miércoles, 20 de agosto de 2014

La nueva cruzada del obispo Munilla


Un hombre arrogante en su interior, pero revestido exteriormente de la humildad de un servidor para su grey, a quien dirige un discurso apasionado como si estuviera en la verdad absoluta. Bajo el rótulo de "enticonfio" y encomendándose a la Virgen con gran riqueza de simbología religiosa, no deja de hacer proclamas en su diócesis de San Sebastián con un argumentario variopinto y la audacia de un cruzado medieval, marcada en su pecho orgulloso. Pontifica desde su cátedra arzobispal, al tiempo que ofrece titulares a los periódicos.

Con motivo de la festividad de la Asunción, del pasado 15 de agosto, ha conseguido que chirriaran, otra vez, los oídos de la gente sencilla, proclamando que la interrupción del embarazo es equivalente al despido libre. La conmemoración de la fecundidad de la Virgen por el Espíritu y su ascenso al cielo debe ser, sin duda, el marco adecuado para sacar a la palestra el tema del aborto y el despido libre. No me sitúo, es algo desconcertante. Vamos, como para hacer creíble la causa cristiana.

Espíritu (ruah, en hebreo) es aliento, soplo, energía, fuerza y poder, Dios mismo, en una palabra. Lo que hace posible respirar al creyente cristiano. Por eso puede poner su fruto en un vientre y enaltecer a María en su asunción. Ahora este poder de Dios se ha hecho absoluto, de modo que cualquier enemigo de la Iglesia deberá ser igualmente enemigo del Estado. Se trata del constantinismo, que tanto debe añorar el obispo Munilla. No se trata de ideas mías, no. Al anteproyecto de reforma de la ley actual del ministro Gallardón le ha espetado que la Iglesia no bendecirá a quien siga justificando el aborto. Echa en cara a los actuales gobernantes sus "titubeos" acerca del tema.

Tres son los temas tratados en su última homilía: la asignatura de religión, el aborto y el paro. Recorramos con algún detalle el tema de la religión.

Reivindicación de la enseñanza religiosa

La regulación de la asignatura de religión con su alternativa (Educación en valores) de la LOMCE es una buena forma de "normalizar la educación". Algo simplista parece la tesis, aunque se pueda comprender que éste es su único interés educativo. Mantiene el obispo que la religión es "de oferta obligatoria por parte de los centros, y de libre elección para los padres". Nadie le niega esto y la ley lo recoge, así que estamos de acuerdo. Ahora bien, eso de que "parece obvio" que la alternativa tendrá que ser la ética es un asunto bien diferente. Lo que sí debería haber es una asignatura de Ética, como ocurría hasta ahora, sin ser una consecuencia de la religión, ni al servicio de la misma. Lo que ahora se pretende sí es una verdadera involución, porque esto no está en la Constitución, sino sólo en los Acuerdos, que, a todas luces, fueron elaborados previamente a la Constitución y son, por tanto, pre- constitucionales. Por eso, denunciarlos tiene sobradas razones.

En un escrito doctrinal anterior (¿Por qué la religión como asignatura?) reflexiona el obispo sobre las razones para defender la asignatura de religión. Aquí señala las siguientes: la política no puede decidirlo todo, la ética tiene un fundamento religioso, sin la religión no se puede entender nuestra cultura.

En otro escrito ("Asignatura de Religión en la escuela y otros "telares"...") vuelve al asunto de la asignatura de religión. Al parecer, los otros "telares" son la mentalidad laicista, que acosa a la religión. La cuestión es que se confunde laicidad y laicismo. Sólo la primera es sana y positiva, mientras que el segundo es astuto y excluyente, y acabará forzando la salida de la religión del currículo.

Hay razones pedagógicas que fundamentan la necesidad de la asignatura de religión en la escuela. Veámoslas.
a) Se trata de un derecho reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución española. Son los padres los que pagan impuestos al Estado para que garantice la formación religiosa y moral que les asiste.
b) La religión ayuda a entender la cultura heredada.
c) La religión ofrece una cosmovisión frente al saber fragmentado
d) La religión da sentido a la existencia ante la crisis de valores.
e) La religión tiene una dimensión moral.

La verdad es que toda esta serie de argumentaciones del obispo Munilla son de una pesadez tal que llevan ad nauseam, carecen de sustantividad, no tienen eficacia y no resuelven ni podrá resolver nunca el problema que los obispos se empeñan en hacer palpitante.
Lo que tiene la Ética es un fundamento racional con todas las secuelas religiosas y dimensiones morales que se quieran. Se queja el obispo de que Occidente parece un eclipse de la razón, si, pero es él mismo quien lo estimula permanentemente.

