitución. Si lo primero son palabras mayores, ¿qué decir de lo segundo? No acabará la transición, mientras no se solucionen asuntos como éstos. Y aquí los partidos políticos son los que tienen la palabra. Desde siempre se han producido ruidos en este sentido y en la actualidad todavía más, pero nadie da un paso adelante definitivo.

Ahora bien, casos como los contenidos curriculares de la enseñanza de la religión en la escuela son una ocasión de oro para impulsar algún avance, especialmente cuando el gobierno aprueba el currículo presentado por la Comisión episcopal de enseñanza. Por mucho que se esfuerce el Secretario de la Conferencia, Gil Tamayo, en aclarar que la asignatura no es catequesis, ni tampoco adoctrinamiento, eso parece sugerir la excusatio non petita... del secretario. Efectivamente, se trata de puro adoctrinamiento fundamentalista, aunque enmascarado con ilustrar "a los estudiantes sobre la identidad del cristianismo y la vida cristiana". Parece que no era posible hacerlo de otra manera que ésta: suaviter in forma, fortiter in re. Pero iniciar en una doctrina debe hacerse en otros lugares y no en la escuela, como la parroquia, la sinagoga, la pagoda o la mezquita.

Formas delicadas y sutiles, casi imperceptibles, que podrían pasar desapercibidas, pero que a nadie se le escaparán: "la creación, regalo de Dios", "memoriza y reproduce fórmulas sencillas de petición o agradecimiento" (Primaria, Curso primero, Bloque 1); "expresa, oral y gesticularmente, la gratitud a Dios" (Primaria, Curso segundo, Bloque 1); "recopilar y poner en común con sus compañeros oraciones que la comunidad cristiana utiliza cotidianamente" (Primaria, Curso tercero, Bloque 4); "reconocer y aceptar la necesidad de un Salvador para ser feliz" (Primaria, Curso sexto, Bloque 1); "argumenta el origen del mundo y la realidad como fruto del designio amoroso de Dios" (ESO primero, Bloque 1); "agradece los momentos de su historia en los que reconoce la fidelidad de Dios" (ESO cuarto, Bloque 2); "respeta el significado bíblico de la afirmación <<hombre y mujer los creo>>" (Bachillerato, segundo curso, Bloque 1); "la expresión de la fe genera belleza a través del arte" (Bachillerato, segundo curso, Bloque 4). Y así sucesivamente en otros muchos párrafos que quieran escogerse.

Contenidos contundentes, expuestos con tal claridad, brevedad y rotundidad, que no admite ningún género de duda o crítica posible. Véanse sólo dos ejemplos.

1. Dios existe. Es un dato evidente que las cosas, los animales y el hombre existen (resuena aquí Tomas de Aquino, incluso...: Videtur quod Deum sit per se notum, la existencia de Dios es cosa evidente). Ahora bien, "no se dan el ser a sí mismos. Luego Otro los hace ser, los llama a la vida y la mantiene. Por ello, “la realidad en cuanto tal es signo de Dios, habla de su existencia" (Primaria, Introducción. El mismo párrafo se repite también en Secundaria Obligatoria). Rechazar el regalo de la creación divina trae para el ser humano "la imposibilidad de ser feliz". Ahora se apela a la experiencia más sensible: la incapacidad para ser feliz por sí mismo, dada la naturaleza del hombre, y, por tanto, la imposición de Dios.

2. La realidad de la creación. La realidad es un don de Dios, mediante la creación, y sus efectos son señales del mismo Dios. Por eso, uno de los estándares de aprendizaje pide argumentar "el origen del mundo y la realidad como fruto del designo amoroso de Dios" (ESO, primer curso, Bloque 1). Entonces el hombre tiene "sentido religioso" y Dios interviene en la historia (ESO, primer curso, Bloque 2) y da sentido a la vida (ESO, cuarto curso, Bloque 1). Ante el caso Galileo pide rigor y respecto (Bachillerato, primer curso) y proclama a la Iglesia como "generadora de cultura a lo largo de la historia" (Bachillerato, primer curso, Bloque 4).
No debe olvidarse que la enseñanza de la religión católica se encuentra en todos los cursos y niveles: Primaria (en los seis cursos), ESO (en sus cuatro cursos) y Bachillerato (en sus dos cursos). Ninguna otra asignatura tiene un reconocimiento semejante. Además es evaluable y cuenta para la nota media y las becas. La Conferencia episcopal debería estar muy satisfecha, ¿no? Pues no lo está, porque la LOMCE no cumple ni con la Constitución ni con el Acuerdo, que goza de "rango de ley orgánica", según Gil Tamayo, al no tener carácter fundamental y haberse reducido drásticamente su horario. En Bachillerato no es de oferta obligatoria. Bueno, pues que lo denuncien, cosa que nunca han hecho ni tampoco harán. ¿Entonces? La manera de entender la fe en la actualidad me resulta poco presentable, porque parece que se vuelve al nacionalcatolicismo de otros tiempos.

