domingo, 13 de enero de 2019

Volverán banderas victoriosas



C
ara al sol fue el himno falangista por excelencia, al que puso voz el tenor Miguel Fleta y adoptó el franquismo como suyo al final de la guerra civil. Las personas que cuenten con una edad avanzada lo recordarán bien, porque había que cantarlo en las escuelas: vol-ve-rán-ban-de-ras-vic-to-rio-sas. Se aprendía fácilmente, ya que era sencillo, alegre y vibrante, sin ningún engolamiento. Sin embargo, abunda en imágenes: sol, camisa nueva, compañeros, paz, rosas, primavera... No hacía falta más.

Para que algo vuelva ha tenido que irse, previamente. En este caso, no ocurre exactamente así. El franquismo y sus más eximios representantes siguen en su mausoleo, del que todavía no han logrado sacarlos. Es más, uno de sus dirigentes famosos, especialmente ahora, asegura que nunca lo exhumarán. "Con las bombas que tiran los fanfarrones...", dice la canción, que bien se podría aplicar en este preciso momento. Pero lo cierto es que no se han ido, estaban larvados y ocultos y les está llegando el tiempo de resurgir, con sus banderas victoriosas.

No sólo no se han ido, sino que hasta alguna de las leyes franquistas sirve de base para que el Presidente del Gobierno actual justifique el uso del avión oficial Falcon en la ley 9/1968, de 5 abril, que regula los secretos oficiales. Ante la pregunta de la oposición los lanza una ley de los tiempos de Franco, que todavía no han tenido tiempo -ninguno- de derogar.
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Los colores de gualda y rojo de la bandera española continúan exhibiéndose en los balcones y terrazas de nuestras ciudades, porque aquí seguimos siendo muy patriotas. En otros tiempos, los pobres colegiales se preguntaban por qué llamaban ‘gualda’ al color amarillo que veían en la bandera. Todavía les producía mayor perplejidad lo de ‘rojigualda’. Amarillo sí sabían lo que era, pero ¿qué querrían decir con lo de gualda? A veces se les daba una explicación tan grandilocuente como mentirosa: gualda representaba el amarillo del oro y, por tanto, la riqueza de la nación; el rojo era el color de la sangre derramada para mantener nuestra identidad de españoles. Desgraciadamente, no somos ni ricos, ni tampoco valerosos. Ni siquiera somos patriotas, porque los graves problemas de la patria, como el paro, educación, la sanidad, la igualdad y la seguridad no se resuelven. No extraña la falta de entusiasmo ante una patria tan llena de carencias.

Tantas son las dificultades que hasta el mismo rey se ha sentido obligado a ensalzar, recientemente, la bandera, que representa la nación española, su soberanía, independencia, unidad e integridad. Una bandera de todos y en la que caben todos, decía, sólo que ya tampoco es así, porque no todos se identifican con ella. Otros consideran que hay que ser beligerantes con el símbolo máximo y se obligaron a repartir, hace unos años, 20.000 banderas en la copa de fútbol del Rey. Así lo hizo la fundación DANAES (Fundación para la defensa de la nación española) en el estadio FC Barcelona entre el Sevilla y el Atlético de Madrid. Todo un gesto, sí señor. Por fin, han vuelto las banderas victoriosas.

Julián Arroyo Pomeda