lunes, 24 de noviembre de 2014

Transición nada modélica, ni concluyente


Estamos en unos momentos cercanos a la finalización de la Transición política española. Podría acabar pronto el ciclo de un régimen bipartidista en el gobierno de España que la transición de la dictadura a la democracia estableció sin apenas justificación, aunque con la mirada puesta en los países democráticos europeos y estadounidenses, pero es muy arriesgado trasplantar situaciones de unos países a otros, como se está visualizando claramente ahora. Por eso, unos y otros notan el nerviosismo de la conmoción que podría ocurrir. Querer acabar con la transición es cosa de ignorancia, se ha dicho, o es necesario reformar la Constitución para no destruirlo todo, indican otros.

La realidad es que el Estado español se encuentra inmerso en una situación de descomposición, que parece ya imparable porque se va hundiendo cada día un poco más en la corrupción, que tiene como consecuencia la máxima desigualdad social, sin la sostenibilidad ya de un marco que se hace más permeable por momentos. Cuando preguntan al ciudadano de a pie qué se podría hacer para salvarnos, unos optan por la purificación del fuego que lo explosione todo de golpe y otros se resignan a la impotencia completa. Un desempleo en torno al 24% de la población, con más del 50% en los jóvenes, que el actual gobierno ha aumentado en sus tres años de mandato y que es incapaz de parar, teniendo el cinismo de echarnos en la cara que somos los primeros de Europa en la recuperación económica, como si nos escupiera y se carcajeara en nuestras barbas miserables. La paciente sociedad española ya no puede aguantar más.
Se reiteran las proclamas a cooperar porque podremos salir adelante como otras veces se ha hecho y más ahora que tenemos la juventud más formada que nunca. Mientras tanto, el sistema educativo no sólo aparece estancado, sino que retrocede y no consigue interesar a los educandos por más estándares de aprendizaje que se establezcan.

Por si fuera poco, a la gran nación catalana no se la detiene ni con leyes y fiscales, ni con el mazazo de la soberanía, ni con las proclamas a la unidad. La unidad requiere un proyecto común, que no se ve por ninguna parte. Unámonos para alcanzar un proyecto futuro, sí, pero ¿dónde está éste?

Tanto nos han bombardeado con que la transición política fue un verdadero modelo a imitar que se sigue presentando internacionalmente, de vez en cuando, como digno de exportación. Pero hace aguas muy potentes que lo están estrellando sin remedio. Y es que sus bases pretendieron establecer la democracia política, desde luego, pero manteniendo el franquismo en todas sus vertientes, puesto que todo quedó "atado y bien atado". Cerebros y mentes están deformados. Tenemos las testas resecas, duras y berroqueñas, como ya señalaba Ortega en 1906.


Aquí nunca se hecho justicia a las víctimas de la dictadura franquista, ni se ha restablecido el legítimo gobierno republicano -al menos moralmente y con alguna dignidad-, que derrocó violentamente el golpe de estado del 36. Para nuestra vergüenza ha tenido que ser la jueza argentina, María Servini, la que ha ordenado, incluso mediante la justicia internacional, que sean detenidos preventivamente unos 20 acusados por crímenes durante
la dictadura, entre ellos Martín Villa, que fue ministro de Gobernación con UCD, y Utrera Molina, ministro de la dictadura y suegro de Alberto Ruiz Gallardón. El primero reprimió una concentración de trabajadores en Victoria, el 3 marzo 1976, con el resultado de cinco muertos. El segundo firmó la sentencia de muerte de Puig Antich, condenado y fusilado en 1974. Ni fueron juzgados tales ‘prohombres’, ni lo serán. Es más, en España se burlan de las decisiones de Servini. Tampoco mueve ficha la justicia internacional. Así que votamos la Constitución y aprobamos los demás acuerdos y los actos perpetrados en el franquismo. Por eso vemos a los que aún quedan de aquel régimen y a sus descendientes que nos gobiernan todavía.

Mientras pensaba en todo esto, cayó en mis manos la última gran novela de Rosa Regàs, Música de cámara. Resulta impresionante esta historia de amor entre Arcadia y Javier, con ideas tan distintas y estigmas tan marcados por el ambiente opresor de la posguerra, que acaban haciendo estallar la relación, aunque Regàs nos regale un final abierto --"Serás, amor, un largo adiós que no se acaba". Es todo un acierto. La narración en su primera parte alcanza momentos literarios emocionantes, que la segunda, mucho más breve, culmina con la terminación del exilio definitivo.

Regàs ha declarado esto: "Parece que ahora nos percatamos de los múltiples errores de una transición que creímos maravillosa". Ya sé que se trata de que los lectores visualicen cómo influye en la relación sentimental vivir en una dictadura, pero el contexto histórico en que se desarrolla la trama es importante. A mí me parece que el diálogo último de los dos personajes es algo que Regàs necesitaba decir. Se hizo el tránsito de manera impecable, es decir, sin exigencia de responsabilidades, ni juicios, ni desmantelamiento de muchas instituciones, sin resolver delitos de sangre, ni asesinatos: "No se puede fundar una democracia sobre los rescoldos de una dictadura", dice Arcadio (página 270). Y se hizo así, exactamente.