Respecto a su carácter de evaluable, no lo voy a discutir, creo que no debería serlo, habría otras fórmulas, pero es cierto que lo que se enseña tiene que ser evaluado. Ya sé que no puede evaluarse la fe, y las creencias de cada uno, pero tal como se expresan los estándares, sí que cabe la evaluación. Memorizar y reproducir una fórmula, saber quién es Abraham o Moisés, nombrar lugares en la vida de Jesús, describir un templo, reconstruir un relato bíblico, etc., todo esto es susceptible de evaluación, desde luego.

Lo que no tiene sentido es la alternativa, que sólo sirve para mantener lo que se está tambaleando progresivamente. Además, es algo muy sorprendente: unos tendrán valores cívicos, cuando la LOMCE eliminó la Educación cívica, y otros valores religiosos. Mala solución es ésta, porque unos pueden hacerse fundamentalistas, ya que se les adoctrina, y otros abrirse a la ciudadanía. No vale apelar a los dos niveles, si sólo se estudia uno. Es una especie de contradicción peligrosa.

No se trata de que nos decepcionen también las personas que ahora dirigen la Conferencia episcopal, sino de estructuras que deben ser renovadas. En cuanto se entra en la estructura eclesiástica todo queda contaminado por virus religiosos de los que no se sale nunca ya. Unos y otros terminan haciendo lo mismo.


Mientras tanto, el alumnado de religión va disminuyendo año tras año sin que ninguno de los remiendos que se van pergeñando logre parar el desinterés de esta polémica materia. El remedio de tontos puede ser pensar que tampoco otras tienen mucha más suerte, qué le vamos a hacer. Los gráficos adjuntos de la Conferencia Episcopal, que recoge el diario El País lo confirman suficientemente.



Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: www.protestantedigital.com; www.sindioses.org; www.teinteresa.es; revista ecclesia.com; www.es.sliderhare.net; www.publico.es; www.religionconfidencial.com; www.elpais 18.3.2015




viernes, 6 de febrero de 2015

Organización de la filosofía en la LOMCE: cinco razones que la invalidan



Tanto en la LOMCE como en el último Real Decreto que establece el currículo de Secundaria y Bachillerato aparece la organización de las materias filosóficas con resultados nada favorables para la filosofía. Es el momento de hacer unas reflexiones críticas que ofrezcan una valoración particular, pero razonada.

Por mi parte, he encontrado cinco razones que me parecen sintetizar bien por qué esta organización es inválida pedagógica y científicamente con la finalidad manifiesta de degradar el contenido de la filosofía. Habrá que requerir al legislador por los motivos que le han llevado a un tratamiento tan inadecuado de la tradición cultural filosófica, aunque aquí apuntaremos, también, algunas de sus estrategias.

1. Resalta, en primer lugar, la dispersión de tratamiento. Esto se puede deber a la incapacidad de tener una concepción del significado milenario de la filosofía. Ignorancia o pura simplificación pueden estar en la raíz de todo esto. Por otra parte, el tratamiento especializado que se hace de los bloques en su evaluación y los estándares de aprendizaje contradice tal forma de ver. Tanto en Filosofía, como en Historia de la Filosofía, manejan bien autores, épocas y problemáticas. Sin embargo, no han dado con un tratamiento unitario de las materias, dejándolas enteramente dispersas. Podrían no conocer las estrategias de funcionamiento de las aulas y las posibilidades de transmitir la información. Esto es posible, dado que todo parece resuelto de forma puramente técnica. También podría ocurrir que lo que realmente han tomado en consideración es la filosofía de primero de bachillerato y que todo lo demás se haya impuesto por circunstancias varias.
La falta de una organización unitaria, el desconocimiento del significado de la filosofía, o la necesidad de tener que aceptar lo que no consideran relevante son otros tantos motivos que mueven a la más profunda inquietud, porque no sólo deja coja a la materia, sino que la manipulan con técnicas pseudocientíficas. Esto exigiría un replanteamiento profundo de la propuesta curricular.

