sábado, 24 de febrero de 2018

¿Denuncia o prudencia?

R
ecientemente ha saltado la sorprendente noticia de que un cura gallego pide expulsar de la Iglesia a Rajoy y Núñez Feijóo por usureros. Se trata del padre Luis Rodríguez Patiño, que se encarga de varias parroquias en Lugo y A Coruña.

A unos les parecerá esto pintoresco o extravagante, mientras que otros verán a una persona responsable, que, como sacerdote, tiene el deber de denunciar las injusticias. Es probable que este cura se haya encontrado en sus parroquias con gente hambrienta por carecer de los recursos necesarios para vivir y alimentar a su familia. Ante tal situación, algunos se las arreglan para hacer caridad y otros se indignan y gritan contra los responsables máximos de la política del país. ¿Quién tiene razón?
[Padre Luis; www.publico.es]
Rodríguez Patiño quiere expulsar de la comunidad de la Iglesia a quienes han sumido al país en la pobreza y alude a desahucios y recortes en la Sanidad. Esto produce sufrimiento en la gente y va contra su dignidad y su propia vida. Como confirmación de su posición acude a Tomás de Aquino: “Por consiguiente, es en sí ilícito percibir un precio por el uso del dinero prestado, que es lo que se denomina la usura. Y del mismo modo que el hombre ha de restituir las demás cosas injustamente adquiridas, también ha de hacerlo con el dinero que recibió en calidad de interés”. (Aquino, Suma teológica; Parte II-IIae; Cuestión 78, art. 1). Personas mayores que necesitan acudir al hospital son citadas con tanta demora, que pueden morir antes de acudir al médico. Además, al partido gobernante le corroe la corrupción, sin que reaccione, riéndose de todos porque tiene el poder. Que sean echados del templo por ello.

No es nuevo lo que dice este cura, porque ya pidió en 2016 a la Conferencia Episcopal, mediante carta, que fueran excomulgados por actuar contra la dignidad de las personas. No le hicieron caso, claro. Hasta le han abierto expedientes, pero declara que no le preocupan, mientras no lo haga el de arriba. Acusa de no respetar el bien común, de violar los derechos de los refugiados. Dice que hay gente que no puede comprar las medicinas que necesita para cuidar su salud.

Más cosas señala el cura Rodríguez Patiño, refiriéndose también a la propia Iglesia: no acepta el celibato opcional, pero defiende a los pederastas. Y comprende el aborto de una madre, que querría tener a su hijo, pero que carece de medios y condiciones de vida para ello. Se le entiende todo.

Hay quien dice que no quiere curas políticos, ni tampoco un Papa que denuncia la injusticia. El Papa Francisco pide a los cristianos que se involucren en la política y trabajen en ella, porque busca el bien común. Aunque sea sucia y contenga podredumbre, hay que mancharse las manos para contribuir a su saneamiento, ya que sin justicia no puede haber paz social. La usura ni es cristiana, ni humana. Esto no es nuevo. Hay que recordar la condena del Concilio de Letrán (1179), que prohíbe admitir a la comunión a los usureros, que sean enterrados cristianamente y que se acepten sus limosnas.
[www.mscperu.org]
La tradición bíblica denunció las injusticias a través de los profetas, entrando plenamente en el campo social. Recuérdese el famoso texto de Ezequiel: "¡Ay de los pastores de Israel que se han apacentado a sí mismos!, que se han tomado la leche y se han vestido con la lana; han degollado los cebados y no han apacentando el rebaño...".

Es la más precisa descripción de la situación. Los pastores son los reyes y cualquier gobernante que actúe injustamente porque se ocupa de engordar sus intereses y patrimonio, sin importarle sus gobernados. Como consecuencia de ello, las ovejas fuertes se aprovechan de las débiles, esquilmándolas al estilo de los gobernantes anteriores.

Algo similar hace la Iglesia con los fieles cristianos que tiene que orientar. Sus documentos llevan siempre la palabra ‘prudencia’. Ante los graves problemas sociales calla por prudencia. Se somete a la autoridad y se integra plenamente en el sistema en lugar de denunciar las injusticias y malas acciones. Así espera la institución obtener prebendas, ya que contribuye a la paciencia de las personas que sufren. Claro que ¿cómo van a denunciar las injusticias del sistema establecido, siendo parte del mismo? Les hace falta otra clase de organización. La Iglesia española recibe anualmente sustanciosas sumas del Estado, que le permite su mantenimiento. Sólo cuando pueda financiarse a sí misma podrá ser verdaderamente libre, y ejercer la denuncia profética en favor de los pobres. De esto se encuentra todavía lejos.