En cuanto a la confusión de laicidad/laicismo, Munilla es el que se empeña en semejante confusión. Construye un fantasma precisamente para darle palos. La escuela tiene que ser laica, respetando el hecho religioso, las tradiciones y la libertad de conciencia de los escolares. Esto implica que no cabe en la escuela la instrucción dogmática de ninguna confesión particular. Al contrario, se deben compartir valores de convivencia y actitudes cívicas de una comunidad, estableciendo prácticas educativas de tolerancia, descubrimiento del pluralismo y de las diferencias, y aceptación de convicciones y valoraciones de distintas fundamentaciones filosóficas. Pero esto no es nuevo, ya que lo practicó el laicista Francisco Giner de los Ríos en su escuela con resultados alabados por muchos.

Lo de los derechos y la judicialización de los mismos en los tribunales es un disparate, que sólo lleva a ver cómo conseguir un estatus escolar para la enseñanza de la religión, en lugar de estar pensando en la propia naturaleza de la misma. Esta es una gran pobreza, además del reconocimiento de un fracaso anunciado, al no ser capaces de resolver el problema como tal.

Que el conocimiento del universo religioso puede contribuir a entender mejor nuestra cultura no lo voy a discutir, es un lugar común pensar así. Pero los ejemplos que nos ofrece el obispo Munilla no significan nada. Léase el de la Magdalena, el del banquete de la Última Cena, o cualquier otro que se quiera poner. No significan nada, porque, aunque los alumnos asistan a clase de religión, tampoco se quedan con mucho. Yo mismo he podido comprobar, al explicar una situación determinada del mundo griego en clase de filosofía, transformada después en el cristianismo, que nunca habían oído hablar del acontecimiento. Como no lo creía, al salir de clase, busqué al profesor de religión, quien me dijo sonriendo que acababa de hablarles de ello hacía una semana. Todavía más. ¿Quién no se ha encontrado con que ante una pregunta de un ejercicio los alumnos le dicen muy serios que eso no se había explicado en clase, ni tampoco viene en el libro?
Lo de la cosmovisión y el sentido de la existencia lo pueden ofrecer perfectamente la filosofía y hasta la misma ciencia, como muestra la historia. Lo que se echa de menos aquí es la reivindicación de las Humanidades, ya que la formación humana se resiente cada vez más.

De nuevo la LOMCE vuelve a establecer la dualidad religión/alternativa. La pequeña historia educativa desde los años 80 confirma que esto no ha funcionado nunca y, además, es una solución discriminatoria e injusta. Calificaciones excelentes traerán más parroquianos en uno y otro caso. Muchos profesores se sentirán instrumentalizados, al tener que explicar Valores sólo para el mantenimiento de la enseñanza de la religión. La desmotivación es más que evidente.

Es, por último, un derroche de horario lectivo y de coste económico. Por pocas que sean las horas semanales que se ofrezcan, la enseñanza religiosa se imparte en cada uno de los cursos de Primaria, Secundaria y hasta de Bachillerato (parece que en este último nivel del Ministerio rectifica, aunque está por ver si no se recurre la decisión) y hay que pagar por ello al profesorado por parte del Estado, aunque los profesores de religión sean nombrados por él Ordinario correspondiente en base a su grado de idoneidad, lo que no tiene sentido en la escuela pública, al menos.
Recordemos también a Munilla que el Estado español no es laico, sino aconfesional, lo mismo que la Constitución. No es lo mismo una cosa que otra y él, que presume de ser tan preciso, debería saberlo.

De toda esta artillería dialéctica del obispo Munilla hay que hacerse una sola pregunta, si vale para solucionar el conflicto planteado. Si la respuesta es negativa, como creo, entonces estamos perdiendo el tiempo y, en todo caso, exacerbando los ánimos para nada. Sería mejor centrarse en el artículo 27,3 de la Constitución ("el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones"). Esta es la verdadera cuestión.

Lo que no se debería hacer

En la hoja de ruta hay que empezar por desbrozar los impedimentos para una solución correcta del asunto.
Judicializar el problema no es la solución. La reciente historia lo ha evidenciado suficientemente. El juez se limita a señalar si una norma es legal o no y conforme a derecho o no, pero no dice cómo enfocar el tema para darle una solución aceptable por parte de todos.