2. Subordinación a las enseñanzas de la religión en la escuela
De entrada, hay que recordar que los denominados Valores éticos corresponden al bloque de "asignaturas específicas", 25, a elección de padres, madres, tutores legales o del alumno.
Cuentan con los bloques siguientes en Primer ciclo de ESO.
Bloque 1. La dignidad de la persona.
Bloque 2. La comprensión, el respeto y la igualdad en las relaciones interpersonales.
Bloque 3. La reflexión ética.
Bloque 4. La justicia y la política.
Bloque 5. Los valores éticos, el Derecho, la DUDH y otros tratados internacionales sobre derechos humanos.
Bloque 6. Los valores éticos y su relación con la Ciencia y la Tecnología.
En cuarto de ESO los bloques son idénticos y con la misma redacción. Aquí la desgana del legislador es total, ya que los mismos bloques valen para primer ciclo y para cuarto, ¿para qué molestarse y pensar algo en el nivel al que se dirigen?

La LOMCE presenta una concepción de la Ética, rama ancestral del campo filosófico, de clara subordinación a la materia de Religión escolar: si no hubiera Religión en la escuela, tampoco habría Ética (o Valores éticos). Sólo para justificar la Religión, se proponen los valores éticos como alternativa. Bien entendido que la Religión tiene ‘per se’ una moral; por tanto, quienes cursen religión católica, por ejemplo, no tendrán que cursar ya Valores éticos. Sólo hay que ofrecer Valores éticos a quienes no se apuntan a las enseñanzas de Religión. Subordinación total, pues. Además, parece que los Valores éticos no importan nada a la Religión, ¿podrán, incluso, ser rechazados por ella?

Desde 1990, la Religión ha estado marginada por las leyes, según sus defensores, por lo que es necesario mejorar la concepción de la misma. Con Religión o Valores, se mejora su consideración y se supera dicha marginación. Incluso se podría ofrecer en Bachillerato. La carga horaria será equivalente al resto de las asignaturas. Los Acuerdos se han cumplido. Satisfacción para muchos sectores religiosos. Que esté la Religión en el ámbito escolar es una opción política y también que no lo esté: que elijan libremente los ciudadanos. La neutralidad no existe en el caso de la educación.

Desde un planteamiento intelectual no se debe someter a los alumnos y a sus padres a una situación de dicotomía para que decidan. [A este respecto, para que se vea que esto lo internalizan los alumnos y no es sólo algo teórico, recojo el breve texto de J. Bono, al preguntarle un cardenal si era creyente. “Mi hija Anita lo tuvo más fácil cuando mi tía María le preguntó si creía en Dios: “¿Cómo quieres que crea en Dios si yo voy a clase de ética?” Bono, J., Les voy a contar. Planeta, Barcelona 2012, p. 83]. La Ética es un valor universal, exigible para todos y necesaria en el mundo actual como una opción existencial y vital, mientras que lo religioso, es un valor individual y personal. No pueden ponerse en paralelo los dos valores. Deberían estudiar Ética todos los alumnos y, además, religión los que quisieran utilizar este derecho constitucional. Lo que no se puede hacer es obligar a unos a una determinada alternativa para garantizar a otros un derecho individual, porque esta solución es un castigo manifiesto para los que no hagan religión y, además, se superan con creces los Acuerdos. Aquí debe haber neutralidad, de lo contrario se establece la discriminación. Uno está en su derecho a decir: yo no deseo cursar religión, sin que esto tenga aparejado ninguna otra consecuencia. Y el que estudie religión, también podrá exigir cursar una ética universal. Es el Estado quien tiene la obligación de dar una formación ética o moral civil a todos los ciudadanos para enseñar los que se han denominado "valores superiores" (justicia, igualdad, libertad, pluralismo) de nuestra Constitución. Tales valores pertenecen al ámbito público, mientras que la Religión tiene, sobre todo, un espacio privado. Del derecho a elegir no puede derivar obligación ninguna, lo que sí ocurre en la LOMCE. Una opción política se neutralizaría con otra opción política contraria. Y así, ¿hasta cuándo? Establecer una doble moral es una barbaridad, como también lo es establecer un doble derecho, como hacen algunos, el primario (de los padres) y el subsidiario (del Estado). Esto parece remontarse a la concepción de las dos espadas, o los dos poderes, Estado e Iglesia, teniendo siempre en cuenta que la Iglesia es la única sociedad perfecta, mientras que el Estado, o sociedad temporal, será subsidiario. ¿Todavía puede mantenerse tal concepción en la actualidad? No, es algo trasnochado, definitivamente, y retrógrado. Es una especie de esperpento.

