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reciente trabajo de Piketty (Capital e
ideología. Deusto-Planeta: Barcelona 2019, 1247 páginas) está muy bien
organizado y escrito para poder entenderse, sin ser economistas. Es hombre
ambicioso, porque describe, explica, teoriza y prescribe, mostrándose brillante
en estos cuatro aspectos, aunque convence más en unos que en otros. Se trata de
una obra muy densa y de extensión considerable.
Ofrece
173 gráficos y tablas para explicarse. El libro "es, en gran medida, una
prolongación de El capital en el siglo
XXI" (página 7), de 2013, del que vendió 2,5 millones de ejemplares a
unos 17 € en francés y a 29 en español. El actual casi se iguala en las dos
lenguas, en torno a 29-30 €.
La
conclusión de 2013 era que el sistema de
mercado genera una desigualdad creciente, por eso ahora plantea cómo
justifican las sociedades la desigualdad. Mediante la ideología, dice su
titular: "Todas las sociedades tienen necesidad de justificar sus
desigualdades" (página 11). También ahora el libro se organiza en cuatro
partes, más introducción y conclusión.
La
introducción tiene 57 páginas y constituye la base teórica de su tesis. Hay un
relato dominante en las sociedades capitalistas, "la protección de los
derechos de propiedad" (página 45), porque esta es sagrada, a lo que Piketty
opone "la construcción de un relato alternativo" (página 12): la desigualdad "es ideológica y
política" (página 18), por lo que puede modificarse, dado que la propiedad
es social y temporal y las desigualdades no son naturales.
Considerará
que ya definió el capital en su libro de 2013. Su acumulación concentra la
riqueza en pocas manos, así lo creía Marx. Cuando su rendimiento supera el
crecimiento y la producción, produce desigualdades insostenibles. Ahora se
centra en la ideología, que define como "un conjunto de ideas y de
discursos a priori plausibles y que
tienen la finalidad de describir el modo en que debe estructurarse una
sociedad, en su dimensión social, económica y política" (página 15). La
describe bien, pero el contenido parece débil. Hay que tomársela en serio,
precisa. A pesar de las desigualdades, el autor es optimista: "el progreso
humano existe" (página 30), aunque no "es lineal" (página 34.
Para su mayor avance hay que reducirlas
mediante "un sistema de impuestos progresivos sobre la renta y sobre las
herencias" (página 47). Igualmente importa mucho "la inversión en
educación y el acceso a la formación superior" (página 52) con grandes
diferencias entre Estados Unidos y Europa y Japón. Hay que replantearse todo
esto.
¿Dónde
está la debilidad de las definiciones teóricas? Las ideologías no sólo
estructuran una sociedad, sino que son un poder de dominación en manos de la
clase dominante, por lo que es casi imposible acabar con ellas, si no es
mediante una revolución social. El impuesto progresivo corregirá las
desigualdades en el mejor de los casos, pero nunca las eliminará, si no hay
apropiación social de los medios de producción. Habría que insistir más en la
diferencia entre capital y patrimonio. Mientras uno se invierte, el otro
permanece inalterado. Si las desigualdades son el mal, hay que erradicarlas,
si, pero ¿cuáles son sus causas? Para Aristóteles la ciencia exige conocer la
causa y Marx ponía la causa del capital
en la explotación de clase por parte del propietario de los medios de
producción y en las alienaciones. Desgraciadamente, de esto no se habla aquí.
La fiscalidad y la educación ocupan muchas de sus páginas. Luego llegaremos a
la historia de cada una de las cuatro partes del libro, pero sin que se nos
pase que "la historia de todas las sociedades que han existido hasta
nuestros días es la historia de la lucha de clases" (Engels-Marx). Piketty
reformula la tesis como resultado de su investigación así: "la historia de
todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la
lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia" (página 1227).
Una sociedad justa pide libre circulación de capitales y personas, pero los Estados
no pueden elegir sus políticas fiscales y sociales por lo que habría que
repensar el federalismo a escala mundial. Las
ideologías son instrumentos del poder de clase para controlar y dominar al
proletariado, pero la lucha va de ideologías, no de clases. Hay puntos importantes
que no se encuentran.
Todo
esto es difícil de entender, aunque reconozco que Piketty subraya que “todas
las conclusiones obtenidas son débiles y provisionales" (página 1226).
Superar a Marx, emancipándose de él sin confrontarlo, o, al menos, dialogando
con él, puede resultar tan fácil como erróneo, pero Piketty no enfoca el tema
por esta línea.
En
el desarrollo de su investigación el autor ofrece un gran fresco histórico que
va de las sociedades terciarias a las propietaristas, las esclavistas y
coloniales, y las transformaciones contemporáneas. No queda espacio para
desarrollarlo. El autor da mucha importancia al sistema educativo: "el
progreso de la educación... ha permitido el desarrollo económico y el progreso
humano" (página 1194).