No se puede considerar un estatuto especial para la enseñanza de la religión de modo particular o aislado, sin integrarla en la formación humanística escolar. No hay que tener miedo a esto, que abriría nuevas perspectivas de tratamiento de manera conjunta y podría evitar muchos prejuicios.

La libertad de conciencia, que se trata de proteger, no puede ser excluyente para nadie, teniendo efectos no deseados y discriminatorios, diferenciando entre estudiantes católicos o de otras religiones con los no católicos. Estaríamos entonces utilizando un derecho para manifestar prepotencia y desprecio a otros.
Habría que replantearse la carga horaria y el profesorado que ha de atenderla, siendo prudentes para no caer en el exceso en ninguno de los dos casos. Igualmente habría que plantear unas pruebas estatales para quienes impartan la materia, con la renuncia de los obispos al privilegio de nombrar y cesar.

No se puede seguir proponiendo la alternativa a las enseñanzas religiosas. Esto no es serio, ni profesional, ni pedagógico, sino sencillamente lamentable e impositivo.

El planteamiento actual de la materia no es de recibo, pero, mientras se mantengan las normativas, habría que sentarse hasta alcanzar un acuerdo mínimo, sin exigir derechos ni imponer nada. Los obispos tendrían que dialogar en igualdad de condiciones con la participación activa de todos los interesados, sin hacerlo soterradamente con el Ministerio solamente. Esta situación no es trasparente, ni justa, además de que nunca les deja totalmente satisfechos, ya que la Administración no puede ceder en todo.
¿Qué se podría hacer entonces? Ante todo, abandonar el lenguaje belicoso que sólo habla de vulneración de derechos y ponerse a trabajar en un problema que continúa sin resolverse. La solución sólo puede venir del consenso entre todos los protagonistas para alcanzar un acuerdo social y político necesario.
Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: elmundo.es, fundación G. R., politiquiando.com 


jueves, 7 de agosto de 2014

Ocho apellidos vascos y otros tantos topicazos


Supongo que los lectores estarán al cabo de la calle en relación con esta película, estrenada recientemente, pero que ha tenido tan extraordinario éxito de público, reportando muy buenos beneficios en taquilla.

Todos los comentaristas han subrayado las carcajadas que se producen durante la proyección, señal inequívoca de que los espectadores lo pasan bien y se divierten mucho. A mí no me sorprende, dado que Emilio Martínez Lázaro, su director, ya dejó ver su patita en otras dos películas anteriores, que tenían todos los ingredientes para ser aceptadas por el público. Aquí Clara Lago, Daniel Rovira y Carmen Machi también contribuyen al éxito popular. Igualmente, los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José han sido entrevistados y alabados en programas de radio, y parece que ya trabajan en otro guión, que les quitarán de las manos, a buen seguro.
Por los comentarios que oí y leí después del estreno, no me tentaba acudir a una sala de cine para ver la película. Me parecía bastante intrascendente. Ahora bien, como la gente de mi alrededor no dejaba de preguntarme si la había visto y de afirmar que me iba a gustar, por fin caí en la tentación y me la pasé en video. No me gustó nada, quiero decirlo de un tirón para no dar lugar a equívocos.

Por si todavía quedara alguien que no la hubiera visto, no estará de más una brevísima síntesis del contenido. Unas chicas vascas acuden a Sevilla para celebrar la clásica despedida de soltera. Visten de sevillanas, como es de rigor. En la sala se encuentran con unos chicos sevillanos, entre los que destaca Rafa (Dani Rovira), el señorito andaluz, acostumbrado a disfrutar de la diversión y los placeres. Este seductor será rechazado por Amaya (Clara Lago), un ejemplar de mujer vasca de armas tomar y mala leche, pero no se resigna y días después viaja a Argoitia (Leitza) para conquistarla. El truco empleado es hacerse pasar por vasco, con el nombre de Antxon, imitando el modo de hablar de los escaldunes y las expresiones más groseras y populacheras. La película desarrolla el encuentro y su desenlace, esperado y nada original. Así, el final hace válido el principio y no falta de nada, prácticamente, aunque su duración no sobrepase la hora y media, porque la cosa no da más de sí tampoco.