En cuanto a la legislación concreta en que se  basa todo esto, se trata del Art. II del Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español sobre Enseñanza y Asuntos culturales, que entró en vigor el cuatro de Diciembre de 1979: “Los planes educativos in­cluirán la enseñanza de la religión católica en todos los Cen­tros de educación, en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales”. Pues bien, el asunto está en el término equiparable. La RAE lo define como lo que se puede equiparar, comparar o relacionar. Sus sinónimos son igual, semejante, coincidente, concordante, paralelo, idéntico. No hay duda de que se trata de condiciones iguales. Ahora bien, sorprende que, si hasta hoy, no ha habido tal igualdad la Conferencia episcopal no lo haya denunciado por los cauces legales, quejándose solamente de que no se cumplían los Acuerdos. Igualmente sorprende que, siendo iguales estas enseñanzas a las disciplinas fundamentales, no sean obligatorias, que los profesores de las mismas sean designados y controlados por la autoridad académica entre los propuestos por el Ordinario diocesano y que la jerarquía eclesiástica establezca los contenidos de las mismas, así como los libros de texto y los materiales didácticos, y que sus profesores no pasen por el mismo cauce al del resto del profesorado. La propia Conferencia Episcopal Española, a través de Isidro Catela Marcos, Director de su Oficina de Información, aclara en carta a El País de 31.05.2013 que “‘equiparable’ no significa idéntica, de hecho en la Lomce está previsto que sea optativa (no troncal y obligatoria, como pueden ser las Matemáticas, la Lengua o la Historia)”, ni que “tampoco está previsto que cuente de la misma manera en las calificaciones del alumno. Parece razonable que si es elegida voluntariamente se evalúe para que no se devalúe, pero tampoco la Lomce prevé que la calificación sea tenida en cuenta en las evaluaciones externas”. No obstante, todo esto constituye una especial singularidad. Los Acuerdos cierran el tema a favor de la Jerarquía, sin que el Estado pueda hacer absolutamente nada. Llamar Acuerdos entre dos a algo que favorece únicamente a una parte parece es una completa claudicación. En el fondo lo de la alternativa quiere dar la vuelta a la libertad que exige la Constitución para hacer de las enseñanzas religiosas algo obligatorio. No estás obligado a cursar Religión, pero sí a su alternativa, ¿en qué quedamos?

¿Qué hacer en esta situación?
Téngase en cuenta que las enseñanzas posibles de los Valores éticos sólo pueden establecerse como subordinados a la enseñanza de la religión y como su apoyo, justificación y alternativa. Sólo se trata de legitimar las enseñanzas de la religión en la escuela, que para que no se caigan tienen que estar apuntaladas por los contrafuertes de la ética como su imprescindible suplemento. Para suavizar la situación se introduce la posibilidad de elegir una de las dos materias o las dos, pero el problema continúa porque, si un alumno lo que no quiere es hacer religión, habría que añadir a las dos la expresión “o ninguna”.

