domingo, 20 de septiembre de 2015

Los poderes financieros nos gobiernan



En el Congreso de la Sabiduría y el Conocimiento, celebrado en Córdoba este mes de septiembre, José Mujica nos recordaba que "no vinimos a este mundo sólo a trabajar y comprar; vinimos a vivir". Desear demasiado es ser pobres y esto es lo que incluye la necesidad de trabajar cada vez más porque tenemos más deseos que satisfacer. Por aquí van en la actualidad la mayoría de nuestros valores, que los poderes financieros están convirtiendo en los modelos únicos. ¿Somos así ricos o verdaderamente pobres de solemnidad? Comprar y tener más es lo que nos hará felices, pensamos demasiadas veces, desgraciadamente, cuando lo que ocurre es que cada vez somos más egoístas.

Los más altos intereses egoístas son los que mueven siempre a los poderes financieros. Sólo buscan los mayores beneficios en campos abiertos y con el respaldo internacional. Sin embargo, esto no es obstáculo para llegar a ofertas atractivas al pueblo y a los ciudadanos, de cuyos ahorros alcanzados con el trabajo cotidiano, convenientemente manipulados, obtienen sus ganancias. Préstamos con intereses es lo que han ofrecido siempre los usureros, que podrán embargar el patrimonio de cuantos los han necesitado, si no se devuelven en el plazo previsto las cantidades prestadas. El negocio que se ha realizado en la legalidad vigente cuenta con el éxito seguro.

Los negocios legales están avalados por los Estados nacionales y los tratados internacionales. Aquí el pez se muerde la cola, porque si un poder financiero va mal y se le deja que quiebre, el resto de inversores lo pagará caro, perdiendo la totalidad de sus depósitos. Por eso el Estado se considera obligado al rescate para salvar a los ciudadanos, salvando, paralelamente, a los poderes bancarios. En los últimos años se han dado suficientes pruebas de esto nuestro país, donde los bancos han sido reforzados con los impuestos de los ciudadanos por valor de 60.000 millones de euros, que, además, iban a pagar los mismos bancos. No se les puede dejar caer. Por tanto, son un negocio muy seguro.


En el caso de Catalunya, los consentidores se están dando de bruces con los consentidos. Después de hacer grandes negocios en ese territorio, ahora los poderes financieros amenazan con marcharse, si el voto popular establece la independencia. Desde luego que no se irán con las manos vacías en caso de hacerlo, sino que dejarán estructuras económicas a las que agarrarse para volver de nuevo, cuando huelan dinero, único olor que produce su entusiasmo. Entonces la independencia sería lo de menos. Por eso algunos han contestado a los especuladores con un buen refrán catalán, bon vent y barca nova, respondiendo al envite financiero sin complejos. En los poderes económicos confía igualmente el Gobierno del Estado, que sólo sabe crispar cada vez más, proporcionando así votos al soberanismo y hartando permanentemente a los ciudadanos de a pie, siendo incapaz de fortalecer al propio Estado, apoyándose en su mayoría absoluta, que lo fue hace casi cuatro años, pero ya no, porque la situación ha cambiado mucho.


La cuestión escalofriante es que los poderes económicos se atrevan a torcer una votación democrática o, al menos, a modificarla, influyendo en ella. En las formas de gobierno tradicionales esto se denominaba, en griego, oligarquía, es decir, gobierno de los ricos, actualmente, de los poderes económicos. Es una desvergüenza democrática total. ¿Cómo se ha podido llegar tan lejos? Quizás convirtiendo la política en el mayor de los negocios, por eso ambos poderes se entienden tan bien. Sorprende que ahora diga el Presidente Mas que hay que pasar por encima de los poderes financieros. Ya no se acuerda, quizás, de las prebendas que se les han concedido, eso sí, a cambio de magros intereses a su fuerza política gobernante. Que falta de vergüenza. Esperemos que cuando se vayan devuelvan, al menos, a los catalanes el dinero de su rescate que ellos han pagado, diga lo que diga el ministro de Hacienda.

El Ayuntamiento de Madrid también empieza a ser advertido por las agencias de calificación. Standard & Poor’s, en concreto, no quiere que el nuevo equipo de gobierno haga una auditoría de la deuda. No tiene que esperar a los resultados de la misma –podría ser que seguramente tenga cosas que ocultar- para amenazar que puede situar a esta institución en la calificación de bono basura con lo que tendría que pagar mayores intereses para financiarse y los ciudadanos madrileños serían los perjudicados. Qué poca elegancia lo de la agencia que sólo muestra la zafiedad que le caracteriza.

La alcaldesa Carmena está en su derecho de analizar si la deuda del Ayuntamiento es legítima. Es su obligación y el derecho de los ciudadanos. Claro que la cuestión es que se responsabiliza y sólo pagará la deuda legal, si hay otra de tipo especulativo tendrá que planteárselo, pero en esto se va a sentir completamente apoyada por la mayoría, así que ningún miedo a la amenaza de quienes sólo velan por sus intereses, a veces no tan legítimos. Se trata de un asunto político, del que la persona elegida por votos democráticos tendrá que responder.


Carmena ha declarado que Madrid "continuará pagando su deuda", naturalmente, puesto que la debe. Otra cosa será negociar una moratoria de la misma, liberarse de lo que no resulte legal, o reducirla con los acreedores. Todo esto son decisiones de tipo político que la institución está facultada para hacer. Que las agencias reclamen a otros las deudas contraídas, ellos sabrán cómo y por qué lo decidieron, pero los mandatarios actuales tienen la obligación de sanear tales situaciones, en vez de dejarlas en el terreno del limbo.

Algunos ilusos, pareciendo confundir la realidad con sus propios deseos, quieren una banca nueva, que se preocupe de ofrecer créditos a los ciudadanos, en lugar de atender únicamente a sus propios intereses especulativos. Esto sería extrapolable, también, a un Estado nuevo y a un nuevo gobierno. Siempre hay que mantener expectativas. Cuando acabó el anterior gobierno popular, la crispación había llegado a tal nivel que los ciudadanos respiraron, sintiéndose liberados. Con el actual gobierno de mayoría absoluta esté sucediendo algo parecido y los ciudadanos se están ahogando sin remedio.

"Tiene que llover", decía una antigua canción. "Y si llueve, salgamos a la lluvia", dice otra más actual. Se está haciendo imprescindible una limpieza a fondo de todas las lacras que nos invaden universalmente. Tanto autoritarismo político y financiero no puede traer nada bueno. La democracia debe poner en marcha sus propios mecanismos de defensa. Ojalá refresquen el ambiente las próximas elecciones catalanas y las cercanas nacionales. Y que la lluvia traiga después el sol, porque así no se puede seguir. Que lo nuevo no se demore demasiado.


Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: www.elpais.es,16 septiembre; www.elmundo.es, 19 septiembre; www.elmundo.es, 19 septiembre; www.efe.es