martes, 30 de octubre de 2018

Ditirambo por el empresario



J
uan Roig, afamado empresario valenciano, ha colocado Mercado en la cumbre en muy poco tiempo. No me extraña que se encuentre orgulloso de ello. Tampoco sorprende que sea lanzado y se atreva a superar cualquier obstáculo en el camino.

Ahora, en el XXI Congreso del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), celebrado en su ciudad de Valencia, se ha venido arriba y ha proclamado en su ponencia cosas sensatas, en general, y sin descender a detalles, así como algunas ‘perlas’ cultivadas para satisfacer al auditorio y provocar sus risas.

[www.periodistadigital.com]
Sensato es proclamar que las empresas deben tener funciones sociales y económicas, porque crean riqueza. Prescindamos del orden en la función. Satisfacer necesidades de los clientes, que tienen que comer pero no hace sólo esto, igual que las empresas no sólo se dedican a obtener beneficios económicos. Claro, todo va ligado. Dicho en lenguaje llano: "surgimos de un sueño que cada uno tuvimos que es la satisfacción de una necesidad de los clientes" (Roig) y con ello contribuimos a la prosperidad de la sociedad española. Así mejora el empresario la calidad y el nivel de la vida. El cliente es lo primero y el último, el capital. Otra vez el orden, que tiene su importancia. Todo esto ya lo expresó la LOMCE de Wert en la última unidad del programa del currículo filosófico: "La filosofía y la empresa como proyecto racional". Una preciosidad.

También produjo perlas. Unas bastante garrulas y burdas, como tener que hablar de empresarios y empresarias, porque si no "te meten en la cárcel"; o "empresas y ‘empresos’". Otras con apariencia de más seriedad, pero desafortunadas. Ganar dinero y obtener beneficios es fundamental para una empresa, pero, si fuera sólo esto, habría que dedicarse a las drogas, "que es donde más dinero se gana". Cuidado, no vaya a resultar que las empresas son servicios que dan dinero de modo altruista: atienden las necesidades de las personas y de paso ganan dinero. Muy bonito. Pero no, la empresa busca la obtención de los mayores beneficios. Quieren "maximizar el beneficio" de modo legal, sin dedicarse al mundo ilegal de las drogas, aunque esto se denomine trabajar para toda la sociedad.

Finalmente, Roig, que no quería hablar de política, acabó reivindicando la conexión por AVE del Corredor Mediterráneo, lo que incidiría en los negocios, sin duda, y tiene toda la razón en esto, no lo negaré.

Julián Arroyo Pomeda



jueves, 11 de octubre de 2018

El imbécil y la palmera



Á
lvarez Cascos (los cascos los lleva puestos, se decía antes) comparecía el martes pasado en la Comisión del Congreso que investiga la financiación irregular del PP, presidida por Pedro Quevedo (NC) y Beatriz Escudero (PP) como vicepresidenta. A las preguntas del diputado Rufián (ERC), Cascos negó que hubiera financiación opaca, irregularidades y sobresueldos. No se avergonzaba de nada, al contrario, presumía de sus logros. Y aprovechó para lanzar una pullita sobre el sistema autonómico catalán, que segrega por cuestiones ideológicas. Rufián le reprochó su querencia por "la bandera del pollo", aludiendo al aguilucho del escudo de España durante el franquismo. Aquí saltó Escudero, quejándose al presidente por semejante referencia a la bandera. Rufián la llamó entonces "palmera" de Cascos y Escudero le soltó: "No me guiñes el ojo, imbécil", levantándose de la mesa porque Quevedo no la amparaba. Rufián retiró después su expresión, lo que no hizo Escudero.
[www.periodistadigital.com]
Atacada, humillada, insultada y despreciada por un independentista machista se sintió Escudero. Cristina Pardo ha tachado el espectáculo de tabernario en este mismo periódico; propio de una tasca, escribe Escudier; otros hablan de bufonada característica de Rufián. Los comentaristas más sesudos se quejan de que lo que se ha conseguido es apartar el fondo de la cuestión, o desviar la atención de asuntos tan profundos y serios. Mi tesis es que Rufián se encuentra por encima de casi todo y, además, lleva razón. Es un hombre listo. Todos conocemos la habilidad de Cascos para dar largas cambiadas a lo que no le interesa afrontar, siendo tan chulesco como Aznar, de quien fue mano derecha. Jamás supo de la caja B, las acusaciones son falsas y la Fiscalía se basó en meras conjeturas. Todos sus ingresos están acreditados por el Tribunal de Cuentas. Ante tal cinismo, creo que Rufián considera la comparecencia una pérdida de tiempo.