Hay que proclamar que la ética o los valores éticos no son alternativa de ninguna materia y que la posición adoptada por la LOMCE constituye una manipulación y sojuzgamiento de los mismos para asegurar la enseñanza de la religión, que corre peligro. Se trata de una perversión y un regalo envenenado que no contribuirá al prestigio de las materias filosóficas, ni a la salud cívica y democrática. El vínculo entre el entendimiento teológico y la filosofía no es aceptable. Preferimos que nos dejen a nuestra modesta suerte antes que someternos a cualquier servidumbre. El Estado tiene que establecer en educación una moral civil con unos mínimos básicos para todos los estudiantes desde los principios constitucionales y los Derechos humanos para todos los estudiantes. Cada uno tendrá que solucionarse sus problemas sin aprovecharse para ello de los demás. La ética no puede depender de nadie, porque es autónoma y no puede haber cortadas. Nos importa la estatura moral, de la estatura religiosa tendrán que ocuparse otros.

Una vez que la ley esté en vigor, referente a los Valores éticos, sólo quedan dos posiciones: a) aceptación o b) rechazo. En ambos casos habrá que actuar en consecuencia. Algunos podrán decir que, al ser profesores funcionarios del Estado en una determinada Comunidad autónoma, no queda otra. Es cierto, pero ¿ni siquiera queda el mantenimiento de una actitud de protesta? ¿Tampoco se puede echar una mano de la coherencia intelectual o de la objeción de conciencia? También es posible pensar que en los Institutos se necesitan horas para formar puestos de trabajo. Las horas correspondientes a los Valores éticos no son despreciables, ahora que la filosofía va del ser a la nada. Seamos prácticos y razonables.

Al fin y al cabo, inculcar a los estudiantes valores éticos es la responsabilidad específica del profesorado de filosofía. Estamos obligados a ello desde cualquier espacio. No es posible permitir el rechazo de los valores éticos y sociales.También se puede responder al reto de la Conferencia episcopal con sus mismas armas, aunque se imponga la depresión intelectual. Ellos trabajan en una asignatura que tenga suficiente dificultad como para que la gente huya de ella y se apunte a Religión, evitando así la exigencia del profesorado de Filosofía, siempre celoso de sus materias. Se trataría, entonces, de poner las cosas cada vez más fáciles y menos exigentes para competir así ventajosamente con Religión. Por otra parte, se puede dar un rechazo total a esta imposición del poder clerical, exigiendo, en cambio, el establecimiento de una ética civil de acuerdo con la idiosincrasia cultural de los hombres y las posibilidades formativas propias de la ética.

No es aceptable este tipo de educación en valores éticos desde la religión como modelo de referencia: los ciudadanos tienen unos derechos que no pueden coincidir con los de la Santa Sede. La confesionalidad no es un valor civil y democrático. Hace falta una ética simplemente filosófica, lo demás es tomar la moral en vano. Necesitamos una ética "sin religión" (E. Guisán). Una moral religiosa determinada impide el pluralismo moral. El Estado es quien tiene que gestionar la marcha de la sociedad.

3. Aislamiento de la Historia de la Filosofía
Aquí la descoordinación es total y hasta parece comprensible, ya que cada materia va por su lado. Nada tiene que ver la Historia de la Filosofía con los Valores éticos de Secundaria, ni tampoco con la Filosofía de primero de bachillerato. Primero, porque todos estudiarán Filosofía en primero, pero no Valores éticos, ni Historia de la Filosofía. Incluso en el caso de que alguien los eligiera, tampoco hay ninguna referencia siquiera en las dos materias de cursos inferiores, lo que sí podría hacerse. No se hace por lo ya dicho. Valores éticos es algo forzado y obligado en Historia de la Filosofía, tampoco tiene ninguna relevancia. Parece que el legislador hubiera querido eliminar casi todo, dejando sólo la Filosofía de primero de bachillerato como algo testimonial. Cualquiera sabe que así no es posible enseñar filosofía, pero ¿qué más da? Aislándolo todo y sin establecer ninguna ventana de comunicación las cosas caerán por su propio peso.

4. Materia troncal inabarcable y poca precisión en los bloques
La propuesta curricular de la única materia troncal de carácter filosófico en bachillerato tiene contenidos gigantescos e inabarcables. El RD. ha eliminado la secuencia de unidades que aparecía en el borrador para enfatizar los estándares de aprendizaje evaluables. Podría valer. Lo que pasa es que para que algo sea evaluable tiene que contar con contenidos, de lo contrario se reducirá a lo formal, lo general y a selecciones arbitrarias, como analizar textos, argumentar, razonar opiniones, elaborar vocabulario y esquemas, o leer textos.