¿Qué han dicho los críticos? Jordi Costa opina que "la película va viniéndose abajo" y que "la catástrofe se impone en el tramo final". Federico Marín cree que "el público se mondará incluso a costa de sus ‘principios’". Fausto Fernández habla del "desarrollo plano" del film. Boyero la considera "visible y audible. Simplemente". Luis Martínez la percibe como "una comedia... mala". Y Jordi Batlle la ve con "rasgos convencionales". En fin, tópicos ramplones, prejuicios, subproducto, mediocre, despreciativa, predecible y cabreante, zafia, son otras tantas lindezas que se han dicho de ella. Es cierto que también hay comentarios favorables. A mí los sevillanos que salen me parecen unos zoquetes y los vascos unos paletos, ahí va la hostia.

El humorismo de los topicazos

Todo el guión está plagado de tópicos, que otros consideran frescura y sentido del humor. La apertura se hace con sevillanas y manzanilla, aunque Amaya, la vasca, amenaza a uno de los chicos con soltarle una hostia. Está contando chistes de vascos hasta que Amaya grita al público que se rían de su puta madre, esa panda de vagos españolazos. Rafa la echa, mientras en el forcejeo la besa y se la lleva borracha a su casa. Los amigos temen que sea un comando de ETA y que esté buscando un piso franco en Sevilla. Se olvida el bolso, en el que no tiene con qué maquillarse, porque "las vascas no se maquillan" y "no pueden ver a los andaluces ni en pintura". Los amigos de Rafa ven en el móvil ‘aita’, que debe ser algo, dicen, y marcan. Rafa, del barrio de la Cruz se va a las Vascongadas para entregar el bolso a su dueña.
Gracias a su encuentro con Mercedes (Carmen Machi), que es de Extremadura, Rafa puede localizar la casa de Amaya, pero ésta le echa, amenazándole con darle un "salpicadito de hostias", aunque él piensa que caerá pronto.

Por una casualidad, Rafa-Antxon se convierte en líder de la kale borroca andaluza. Le salvará de la cárcel Amaya, que le necesita para que su padre Koldo (Karra Elejalde)  no se entere de la ruptura con su novio. Le espeta cosas como "típico de los andaluces, mucho decir y luego..."; "no digas ‘mi arma’, di hostia". Rafa le contesta con "los radicales vascos" y con que "la virgen de la Macarena es lo más grande que hay". El padre le amenaza con ablandarle "a hostias". Se dicen karrikasko y ‘aupa’. "Hasta mañana, corazones", se despide Mercedes, a lo que Rafa contesta con "hasta mañana, mis cojones". Amaya considera una mariconada que las parejas vayan agarradas de la mano.

Sigue la idiosincrasia de su lenguaje. El bonito, pescado por el padre y cocinado, "estaba de la hostia", o "de la hostia está el vino este" (el Chacolí), o "estamos tontos o qué hostias estamos". Rafael y Amaya están a punto de casarse, aunque no sale bien la jugada. "Que se vaya al Rocío a tocar los huevos", se oye otra vez. Y también: "los vascos mucha independencia, pero, al final, España les encanta", dice Merche. "Los vascos ni puta gracia tienen", en expresión de Rafa, mientras que Sevilla "tiene un color especial". Y así sucesivamente, mientras las risas brotan a borbotones. La vasca se rinde al sevillano, por fin, faltaría más. De factoría Tele Cinco, evidentemente.
Por si fuera poco todo esto, resulta que la película no es ni siquiera completamente original. A buen seguro que los guionistas conocían la película francesa de 2008, dirigida por Dani Boon, "Bienvenidos al Norte", que fue de mucho éxito en taquilla, haciendo burla crítica y ácida, pero, eso sí, con una mirada profunda, entrañable y elogiosa del gañan del norte. Supo ser, al mismo tiempo, local y universal.
Poco después, en 2010, se rodó en Italia "Bienvenidos al sur", que fue simplemente un remake de la francesa y resultó desternillante y nostálgica.
Pues bien, aquí se ha aprovechado para tratar conjuntamente el norte y el sur y provocar, solamente, las carcajadas y un gran sentimiento de tristeza, porque el sur ni siquiera es el sur, sino, exclusivamente, Sevilla. El trianero Rafa se indigna, incluso, cuando Merche le pregunta que si es cordobés. A quién se le ocurre comparar a Córdoba con Sevilla. Que falta de profesionalidad, porque hay provincias andaluzas despreciadas por otras. Esto lo hacen incluso los propios andaluces. Hasta este punto somos capaces de llegar. Penoso.


Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: cartel de la película; Lainformación.com (6/08/14); Lainformación.com (5/08/14); Lainformación.com (6/08/14); Lainformación.com (14/08/14).

viernes, 1 de agosto de 2014

¿Es posible distribuir la riqueza justamente?