Sólo quedaba, entonces, optar por una butade provocadora para divertirse un poco. Y, si entran al trapo, mucho mejor. Cascos eludió el enfrentamiento, pero Escudero explotó, ella no es ningún florero. El mismo Cascos se tronchaba de la risa, qué raro que Escudero no lo viera. Riámonos un poco para dejar así a todos en evidencia, pareció pensar el crack Rufián. Y ¿por qué no? Todos los burgueses son así, como cantaba Aute. Allá ellos si se enfadan, que con su pan se lo coman. ¿Y si en lugar de tantos aspavientos aceptáramos la corrupción estructural en que se ha movido el PP y por lo que ha tenido que ser apartado un Presidente del Gobierno, que no ha sido capaz de acabar con ella?

Julián Arroyo Pomeda

lunes, 8 de octubre de 2018

El castigo por perturbar el orden



L
os Pájaros (The Birds, A. Hitchcock, 1963) se da frecuentemente en televisión. Telemadrid la ofreció la semana pasada. Los espectadores se impresionan por la condición perturbadora que desprende y el terror que produce cada fotograma, como el poste de los hilos telegráficos, plagado de cuervos, o posados en la estructura metálica de la escuela, o en los tejados. Quedan llenos de interrogantes cuando contemplan la película. Decía A. Bazin que la obra de arte va más allá de las intenciones conscientes de su creador. Hitchcock no manejó sólo un final, pero el que quedó resulta desconcertante.

El caso es que la película empieza con aires de comedia. Una joven en la tienda de animales, un cliente que le pide periquitos, confundiéndola con una dependienta, ella siguiendo la broma, el canario que escapa de la jaula y es capturado por el cliente, que dice: "Vuelve a tu jaula dorada, Melanie Daniels". Después ella se dirige a Bahía Bodega a llevar los periquitos a Cathy para sorprender a Mitch y la gaviota hiere su cabeza, que Mitch le cura. Ha aparecido el horror, que no terminará. La pequeña Cathy pregunta a Mitch porqué actúan así los pájaros, por qué quieren matar a las personas, y él le contesta: "Nadie lo sabe. Ojalá lo supiera".

¿Qué pistas nos ofrece Hitchcock? En el restaurante una madre histérica acusa directamente a Melanie: "Dicen que todo empezó al llegar usted aquí... ¡Es usted infernal! ¡Perversa!". Lo cierto es que los ataques comienzan con la llegada de Melanie, una foránea que perturba el orden social establecido, introduciéndose en la vida de la familia Brenner y en la sociedad de Bahía Bodega. Siempre sucede una actuación paralela entre pájaros y seres humanos: la madre teme la soledad, la maestra no quiere perder a Mitch, a Melanie la abandonó su propia madre. Esto conduce a encontrarse y acercarse físicamente entre ellos: Mitch entra en la tienda, se encuentra con Melanie y luego acude a curarle el golpe de la gaviota; violencia en la puerta de la casa de la maestra, cuando Melanie decide aceptar la invitación y acudir al cumpleaños de Cathy; los pájaros irrumpen por la chimenea, al quedarse Melanie a dormir en casa de los Brenner; ataque a los niños que salen de la escuela, cuando Melanie sustituye a mamá Lidya para recoger a su hija. La extranjera se entromete, cuestionando la estructura familiar y la sociedad misma de Bahía Bodega, a los que no pertenece, pero puede sustituir.
[Fotograma de la película]
Los pájaros representan conflictos emocionales entre Lidya y Melanie, Melanie y Annie. Y atacan, precisamente, cuando se atisba alguna solución que puede destruir el orden anterior, según el cual todo depende de un Superyó, que lo controla todo.

Una palabra sobre el final. Los pájaros rodean el coche en el que se van los protagonistas de la historia. Están muy pendientes, pero tranquilos, ya que no atacan. Parecen quedar al acecho por si hubiera que empezar de nuevo. Formalmente, tampoco sale el The End, sino el logo de la productora, como si fuera a empezar la historia. Todo queda abierto. ¿Podría volver el horror?

Por inercia, somos bastante conservadores y renunciamos a los cambios, máxime si vienen de gente de fuera de nuestra comunidad. Hoy seguimos actuando en esta dirección, no aceptamos cambiar y rechazamos a los extranjeros. Por eso la estructura del film se mantiene de actualidad y es un clásico. Todavía hay pájaros capaces de producir pánico en nuestras sociedades caducas que tienen que renovarse frente a la consigna implícita de aguantar todo lo posible.

Julián Arroyo Pomeda