Lo que entra en cada bloque es bastante desproporcionado. Hay bloques con un solo contenido (como el 2), otros con dos (como los bloques 3, 4 y 5) y alguno con cinco (como el bloque 6), completamente dispares, ya que en la racionalidad práctica entra Ética, Política, Estética, Lógica, Empresa. ¿Tanto costaba añadir un bloque o dos más para distribuir este último o es que se les habían acabado ya las fuerzas? Las Editoriales tendrán que decidir si dejan los bloques desnudos o incluyen unidades en los mismos. En todo caso, creo que aquí también falla lo que significa unitariamente la filosofía, que ni se la plantean, en mi opinión.

5. Prueba externa con la filosofía lejana espacio-temporalmente

Las barbaridades cometidas son muchas, pero esta las supera a todas a nivel práctico y perjudica grandemente a la materia y a los mismos estudiantes. ¿Piensan las administraciones educativas? En cuanto instituciones oficiales desde luego que no, ya que carecen de capacidad para ello. Otra cosa son las personas que se encuentran al frente de las mismas. Éstas sí tendrían que pensar en cómo organizar y gestionar el contenido de leyes y decretos que salen de las mismas, parece lógico. Pues bien, creo que tales personas piensan todavía menos por lo que vamos a ir viendo, referente al Ministerio de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de España.

Con fecha 3 enero de 2015 se ha publicado en el BOE el Real Decreto que establece el currículo básico del bachillerato. Teniendo en cuenta que el primer curso de dicho bachillerato comenzará a impartirse en el próximo mes de septiembre, parece que la previsión para que las distintas administraciones lo adapten es escasa. Nada digamos de las editoriales que ofrecen libros de texto y demás recursos para profesores y alumnos. Se impondrá la improvisación, dado que no tienen tiempo material para desarrollar los contenidos de las distintas materias. Tendrán que trabajar a destajo, en lugar de hacer las cosas bien y con calidades técnicas.

Las materias troncales en primer y segundo de bachillerato se fijan en los artículos 27 y 28 del Decreto. Su particularidad es que unas tienen continuidad en los dos cursos y otras no. Las desventajas de estas últimas son evidentes. La filosofía es la única materia troncal, que sólo se cursa en primero de bachillerato, lo que tendrá consecuencias graves en la evaluación final de la etapa. Por qué se cursan unas materias en los dos cursos y otras sólo en uno, es algo que acaso sepa únicamente el legislador. Mientras no se dé una explicación razonable, esta decisión es discutible y, además, implica una grave discriminación. ¿Por qué se trata tan mal a la filosofía? Se me escapan las razones, que, en todo caso, tiene que ser ideológicas.

Centrándonos en la evaluación final, ésta incluirá "todas las materias generales cursadas en el bloque de asignaturas troncales" (artículo 31,1, a). Y añaden que en el caso de las materias que impliquen continuidad, lo que sucede, por ejemplo, con Lengua Castellana y Literatura I (en primer curso) y Lengua Castellana y Literatura II (en segundo curso), así como también Matemáticas I (en primer curso) y Matemáticas II (en segundo curso), entonces para la evaluación se tendrá en cuenta solamente la materia cursada en segundo curso. Esto es lo que se venía haciendo hasta ahora con la prueba de Selectividad y era razonable.

Si los técnicos oficiales salieran alguna vez de sus despachos o, simplemente, preguntarán al profesorado ejerciente en las aulas, se darían cuenta de que los jóvenes estudiantes olvidan prácticamente todo lo estudiado en el curso anterior al año siguiente. Esto por varias razones, que no es cuestión de explicar aquí ahora, pero es un hecho comprobable, por lo que en el curso segundo siempre se suele repasar un poco lo del año anterior, durante el primer trimestre.

Parece, pues, manifiesto que la materia menos digna de consideración es la Filosofía. Al haberse cursado sólo en primero, cuando venga la evaluación, al finalizar el segundo curso de bachillerato, se habrá perdido la actualización de lo que se estudió anteriormente y no será posible ya orientarlo ni siquiera mínimamente. Implícitamente se está avanzando el mensaje del escaso valor de la filosofía, por lo que es mejor dedicarse a preparar las materias de segundo, ya que las demás no interesan ya. Esta valoración no sólo no es objetiva, sino que es, a todas luces, injusta.

