domingo, 21 de agosto de 2016

Si yo fuera Pedro Sánchez


El hombre ha recibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y de la virtud, que debe emplear sobre todo para combatir las malas pasiones. Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque sólo tiene los arrebatos brutales del amor y del hambre. La justicia es una necesidad social, porque el derecho es la regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo que constituye el derecho. (Aristóteles, Política, libro 1, cap. 1).

S
i yo fuera Pedro Sánchez -lo que evidentemente no soy- es muy probable que me hubiera retirado de la Secretaría General del PSOE hace ya algún tiempo para reincorporarme a mi trabajó como profesor de Universidad. Tendría fundadas razones: unos y otros (también en femenino, por supuesto) no le dejan respirar desde el mismo momento, quizás, incluso, antes, de haberle elegido en su Congreso. No le han respetado nunca sus propios compañeros de partido. Es muy triste todo esto: ¿quién puede aguantar así? No deseo entrar ahora en las causas de semejante proceder, sólo trato de describir hechos.
Pedro Sánchez acompañado por sus colaboradores [ABC.es]
A medida en que se acerca la sesión de investidura del candidato del partido más votado en las últimas elecciones de 2016, ya son tirios y troyanos los que incrementan el atosigamiento minuto a minuto. Hay que doblegar al líder de la oposición como sea. Si antes faltó lealtad, ahora sobra vileza. Gobierno de coalición, abstención, declaraciones de altos dirigentes socialistas que piden dar un paso positivo para dejar gobernar al partido de la mayor corrupción estructural de la pasada legislatura, que tiene al país de rodillas y esclavizado ante Bruselas. Seguimos sin poder levantar cabeza.

Si yo fuera Pedro Sánchez no cedería ante presiones tan burdas, que atacan por todos los flancos posibles y tienen todo el poder para hacerlo. A un partido cubierto de vergüenza, mírese por donde se mire, le dejaría sin gobernar durante una buena temporada hasta que se regenerase prácticamente al completo y prescindiese de cualquier militante con la más mínima salpicadura de basura corrupta.

Si yo fuera Pedro Sánchez no temería ante unas terceras elecciones en el horizonte más próximo, ni aunque se pusieran el 25 diciembre, ni el 1 de enero, lo que ya es mala intención. La presión ha de continuar incluso echando mano a las fechas peores, pero yo no cedería, porque los más viles comportamientos de la política más nefasta saldrían -otra vez más- a la luz plena. Se ha hablado de chantaje y es así, ciertamente. Los capos se han crecido siempre que alguien osó plantar cara. Acabamos de ver un ejemplo expresivo en la entrevista que hacen al ministro del interior (en funciones), Fernández Díaz. Ante una pregunta incómoda, advierte a las periodistas que se anden con cuidado porque la actividad puede acabarse. Se atreve también a negar que él condecorara al comisario Villarejo y, presentada la evidencia, dice que no se acuerda de haberlo hecho. Una vez más, se trata de saber quién tiene el poder. "No mentirás", manda el viejo texto al catolicísimo ministro, pero eso tampoco va con él. España no merece tener un ministro de tan baja estopa, pero ahí sigue.

Si yo fuera Pedro Sánchez me mantendría en el no a Rajoy para ser investido. No se trata de que haya gobierno, sino de que, por dignidad, hay quien no puede presidirlo. Claro que es la ciudadanía quien decide en democracia, pero la tiranía de los medios de comunicación es quien da las normas y todos ellos se encargan de bombardear a los ciudadanos de la mañana a la noche. Hay que ser capaz de rebelarse y negarse a seguir sus dictados. El hombre rebelde es el que dice no, según Camus. Pues hay que continuar en la rebelión y en el no. Ellos pueden creerse su buen hacer, otros pensarán que actuar peor es imposible. La investidura no puede consumarse, como quieren los poderosos que ocurra.
Representación de El diluvio [youtube.com]
Si yo fuera Pedro Sánchez esperaría tranquilo hasta finales de mes a ver cómo se resuelve la posible investidura de Rajoy y seguiría votando no, a pesar de todo, por pura coherencia, a los resultados del Comité Federal consultado en su momento. Eso de tener que gobernar obligatoriamente por ser el partido más votado, o por sentido común, o para no hacer el ridículo, etc., no tiene ninguna sustancia. Quien quiera gobernar necesita el apoyo de la mayoría absoluta de diputados, o, en su caso, la simple mayoría. Otra solución válida no hay. Mucho menos cabe el miedo o la amenaza. Lo de ‘o yo o el caos’ (Aprés moi, le déluge) sólo se prueba en la práctica real, que por ahora no existe.

