miércoles, 8 de noviembre de 2017

La juez Lamela y Bruselas

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odavía no se ha conseguido superar la conmoción producida por los acontecimientos políticos y judiciales acaecidos en Cataluña, cuando llega la noticia esperada de la posición de Bruselas, el centro de la Unión Europea. Por fin, parece que el juez encargado del caso del President cesado (es un modo usual de referencia, aunque Santamaría esté muy atenta a corregir al periodista, que le preguntaba, diciendo que era ex presidente, gran aportación la suya, desde luego) por la aplicación del artículo 155, centra el asunto con considerable sensatez. Que la juez Lamela ha sufrido un ataque de celo ha quedado en evidencia, al ser corregida desde Bruselas. Sabemos que aquí no se entra en el fondo del tema, pero si pone de manifiesto que hay otras formas de orientar la situación, sin necesidad de encarcelar a la mitad del gobierno catalán.
[www.elpais, la juez Lamela]
Para Lamela era necesario dictar prisión preventiva, no fueran a escapar al extranjero. El argumento es que si ya lo habían hecho unos, ¿por qué no podrían hacerlo también los demás? Lo sorprendente es la debilidad del contenido argumental: no tendrían que hacerlo necesariamente. El juez de Bruselas ha conseguido el efecto buscado, acordándolo simplemente con los interesados y sus abogados. Había que actuar, además, con urgencia, sólo por si acaso, aunque se entre en una actuación incoherente entre la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. No respetar derechos requiere un plazo razonable para preparar las defensas, como una semana, por ejemplo. Ya verán todos que no va a pasar nada por esta cortesía judicial. ¿Por qué se actúa en unos casos de una manera y en otros de otra? No puede dejar de señalarse que produce perplejidad y hasta cierto escándalo.

Es, también, rocambolesco que el Gobierno tenga que aclarar que los presos podrán presentarse a las próximas elecciones, ya que no están acusados de nada. Desde luego, resulta bastante raro que ciudadanos encarcelados puedan hacerlo, incluso como cabeza de cartel. ¿A esto lo llaman normalidad democrática? Lo que importa es que no huyan del país, o que puedan destruir documentos, lo que resulta muy extraño, dados los registros exhaustivos realizados por la policía nacional, así como el hecho de que ya ninguno pueda entrar en el palacio de la Generalidad. Tampoco podían huir, si se les retiraba el pasaporte. ¿A cuento de que organizar semejante tragicomedia?
[www.rtve.es; el fiscal Maza]
Bruselas, en cambio, ha hecho las cosas con rapidez y sin algarabías, ni alborotos. El fiscal español no ha disimulado nunca la ‘objetividad‘de sus actuaciones. El hecho de que tenga que declarar públicamente que el Gobierno nunca le ha pedido nada, ni tampoco lo ha hecho nunca él. Faltaría más. La jueza Lamela también ha disimulado su servilismo a las argumentaciones del fiscal. Claro, luego se extrañarán que los ciudadanos no se fíen de la justicia española. Además, seguimos haciendo el más espantoso ridículo, no aprendemos.

Desde luego, los dos estilos contrastan entre sí. En un caso resulta la seguridad y el dominio de la situación. La transparencia en la información detallada. La efectividad en los procedimientos. La coherencia y la elegancia de las formas. En el otro, todo lo contrario, no hace falta descender a detalle. Se trata de cuestiones de cultura democrática y de tradiciones consolidadas. Estamos en Europa, sí, pero apenas hemos asimilado su cultura. Nosotros seguimos a lo nuestro: que inventen ellos. Ni Unamuno hablaría ya de este modo.
[www.lavanguardia.com; Sáez de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno]
Ante el escándalo catalán, Europa parece que se contiene, como si le avergonzara hablar. El único que se expresan bien en francés es Puigdemont, mientras que los representantes del Gobierno le contestan una y otra vez. Hasta el Presidente del Gobierno español contrarresta sus declaraciones, y a que sería demasiado que algunos representantes europeos pensarán que los catalanes encarcelados lo han sido por sus ideas. No serán presos políticos, pero todos han sido cesados por declararse independientes y haberse rebelado contra el orden constitucional, habiendo escindido en dos la sociedad catalana. Tiene gracia que se diga que la culpa es de "ellos", porque se les ha advertido con infinita paciencia de lo que podría suceder, sin que lo hayan evitado. También tendremos algo de culpa "nosotros" por haber despejado caer el mazazo del 155. La Vicepresidenta del Gobierno lleva buena parte del año en curso con un despacho en Barcelona. Habrá que preguntarse qué ha hecho, además del ridículo. Acaso puede haber ido de vacaciones, pero ella dice que ha estado trabajando. Pues menudo resultado ha conseguido. Popularmente se dice que la gente pequeña de estatura tiene muy mala leche. Desde luego, talante dialogante tiene poco. A veces distinguen entre el pueblo catalán y sus gobernantes, pero no deja de sonar esto demasiado falso. 