¿Se podría hacer algo todavía para corregir semejante atropello? Siempre es posible, pero no se hará, porque lo que no hay es voluntad para ello. El mensaje transmitido es más que manifiesto: no hemos podido suprimir definitivamente la filosofía del bachillerato, pero la devaluaremos tanto que, al final, acabará cayendo por su propio peso. Esto es lo que deben haber pensado los técnicos del currículo básico, orientados por el mostrenco capitán del Ministerio, Wert Ortega, que ordena y manda sin demasiadas contemplaciones. Para tales decisiones tan contundentes, pero demasiados torpes, no se necesita pensar ni mucho ni poco.

Puede decirse, sin ninguna exageración, que la situación en que quedan las materias de filosofía en la LOMCE es la peor de las posibles desde los tiempos de la dictadura franquista. En efecto, tanto por la consideración académica de las materias, como por su peso horario, es posible que vayan en creciente disminución en el bachillerato español, lo que resulta preocupante.

La LOMCE contempla las asignaturas como troncales, específicas y de libre configuración. La filosofía queda en primero de bachillerato entre las troncales generales, que han de tener el 50% del total del horario. En segundo de bachillerato aparece como troncal de la opción "Humanidades y Ciencias Sociales", y también como específica. Esto significa que se pueden elegir dos asignaturas de entre cinco; en las específicas, se puede seleccionar tres de quince. La probabilidad de su elección es, pues, escasa como troncal de opción y prácticamente nula como asignatura específica. Esto en cuanto a su concepción académica.

No se conocen todavía hoy los horarios, pero se supone que serán tres horas como máximo para cada una de las asignaturas. El balance es a todas luces negativo en una ley cuyo único enfoque es tener en cuenta el desarrollo económico de las sociedades tecnológicas y el pensamiento único de la globalización, entendida en el peor de sus sentidos. Además, por si fuera poco, en desarrollo económico no contamos nada y en pensamiento único dependemos de los grandes centros europeos, norteamericanos y japoneses, entre los más importantes.

Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: www.amorherido.com; www.upd_accesorestringido.es; www.taringa.net; www.usitep.es



lunes, 2 de febrero de 2015

Autoritarismo y autoridad: el plan Wert para la Universidad



Con absoluta sorpresa el ministro Wert ha presentado su nuevo plan de estudios universitarios. De los cinco años anteriores para la Licenciatura, con el plan Bolonia -de tan sólo hace siete años- se establecieron cuatro años para el Grado y uno de Máster (4 + 1). Con el plan actual se reducen los cuatro años a tres y se amplía el máster de uno a dos (el llamado 3 + 2).

Las razones ofrecidas por el ministro no se las cree nadie, ni él tampoco, a pesar de ser un manipulador de primera categoría. Dice que si todos los grados pasarán de cuatro a tres años las familias se ahorrarían 150 millones de euros en el coste adicional de tasas. Las Universidades no están obligadas a hacerlo, si no quieren, pero las consecuencias de este no ahorro serán de su responsabilidad: "En las universidades que no se produzca esa transformación no habrá ahorro". Ahí queda eso y no hay imposición.


Por si eso no bastara, los estudiantes podrían transitar a universidades extranjeras con mayor facilidad y sin perder un año, puesto que las punteras tienen implantado el modelo 3 + 2. Sólo una pequeña parte de estudiantes tendrán que pagar más, los que hagan el máster de dos años, pero sólo son el 20%. Lo mismo pasa en los estudios de doctorado, que necesitan grado y máster, pero los hacen muy pocos. Todavía más, porque "los países con grados de tres años mejoran su formación y empleabilidad". Además, lo acostumbrado es acabar el Grado, trabajar un par de años y volver al máster, si se necesita para la progresión laboral. Qué cinismo y qué desparpajo para moverse en las estratosferas del limbo, cuando todo el mundo sabe que el paro de menores de 25 años supera el 50%.