Incluso Franco nombró a su sucesor, el rey Juan Carlos I. Todo se amnistió y nadie hizo ninguna revisión de esto, incluso socialistas y comunistas, que eran, en su mayoría, republicanos. No puede limpiarse ya la historia porque todo quedó en las mismas manos de quienes anteriormente lo tenían o lo usurparon. Estamos inmovilizados, sin poder reaccionar.

La presentación de Barcelona es magnífica, qué bien conseguida está en la narración.

¿Para qué decir más, cuando se ha llegado a la más fina justeza? Hay que leer esta novela y alimentar la valentía de ilusionarse ante el final de un régimen que se acerca con pasos tranquilos, pero firmes y seguros. Que sea bienvenido y más cuidado, porque, en la despedida de Javier, se dice que "lo más complicado y difícil no había hecho más que empezar" (página 317).


Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: www.frase-la-transicion; www.amnistiapresos; www.elpais14octubre2014; www.elpais14octubre2014; portada de la novela

martes, 11 de noviembre de 2014

Monago, el pillastre extremeño

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles (B. Brecht)

En medio de la gigantesca nube de corrupción que envuelve al partido gobernante, apretando cada día más el cuello hasta asfixiarlo sin remedio, acaba de aparecer un último punto de luz iluminadora, el Presidente de Extremadura, por el escándalo de sus viajes varias veces al mes a Canarias hasta alcanzar un número de 32.

Quién es Monago


El Presidente de la Junta de Extremadura, desde el 7 julio 2011, nació en Quintana de la Serena (Badajoz) hace 48 años. Su primer trabajo profesional fue el de bombero, en 1987, como se encargó de divulgar ABC: "De bombero a presidente". Luego hizo Formación del Profesorado de EGB, Derecho en la Universidad de Cáceres y Salamanca, y entró en la carrera política a través de las Nuevas Generaciones del PP. Se convirtió en presidente gracias a la contribución de Izquierda Unidad de Extremadura con quien gobierna.

En sus tres años de gobernante se ha mostrado como un verso suelto, pactando con Izquierda Unida, suprimiendo los sueldos de los ex jefes del Ejecutivo, limitando el mandato de los presidentes de Extremadura a dos legislaturas, divulgando sus balanzas, siendo partidario de listas abiertas y de que gobierne la más votada, exigiendo inversiones, porque Extremadura es la gran olvidada de España, y mejor financiación, no apoyando la ley del aborto de su partido, pactando con el gobierno el pago de la deuda histórica que deben, superando una moción de censura, trabajando legislativamente contra la discriminación sexual, siendo partidario de acuerdos, estableciendo un subsidio de 300 € para las mujeres a partir de los 75 años, pretendiendo aliviar a la clase media con su reforma fiscal y haciendo deducciones a las rentas bajas, entre otras gestiones de gobierno. En fin, que parece tener tirón electoral y aprecio ante el pueblo.

Trayectoria truncada


Así ha sido hasta que el diario Público le ha cazado en sus viajes a Canarias a este orgulloso defensor de la austeridad a cargo del Senado para visitar a su pareja, que vive en Tenerife. Aquí se ha montado el lío, al haberlo negado, de entrada, Monago para proclamar que los viajes privados los pagó yo, aunque, finalmente, admite que devolverá hasta el último céntimo de lo gastado, porque él no está en política por dinero. De este modo ha conseguido que su partido en pleno le aplauda sus fechorías, por mucho que diga que "siempre he ido a trabajar honestamente". Honestamente, desde luego que no, aunque cierren las filas que quieran cerrar.

El caso es que hay que reconocerle desparpajo en sus declaraciones. En los recientes "Encuentros", celebrados en el diario El Mundo, alguien le preguntaba si no sentía vergüenza por los robos sistemáticos producidos en su partido. Esta era su respuesta: "El delito no puede nunca quedar impune. El culpable debe pagar en derecho por sus hechos. No se puede en ningún caso justificar que la confianza que se deposite en un representante público, se quiebre con hechos reprobables". Lo que pasa es que para ser coherente tendría que aplicarse a sí mismo sus propias palabras: culpabilidad, impunidad, hechos reprobables. De lo contrario, no se puede ser un político ejemplar, como le consideran sus compañeros de partido.