La legitimidad de cualquier gobernante procede de los ciudadanos que le hayan elegido. Si gobierna es gracias al voto del pueblo, ¿por qué, si no? La democracia original resolvía sus litigios reunida en asamblea, mientras dialogaban entre sí y tomaban decisiones. Esto implicaba paideía (educación). En lugar de eso, ahora entre nosotros lo que predomina es la crispación, la intransigencia, el dogmatismo, el rechazo del otro, en una palabra. Negociar y llegar a acuerdos parece de ingenuos. Hay que judicializarlo todo para que los jueces apliquen las leyes, sin que importe la justicia y los derechos de los ciudadanos. Así, en lugar de evolucionar y desarrollarnos más, involucionamos y consideramos enemigos a los enemigos de España, como en otros tiempos. Que falso resulta todo.

Comprendo la indignación de Antonio Muñoz Molina, cuando en el extranjero le dicen que seguimos viviendo en Francolandia, pero con las cosas que pasan a los periódicos del exterior les tiene que resultar muy difícil entendernos. Mientras tanto, varias cadenas de radio de nuestros lares se dedican a lanzar insultos e ironías de pésimo gusto, especialmente en las primeras horas de la mañana y las últimas de la noche, manipulándolo todo. ¡Qué vergüenza da oír a los comentaristas, que lo saben todo de cualquier cosa, burlarse entre risas del ‘oso‘ catalán, o de la ‘gallina‘ de Cataluña! O propalar con el mayor desparpajo que determinados alcaldes no tienen ni el bachillerato elemental. Pobres ignorantes carrozones, ellos sí debieron cursar el bachillerato elemental, pero hace varias décadas que ya no se cursa. Nuestras cárceles pueden ser muy modernas, ofreciendo hasta piscina a los presos, que viven en ellas como en un hotel, se suele decir, pero el maltrato a los mismos también sigue de actualidad. Nada puede compensar la falta de libertad de cualquiera y la humillación de políticos gobernantes, mientras que la rabia puede seguir incrementado el número de ciudadanos que quieren ser independientes. ¡Cuánta miseria nos rodea!

El futuro horizonte

No quisiera adelantar acontecimientos, porque podrían perturbar la reflexión, pero es que el futuro, si lo hay, lo tenemos encima. Queda sólo mes y medio para las elecciones catalanas y parece probable que no haya ni siquiera proyecto político, o, al menos, nadie lo expone. ¿Hay, entonces, futuro? Si los resultados electorales fueran parecidos a la estadística actual, ¿qué pasaría? Los partidarios de la independencia continuarían con los mismos o parecidos planteamientos y ante ellos lo único que queda es continuar aplicando el 155, pero esto no puede durar eternamente, así que habría que tomar determinaciones políticas que no están en la perspectiva del próximo horizonte. Entonces, ¿qué? Claro que los más optimistas confían en que el resultado electoral dé ahora la vuelta y sean otros los que gobiernen en Cataluña, es decir, los denominados constitucionalistas. Esto es el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la razón. ¿Podría haber un término medio equilibrador porque todos hayan aprendido algo? Siempre es posible, pero lo que no me parece es probable. Más bien creo que esto tendría una futura continuación, que volverá a realizarse en otra confrontación más o menos violenta. ¿Qué hacer? He aquí la cuestión, que, desde luego, no pueden resolver las instancias judiciales, ni mucho menos Europa.
www.elmundo.es; Puigdemont, President del Gobierno de Cataluña]
Suponiendo que el deterioro fuera cada vez mayor, igual es necesario plantear elecciones a nivel estatal para que haya nuevos gobernantes, que tengan el coraje de enfrentarse con el tema y tomar la situación por los cuernos. Todo podría suceder.

Julián Arroyo Pomeda