A Wert le da todo igual: rechaza el dictamen del Consejo de Estado, que pidió paralizar esta reforma, rechaza la anomalía que esto va a suponer, según la rectora de la UMA, Adelaida de la Calle, no le importa que no se haya evaluado el plan Bolonia de 2007, rechaza lo que le digan los estudiantes y la prácticamente totalidad de la oposición política. Se pone el mundo por montera y con su ya demostrado autoritarismo decreta lo que le parece.

La irracionalidad de Wert es modélica por desvergonzada. No se da cuenta que esto es un paso más en la degradación universitaria. Los graduados tendrán menos calificación y, por ello, menos posibilidades laborales. Tendrán que hacer necesariamente dos años de máster para mantener sus aspiraciones laborales. Es decir, habrá que pagar una matrícula más cara, en un tiempo mayor y con más contenidos. Así la Universidad se vuelve a convertir en más elite, en más privatizadora y quienes no puedan pagarla que se aguanten. En el fondo, esto es lo que pretende el partido gobernante. Sin embargo, el lenguaje de los populares es el mismo al que nos tienen acostumbrados: esto se hace para flexibilizar las opciones e integrarnos más en Europa. He aquí los grandes embustes, repetidos año tras años, hasta que nos los vayamos creyendo.

Ahora se trata de ahorrar en tasas y también de adelantar un año la entrada en el mercado laboral. ¿Quién ahorra, en todo caso? El 80% de los desgraciados frente al 20% de la élite económica e intelectual. ¿Quién entra en el mercado laboral? Algunos de ese 80% con contratos-basura y despido como perspectiva.

Que los rectores se quejan de la pérdida de homogeneidad, pues que espabilen, este es un problema. Recuerdo que hace unos años una vicerrectora de la Universidad Autónoma de Madrid nos reunió a profesores de Secundaria para pedirnos que colaboráramos desde dos Institutos en el año de formación de los que salieran de la Universidad y querían dedicarse a la enseñanza. Después de un buen rato de dorar la píldora, se le preguntó por los beneficios que reportaría este trabajo y contestó que todo se podía hacer, pero a coste cero. Ofreció nombramientos honoríficos y el uso de la biblioteca, etcétera. Algunos desaparecimos por vergüenza y dignidad. Entonces presidía la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, que cada vez presume más de decir tonterías.

Hay que optar por un sistema flexible y mixto, como se hace en Europa. Siempre la servidumbre y el seguimiento de lo peor. Nos hemos quedado hace tiempo sin soberanía y sin dignidad, aunque todavía demos lecciones a Europa. ¿De qué? Como no sea de hacer el ridículo… Las titulaciones de validez en el mercado laboral europeo requerirán dos años de máster, que aquí no los pagan las empresas, desde luego. Esto no es para la mayoría, sino para unos pocos privilegiados, no para la gente normal. Menudas equiparaciones con Europa.

El procedimiento para su aprobación es la vía del Real Decreto. ¿Quién se atreverá a decir que esto no es democrático? Por si quedara alguna duda declara Wert que el Gobierno fomenta "un diálogo con las Universidades” para llegar a "acuerdos más o menos homogéneos de implantación" con objeto de que no haya "disfunciones". ¿Quién dijo miedo? Las Universidades están mal financiadas, pues esto podrá contribuir a solucionar el problema. El título de grado se puede devaluar un poco y parte del profesorado podrá ser despedido. Así se sanea económicamente la empresa. Wert no se cansa de marearnos a todos: ha sometido el decreto a una "exhaustiva información pública". Qué menos, aunque después no haga caso de nadie, ya han sido informados todos exhaustivamente. Sanidad y Educación todavía pueden dar más de sí para extraer aún más sus raquíticos jugos, que se encuentran en las últimas. Un buen negocio. Y que no se quejen las Universidades, ya que se les concede total libertad para implantar el Decreto, cuando lo crean oportuno.


El ministro Wert carece de credibilidad y de la mínima autoridad, que supera con creces con su autoritarismo más absoluto. Es, quizás, el ministro de Educación más autoritario de la democracia. Se ha ganado la estrella de respuesta al reto. ¿Qué queda entonces? Sólo una cosa, echar a la calle a todo este Gobierno. Que se vayan lo antes posible para plantear rehacer el desastre del país, que se encuentra en ruina total de su estado del bienestar.

Julián Arroyo Pomeda