Del treinta de julio al tres de agosto se está celebrando en Mérida el 60 Festival del Teatro clásico. Este año ha correspondido representar la obra Pluto de Aristófanes, seleccionada muy probablemente por la actualidad del contenido, que conocemos bien en la España actual, además de por sus propios méritos.

Se trata de una comedia escrita por Aristófanes hacia el año 380 a. C., es decir, en el siglo cuarto. Pericles, tan querido y admirado por los atenienses, ha muerto ya y Atenas, cuyo "mito" es expresión de la democracia se encuentra ahora en decadencia. La situación política venía siendo muy turbia, incluso en el siglo quinto, como ha puesto de manifiesto Luciano Canfora en El mundo de Atenas, recientemente editada entre nosotros por Anagrama. Gobernaba una camarilla que se repartía el botín, como enseñó Max Weber. En la polis de Atenas había violencia, la asamblea se encontraba desierta y sus dirigentes eran oligarcas. Es el momento de preguntarse por la naturaleza del poder, que aspiraba a lucrarse profundamente y a mantener sus privilegios.

Pluto o la riqueza


En este contexto sitúa Aristófanes su sátira política para plantear una utopía: si es posible un reparto justo de la riqueza. Hay que saber que el nivel de pobreza era tan alto en Atenas que había ciudadanos que se convertían en esclavos para poder trabajar así y comer, aunque sólo fuera un plato de lentejas. ¿Y si fuera posible acabar con la pobreza y distribuir la riqueza sin abusos, corrupciones y trampas de aprovechados?

Enfrentamientos, injusticias y privilegios luchaban entre sí por medio de dos castas insuperables, los ricos y los pobres. Guerra de clases, democracia destrozada por una plutocracia en aumento. El argumento es simple y fácil de retener, ya que se basa en dos personajes protagonistas antagónicos: Pluto (la riqueza) y Penía (la pobreza).

La situación socio-económica de Atenas, que Aristófanes crítica, es contraria a la democracia. No puede haber democracia sin igualdad y en Atenas la desigualdad crecía cada vez más. Pero la desigualdad es consecuencia de la mala distribución de la riqueza, lo que es injusto. La pobreza es, sin duda, consecuencia de las guerras del Peloponeso y de la corrupción imperante.

Esto impulsó la actividad de los políticos, los sicofantes y los comerciantes. Refiriéndose a los políticos, Crémilo dice: "en cuanto se hacen ricos con los dineros públicos, se vuelven unos sinvergüenzas que conspiran contra el pueblo y luchan contra la democracia". Y Pluto contesta: “Cuando se han hecho ricos, desaparecen todos los límites a su maldad". Incluso se pagaba una remuneración a los que asistían a la Asamblea, porque, de lo contrario, no acudían.

Los sicofantes eran también unos personajes que sabían aprovecharse de la situación: "otros eran los ricos -dice Crémilo-: los robatemplos, los políticos, los relatores y los granujas". Los delatores de la traducción eran los sicofantes, o acusadores e informadores públicos, que con sus infundios y mentiras se atrevían a arruinar a los ciudadanos. Cualquiera podía ser denunciado ante los tribunales, pero necesitaba de algún intermediario que conociera los recursos técnicos a emplear. Éste era el sicofante, que, además, podía acusar directamente por venganza, o para hacer un chantaje, o una calumnia. El delator de Pluto se queja a Carión de que en lugar de hacerle rico el dios le ha empobrecido y éste se extraña: "¿Es que tú eras del grupo de los sinvergüenzas y desvalijadores de casas?". El delator protesta, pero le acorralan más, pidiéndole que diga cuál es el oficio del que vive. Muy irritado contesta: "Yo soy el vigilante de todos los asuntos públicos y privados". Así protege la ciudad, acusando para que se cumplan las leyes, y mantiene la democracia.

Los comerciantes son gente sin escrúpulos que se las apañan para aumentar sus riquezas en medio de la pobreza reinante.

Hasta los mismos dioses están atemorizados, porque, cuando se reparte bien la riqueza ya nadie quiere ofrecerle sacrificios: "ni incienso, ni milagros, ni tortas, ni víctimas, ni ninguna otra cosa". Hermes está hambriento, dado que ya no recibe bizcocho, ni miel, ni higos secos, ni pastel, ni pata de cerdo, ni tripas calientitas, ni un pan bien cocido. El desprecio del esclavo Carión no se hace esperar: "(Se tira un pedo). Chúpate éste y lárgate corriendo". Igualmente se quejan los sacerdotes de Zeus de que ya nadie les hace sacrificios.

