viernes, 8 de febrero de 2019

Reventaremos todos con el conflicto catalán


Parlant la gent s’entén, sostiene el proverbio, pero no es así, desgraciadamente, porque los hechos lo desmienten en el caso del conflicto político catalán. Y no lo es, simplemente, porque no se discute, ni se habla, ni se razona la cuestión, lo único que se busca es imponer los propios puntos de vista al que consideramos adversario. Estamos llegando al hartazgo.

No negaré que la situación parecía destensada a partir del cambio de gobierno último. Ahora nos enteramos de que todo eran destellos para la propaganda a ver si se podía colar lo imposible. Y, si no se lograba, no importa, se trata de esperar pacientemente, ya que cuanto peor, mejor. Hasta que todo estalle como un misil de última generación en nuestras cabezas. Torra acaba de dar a conocer los 21 puntos presentados al gobierno español en diciembre. Esto no lo hizo público dicho gobierno para no romper el último puente del diálogo posible, quizás. Lo comprendo, pero creo que debió darlo a conocer inmediatamente: así sabríamos a qué atenernos ante tales condiciones.

Los dichosos Presupuestos han impulsado el resto. Por fin, el gobierno decidió aceptar una mediación (referencia al punto tres) con la denominación de ‘relator’, aunque sabía que el recurso era muy arriesgado. Se la ha jugado, pero tampoco es suficiente. La respuesta ha sido exigir el derecho a la autodeterminación (punto dos). Y así: tras de uno, otro y a ir tragando como por dosis. Sólo quedaba ya romper la baraja, puesto que la última carta estaba jugada, y cancelar el diálogo.
[www.publico.es; 6/02/2019]
Siempre conviene medir las consecuencias de los actos, porque se puede alcanzar el precipicio. Los barones socialistas ya conocidos, junto con otras figuras históricas, han sido presas del pánico y otra vez quieren morir matando. La oposición se lanza al degüello, convocando a la gente en la calle en un "frente cívico". Las palabras descalificadoras no pueden ser más burdas: alta traición, deslegitimación, vergüenza, humillación, pacto con golpistas. Todo para echar al presidente Sánchez y sacarlo de la Moncloa. Han olvidado que para eso existe un procedimiento inapelable, la moción de censura, que no se atreven a plantear, aunque la fanfarronería grite que no descarta nada contra Sánchez.

Los independentistas tampoco quedan muy dignos, porque, si el gobierno acepta sus puntos, lo aprobarán todo, sin que importe un carajo el contenido de los referidos presupuestos, ¿qué más da? Bueno, pues en las elecciones veremos, si bien los más interesados en resolver el conflicto no tengan que arrepentirse después. Sin embargo, queda pendiente la gran pregunta de cómo resolver dicho conflicto. Esto habrá que dejarlo para una próxima ocasión.

Julián Arroyo Pomeda