Julián Arroyo Pomeda


sábado, 17 de febrero de 2018

Carnaval, carnaval


Aquí todo el año es carnaval, escribió Larra en 1883. Festivaleros y juerguistas sí que somos los españoles, aunque las fiestas de Carnaval se van extendiendo por todo el mundo a pasos agigantados.

En la vida cotidiana hacemos cosas sin conocer su sentido ¿Qué significa carnaval? Caro Baroja dedicó un libro a su estudio en el año 1979 para hacer su análisis histórico-cultural en la editorial Taurus, que todavía puede verse en la edición del 2006, de Alianza, con 536 páginas. Desde entonces se ha convertido en el mejor conocedor de su significado, que hace proceder del italiano ‘carnevale’, vale la carne. En español hay una palabra más antigua, que es ‘Carnestolendas’ (hay que dejar la carne).

¿Por qué quitar la carne? Carnaval "es un hijo (aunque sea un hijo pródigo) del cristianismo”, según Caro Baroja. Hay que prescindir de la carne cuando llega la Cuaresma, en la que se hace ayuno y abstinencia, precisamente de carne, según las normas de la Iglesia católica, que se remontan a la Edad Media, nada menos. Si se desconoce esta historia, difícilmente puede comprenderse lo que es el Carnaval.
[www.lasnoticiasdecuenca.es]
El Carnaval incluye tres días: lunes, martes y miércoles de ceniza, que simboliza la fragilidad humana: eres polvo (memento homo quia pulvis es) y te convertirás en polvo (et in pulvere reverteris). En cambio la carne simboliza comilonas, festejos y jolgorios con placeres de todo tipo y diversiones. El pueblo alargó los días al jueves lardero, que procede de lardas, o grasas del cerdo. En algunas ciudades se identifica el jueves larguero con una tajá y un huevo. La costumbre era irse al campo para tomar un bollo del pan con tortilla y embutidos: chorizos, morcillas, costillas, lomos, etc. Así se combatía el frío, que hacía todavía en el mes de febrero.

En cuanto a la retirada de la carne la explicación es que durante los 40 días de Cuaresma, partiendo del miércoles de ceniza, no se podían consumir productos como carne, leche, huevos y otros, por lo que podían perderse. Entonces organizaban comidas en exceso. Las normas de la Iglesia prescribían una comida al día (ayuno) y abstinencia de carne, haciendo penitencia, y dando los productos a los pobres.

En cuanto a la sardina del último día de Carnaval no tiene nada que ver con que sea un 
pescado barato ni para gente pobre. La explicación es que se acostumbraba a enterrar una parte del cerdo para su conservación, el costillar, al que se llamaba ‘sardina’, de aquí el contenido de la tradición.

A la Edad Media sucedió el Renacimiento, que cambió el panorama medieval por una organización libre de la vida y un nuevo paradigma. Había que recuperar las formas culturales anteriores a la cultura cristiano-medieval.  Todavía los seres humanos vivían en un mundo cristiano, pero el cristianismo no tenía ya la primacía, por la secularización en medio de una situación medieval otoñal.
www.adiantegalicia.es]
El Renacimiento valora positivamente la fiesta y la alegría del Carnaval, como expresión popular, llena de movimiento, colores y sonidos. Autonomía y separación de esferas para poder hacerse uno a sí mismo, sin las imposiciones tradicionales. Divertirse con máscaras, disfraces, vestidos y músicas, bailes y espectáculos. Tolerancia y permisividad para la fiesta del pueblo En Egipto había fiestas en honor del toro Apis y en el imperio romano, las de invierno honraban a Saturno (saturnales) y a Baco (bacanales). Algunos ven aquí el origen remoto del Carnaval como fiesta pagana, que parodia a la religión católica.

Entre nosotros, el régimen franquista prohibió el Carnaval, porque críticas, burlas, oprobios e infamias al dogma católico podían alterar el orden público. Además, el país pasaba por una guerra civil, por lo que no podía darse muchas alegrías.

¿Qué queda hoy de la situación descrita? Puede decirse que absolutamente nada, todo vale ahora, volviendo al desenfreno y falta de control del mundo pagano. Se va imponiendo lo que se pone de moda. Hay Carnaval hasta en colegios concertados de monjas, que los padres agradecen y jalean también, lo que puede parecer algo ridículo, pero a ver quién se atreve a luchar contra lo popular. Juntemos de nuevo a nobles y plebeyos para que se relajen unos días. Después todo volverá a la normalidad.
[www.webtenerife.com]
Falta la tradición de la Cuaresma cristiana, que muy probablemente no volverá más. Ahora se impone el turismo y los reclamos comerciales para atraer a las gentes a visitar el país en fiestas, que cuenta, incluso, con reinas del Carnaval. Adquirir fama mundial, como ocurre en Venecia, Brasil o Tenerife incentiva la economía de la zona. Así la economía ha sustituido a la religión.

Julián Arroyo Pomeda