Con lo fácil que resulta solucionar el caso de malversación de caudales públicos, de lo que se le acusa. Primero, se reconoce que es cierto, como hace, mal que le pese, al declarar que devolverá hasta el último centavo gastado. ¿De modo que pagó sus viajes privados de su bolsillo y ahora pretende pagarlos otra vez, devolviendo al Senado lo que gastó incorrectamente? ¿Quién puede entender semejante sainete? Después se devuelve lo gastado ilegalmente. Por último, se dimite por haber mentido y haberse apropiado de dinero público. Esto sería un acto de dignidad y honradez. O dicho de otra manera: para un católico, como es Monago, procede confesarse,  reconocerse culpable y cumplir la penitencia que le impongan. Es así de simple, en lugar de retorcerlo todo y montar numeritos de llantina, al desbordarse sus emociones. Monago se ha convertido en un delincuente, por mucho que le pese a su partido. En su caso, la causa de su delincuencia son sus escapadas de amor. Que deje de quejarse de que le vayan a partir las piernas por luchar contra la corrupción. Zarandajas para que la gente mire para otro lado.


Claro que las dos cámaras representativas de España -Congreso y Senado- proporcionan los desplazamientos a discreción, sin ofrecer información ninguna sobre los mismos. Tanto el Congreso como el Senado "cubre los gastos de transporte en medio público (avión, tren, automóvil o barco) [de senadores y diputados]. Se trata de un reembolso de gastos, es decir, no se facilita una cantidad al parlamentaria, sino que se le abona directamente el billete a la empresa transportista" (Reglamento del Congreso). Viajan sin limitación alguna y cuando lo desean, sin tener que justificar el destino. Tienen incluso una tarjeta para taxis. Como puede verse, la transparencia brilla por su ausencia, precisamente.

El presupuesto del Congreso de los diputados no es moco de pavo. Para 2013 fue de 6.750.000 €, con 19.285 € por diputado. Además, corre con gastos de multas de su parque móvil, sin hablar de telefonía y programas. ¿Para qué seguir?


Si Monago viajó por razón de su cargo con las funciones propias del mismo, el asunto está resuelto con tal de que se justifique ante los ciudadanos; si se trata de asuntos privados, es responsable de malversación de dinero público. Esto sería una ilegalidad, injustificable, aunque Rajoy defienda su honorabilidad. Honorable, ¿por qué? En todo caso, merecería el aplauso por la coherencia de su dimisión. Tanto la Fiscalía como el partido al que pertenece deberían resolver esto a la mayor brevedad. De lo contrario es que no quieren ver lo que resulta ya evidente. Tampoco Monago tiene las agallas que reclamaba, no hace mucho, a un político catalán. Sólo quedará entonces que lo eche la ciudadanía extremeña de una vez, ya que no se merece que le gobierne quien se ha apropiado el dinero público y ha mentido descaradamente. Creo que ya no puede engañar a nadie, por mucho victimismo que emplee, soltando hasta unas lagrimitas, que tendrían que ser, en cualquier caso, de pura vergüenza por sus pillerías.

Monago se ha mantenido apenas tres años en su imagen de hombre bueno, pero ya no resulta imprescindible.

Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: www.lainformación.com 7/11/2014; www.elmundo.es 11/11/2014; www.elpais. es 8/11.2014; www.publico.es 11/11/2014. 





sábado, 8 de noviembre de 2014

Ilusiones perdidas


La caída del Muro de Berlín sucedió la noche del jueves 9 de noviembre de 1989, hace ahora 25 años.


El Muro fue una horripilante arquitectura física, además de un símbolo. Como hecho físico tenía que caer: dividía un país en dos y separaba a ciudadanos de cultura común y la misma lengua. La política y las instituciones de gobierno decidieron: había que obedecer. En cuanto símbolo, la caída se llevó otras cosas importantes, que no se han divulgado mucho. Encuentro, conciliación e ilusiones nuevas se centraron en la conquista irrenunciable de la libertad como primacía frente a la seguridad intramuros. Era un sinsentido proteger a la ciudadanía de la opresión por la institución opresora misma. Qué disparate.

Con el tiempo se impuso el capitalismo neoliberal como alternativa única. Un mercado libre frente al viejo colectivismo de la ruina económica. Capitalismo era progreso y colectivismo retraso ancestral. El nuevo poder capitalista ofrecía la posibilidad de elección en una democracia liberal, pero ¿elección de qué y para quiénes? Los que carecían de todo ¿que podían elegir? Aprendimos que la libertad era formal, no real y efectiva. ¿Libertad para morirse de hambre? Emancipación, lucha por la justicia y organización familiar quedaban lejanos, bastaba un mini trabajo a plazo corto y muy flexible para vivir trampeando, pero de manera libre. ¿Bienestar, sanidad, jubilación o vivir libremente? La seguridad quedaba superada, al no haber enemigo.

Desgraciadamente, llegaron las Torres Gemelas y otra vez dio un vuelco la situación mundial. Importaba estar seguros, aunque para ello hubiera que invadir Irak. Todo iba a ser ya en adelante tranquilidad, progreso, trabajo, vida libre, pero se trunca, obligados nuevamente a vivir sin ilusiones. Así se sigue matando la utopía. Por parte de los radicalismos, sin aceptar los equilibrios necesarios en la convivencia ciudadana, mientras que otros muchos muros siguen abiertos, sin que asome ninguna voluntad de derribo. ¿Caerán algún día todos los muros del mundo?

Julián Arroyo Pomeda