viernes, 30 de agosto de 2019

G7: ¿algo más que simple retórica?



L
os mandatarios de los países más ricos se reúnen del 24 al 26 de agosto en Biarritz con gran despliegue de seguridad. El anfitrión Macron quiere que los líderes de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido se centren en la lucha contra las desigualdades. Blindan el encuentro 13.000 agentes franceses y 7000 españoles. Tal despliegue costará un riñón y tensiona a los ciudadanos.
[www.expresso.co.uk]
Asombra que analicen la desigualdad, precisamente los países que más contribuyen a ella. Escalofría leer que solo ocho hombres tienen la misma cantidad de riqueza que tres mil seiscientos millones de personas. El mismo modelo económico permite la extrema riqueza y la pobreza más brutal. Beneficios a costa de salarios: así aumenta la desigualdad y se agranda la brecha. Esto no puede ser sostenible. Según Piketty en Estados Unidos los ingresos del 50% más pobre de la población se han congelado durante los últimos 30 años y los del 1% más rico han aumentado un 300%.

¿Por qué la desigualdad? Las multinacionales sirven a los más ricos, los que más lo necesitan no participan del crecimiento económico generado. Maximizan beneficios, tributando lo menos posible, aprovechan los tipos impositivos más bajos y consiguen beneficios fiscales. Accionistas e inversores reciben la mayor rentabilidad. El neoliberalismo y la globalización incrementan la desigualdad. Los recursos del planeta son limitados. Tratan de controlar la política, incluso por procedimientos nefastos. No interesan los servicios sociales públicos, por lo que los gobiernos no deben intervenir. Los sistemas fiscales no son progresivos para que paguen más los que más tienen. Las rebajas de impuestos favorecen mucho más a los ricos.

Ni siquiera habrá acuerdos finales, así nadie quedará en evidencia. Precisamente se trata de saber quién es cada uno. A quienes no firman los acuerdos tampoco les importa mucho, aunque ponerlos en evidencia era lo único positivo.

Julián Arroyo Pomeda


viernes, 9 de agosto de 2019

¿Policías o delincuentes?


Por qué soy tan sabio, preguntaba Nietzsche, provocador y retórico, en Ecce Homo. Ahora preguntamos por qué somos tan cafres.
En noviembre de 2017 denunció un agente, amenazado por compañeros de un chat en el que participaban más de cien policías de Madrid: “por 3.000 € nos lo quitamos de encima, un rojo chillón menos”. Había descubierto lo que decían de Manuela Carmena, que desalojó a Esperanza Aguirre, ahora investigada, aunque se expresaban así porque tenían un tono gracioso y se les había sacado de contexto.
Bestias: lamentaban que Carmena “no estuviera en su despacho de Atocha cuando mataron a sus compañeros”, o se alegrarían, “si sufriera un accidente que tuviera una muerte agónica”. “Hija de la grandísima puta, roja de mierda, malparida, vejestorio despreciable”. Odiar y desear la muerte de la alcaldesa les parecía gracioso. Además, insultaban a la institución que Carmena representaba y a los miles de madrileños que la votaron.
Después la emprendían con la inmigración: “napal para los guarros”, “contra estos lo único que vale es la muerte y contra los que los defienden reventarles los dientes” o “”incrustarles casquillos vacíos en la nuca a martillazos”. Qué cafres xenófobos. Hay alguien que sí hizo las cosas bien: Hitler, claro (“Este señor es dios, ya estarían echando humo las chimeneas si estuviera al mando”). Exabruptos, vamos.
[www.eldiario.es]
El Ayuntamiento retiró placa y arma a los responsables, abriéndoles expediente disciplinario. Ahora, el 1 de agosto se cerró el expediente por “no resultar reprochable la conducta que se imputaba”, según el nuevo director de la policía municipal, ya que ocurrió en un chat privado, por lo que queda sin efecto”. Así actúa el nuevo Ayuntamiento. Tal sensibilidad huele a impunidad en la práctica de unos funcionarios que están al servicio de la Administración.
Nos vendieron una transición modélica, pero el huevo de la serpiente ha generado sus huestes ocultas, a su debido tiempo. Cosas mayores veremos.
Julián Arroyo Pomeda

martes, 6 de agosto de 2019

Hacia unas elecciones próximas



M
e temo que aprobar la asignatura pendiente en septiembre va a resultar imposible y que la única salida serán nuevas elecciones. Si esto es así, las cosas están mucho peor de lo que pensamos.

Nada es imposible hasta que sucede, pero sí se puede estar al mismo filo de ello. PSOE y UP están condenados a entenderse. Esto ya lo sabían de sobra, pero han tensado tanto la cuerda que ha quebrado. UP conoce que sus votos son imprescindibles, aunque el PSOE los triplique. Por eso piden gobernar en coalición con cargos proporcionales a sus resultados. Les han ofrecido mucho, pero lo consideraban insuficiente. El camino ha quedado cerrado con la investidura fallida. Por consiguiente, la situación no podrá repetirse más. Por si fuera poco, UP arrastra a ERC.

[www.público.es]

¿Puede no gobernar el partido que ha ganado con holgura las elecciones? La nuestra es una democracia de mayoría, por ello gobierna quien la obtiene. Si no se tiene, hay que conseguirla mediante pactos. En el caso español los pactos no son posibles ni por la izquierda ni por la derecha. Exploremos otras alternativas a la desesperada. Gobierno monocolor con un programa abierto a todos: izquierdas, derechas y nacionalistas. Pues bien, las tres derechas no entrarán en el juego. UP tampoco lo hará, si no consigue lo que quiere ("Si convoca nuevas elecciones, usted no será Presidente nunca"). Los independentistas catalanes en septiembre podrían estar en una situación insoportable.

Así las cosas, sólo quedan elecciones. ¿Qué ocurrirá? Algo parecido a lo de ahora. Algunos partidos podrán ganar un puñado de votos más a costa de otros que los perderán, pero el actual enfrentamiento no se resolverá. Además, los ciudadanos podrían explotar y la abstención alcanzaría niveles considerables. Por eso creo que en septiembre estaríamos como ahora en el mejor de los casos y probablemente peor. ¿Qué hacer entonces? Tenemos un gravísimo problema, que ningún deus ex machina resolverá.

Julián Arroyo Pomeda