El desastre es ilimitado y la corrupción es la única reina. Lo que ahora se impone es "volverse canalla, delincuente, un sinvergüenza total, porque para la vida creo que eso es lo único provechoso". Así se expresa Crémilo. Y su esclavo Carión no se queda atrás: "en los tiempos que corren lo que conviene muchísimo es no ser honrado en nada". A lo que Blepsidemo (blepo = mirar; demos = pueblo), el amigo de Crémilo, añade: "limpio, lo que se dice limpio, no hay nada en ningún hombre: la ambición les puede a todos". No será exagerado proclamar que el panorama era desolador.

¿Cómo acabar con todo esto? Aquí viene el planteamiento de la utopía. Crémilo es un ciudadano de clase media, que se ha convertido en un pobre vergonzante, ya que su riqueza ha ido disminuyendo progresivamente, a causa de su mala distribución. La trama presenta a Pluto (la Riqueza), que ha sido cegado por Zeus, por lo que da dinero a los sinvergüenzas y no a los hombres honrados, porque no ve ni sabe lo que hace. Habría que devolverle la vista para que invirtiera la situación, premiando a los honestos y quitando la riqueza a los malos y deshonestos, que explotan a los demás.

Crémilo es un hombre honrado que no sabe si educar a su hijo para ganar dinero, sin escrúpulos morales y especializándole en el engaño y la sinvergonzonería, o hacerle honrado, pero pobre, como él mismo. Así las cosas, acude al oráculo de Delfos para que le ofrezca una solución. Sorprendentemente, el oráculo le dice que lleve a su casa al primero que se encuentre al salir del habitáculo. Da con un viejo ciego y harapiento, que resulta ser Pluto, el dios de la riqueza. Crémilo sueña entonces con hacer ricos sólo a las personas honradas, que saben usar bien la riqueza, esforzándose y trabajando con ella de manera productiva. Pluto no acaba de convencerse, ya que los hombres "cuando de verdad me tienen y se hacen ricos, son los peores de todos". Además, Zeus se podría vengar. A esto Crémilo le hace ver que el mismo Zeus gobierna a los otros dioses porque tiene más poder y que éste se lo da el dinero. Por tanto, Pluto tiene más poder que el mismo Zeus. Hay que hacer rica, solamente a la gente honrada.

Para que Pluto pueda actuar hay que devolverle la vista y esto sólo puede hacerlo el dios de la medicina: "lo mejor es lo que yo tenía pensado hace un rato, lograr que se acueste en el templo de Asclepios", dice Crémilo.

Penía o la pobreza

Mientras tanto, aparece una vieja mal vestida, que se presenta así a Crémilo y a Blepsidemo: "Soy Pobreza, que llevo viviendo con vosotros dos muchos años". Frente a la opinión de Blepsidemo ("en ningún sitio ha nacido un ser más dañino que ella"), Pobreza se considera "la única causante de todo lo bueno que tenéis". Ante el proyecto de hacer rica a la gente honrada, Pobreza le dice contundentemente: "estás muy equivocado". La razón es que si Pluto "repartiera a todos por igual, ya nadie se ocuparía de artes y oficios", mientras que ahora los pobres están obligados a trabajar para buscar el pan: no les sobra nada, pero tampoco carecen de lo fundamental. Y añade: los hombres con dinero "son gotosos, echan tripa, tienen piernas hinchadas y una obesidad descarada; a mi lado están delgados, con talle de avispa y son terribles para sus enemigos". Acaban echándola, aunque ella protesta que algún día querrán que vuelva.

Es bueno nadar en la abundancia para el hombre honrado, aunque se quejen por ello tanto el delator como la vieja con amantes antiguos, los dioses y los sacerdotes, que suspiran ahora por el puré de lentejas de los pobres. Tras la discusión (agón), se acaba con la procesión festiva a la Acrópolis ("lo indicado es que vayamos cantando detrás del cortejo"). Hay que hacer un cambio radical que mejore la polis: ahora el trabajo y la honradez producirán la prosperidad. Esperanza y pesimismo a la vez, porque los hombres ya no se acuerdan de los dioses, no les sacrifican, ni tampoco cambian los delatores, ni la vieja, pero sí que es necesario mejorar la situación económico-social.


Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: escuelapedia.com; teatres.gva.es; pasionporlacultura.es; ven-a-merida