[otrafuncionpublica.com]
Parece seguro que votos para alcanzar la mayoría absoluta no hay, porque el pueblo de los ciudadanos no lo ha querido. Sólo queda acudir a la mayoría simple, pero esto resulta también bastante difícil. ¿Por qué? Porque el presidente del gobierno en funciones ha hecho un tipo de política, que sólo buscaba barrer a todos los demás mediante su mayoría absoluta. Es casi imposible de creer, pero con su absoluto desprecio al resto de diputados que no fueran de su partido ha conseguido no aceptar ninguna participación política que no fuera el total asentimiento. Revilla -el Presidente de Cantabria-, un paisano directo y franco y que no oculta su incontinencia para decir alto lo que piensa, cuenta que en una conversación particular le avanzó que no podría gobernar si perdía la mayoría absoluta, y que no podía entender que no hubiera hecho ningún amigo durante toda su legislatura del gobierno. Así es. Alguien podrá decir que no está mal, si es que buscaba los intereses generales del Estado y no los partidistas. Más estos últimos son precisamente los que ha encontrado, por eso le invade la corrupción como la hiedra, que se le ha incrustado en todos los niveles.

Si yo fuera Pedro Sánchez no me creería eso que dicen algunos cargos importantes del Partido Popular: "no podemos hacer nada más" para convencer al PSOE. Todas y cada una de las veces que lo repiten, seguirá siendo falso, porque no han hecho absolutamente nada por el momento. Una mentira repetida muchas veces sigue siendo una mentira y nunca llegará a convertirse en verdad. Las adhesiones son propias de políticas absolutistas, o también religiosas. En democracia no se puede tratar de tontos a los ciudadanos. Por el contrario, habría que estimularles a pensar, a reflexionar críticamente y a decidir así acerca de las propuestas que se les hagan, porque son responsables de los hechos que aprueben o rechacen. Claro, esto no resulta cómodo para los gobernantes que tienen que tratarlos como seres maduros.

Si yo fuera Pedro Sánchez votaría no a la investidura de Mariano Rajoy por su acción política llevada a cabo en la pasada legislatura y por merecimiento propio, al haber menospreciado siempre a los sufridos ciudadanos, que ya no puede aguantar más muchos de ellos, así como tampoco un país que no tiene nada más que una deuda superior a su PIB con lo que prácticamente ha dejado de ser soberano. Una amiga, cuyo hijo lleva unos pocos años viviendo en París con su pareja, culminando su doctorado, me comentaba recientemente que le gustaría que volviera, pero que cree que ya no lo hará. Claro, con el potencial de posibilidades que España le ofrece no me parece que tenga que pensárselo mucho.
[akifrases.com]
Si yo fuera Pedro Sánchez, en fin, estaría tranquilo y sosegado en la investidura de Rajoy y, si saliera, me quedaría el tiempo necesario para hacer oposición, pero en el caso de no prosperar había cálculos, echaría las redes y esperaría sin ninguna arrogancia, pero también sin complejo alguno, los peces con que puedo contar. Y, si no fueran suficientes, me plantearía de nuevo las terceras elecciones, ¿por qué no?, pensando que los adversarios políticos me atacarían de nuevo con mayor virulencia. La valentía es siempre la mejor baza. Y cuando el juez me requiriera si tengo algo que decir, contestaría sin vacilar: he procurado ser un hombre honesto.

Julián Arroyo Pomeda