domingo, 29 de marzo de 2020

Covid-19: la importancia del relato


¿Qué está pasando en el mundo? Existe una situación de pánico universal por el virus, que arrasa con todo lo que encuentra. Primero fue Coronavirus y, por fin, Covid; Corona (Co) virus (vi) disease (d): enfermedad de coronavirus, evitando señalar a un país determinado. Así quedó en algo mucho más neutro.

Se descubrió en diciembre de 2019 en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en su mercado de marisco, pescado fresco y animales vivos. Aquí se situó su epicentro, primero, pero luego la Academia de Ciencia China sólo admite que se divulgó por Wuhan, aunque no tienen seguridad de si mutó de un animal silvestre al ser humano. Las mascarillas son importantes para que alguien infectado no lo transmita. También conviene evitar el contacto con animales selváticos y cocinarlos bien.

Su expansión fue rápida, la OMS declaró la emergencia sanitaria y posteriormente calificó de pandemia al que se denominó Coronavirus de Wuhan. El médico chino Li Wenliang advirtió el inicio del brote, pero las autoridades le ordenaron que no hiciera comentarios falsos ni propagara rumores que perturbaban el orden social. Murió después de tratar a pacientes con el virus. Comenzó la censura y la gran confusión. Muchos en China consideran un héroe al doctor Wenliang, pero silenciaron drásticamente la opinión pública y la libertad de expresión. Nació, pues, en Wuhan, pero la OMS no quiso molestar a la República Popular China.
[www.lavanguardia.es]
En alguna lonja de esta ciudad ofrecían un centenar de especies de animales, incluso exóticos, algunos se vendían vivos y en condiciones higiénicas deplorables. Ya se cerró por los casos aparecidos. Al principio, la OMS atribuyó el virus a la civeta, especie relacionada con los murciélagos. También analiza el pangolín. Ahora permanece un manto de silencio extraño. Luego vino la indignación total del pueblo chino contra sus líderes y estos lanzaron la posibilidad de que el ejército estadounidense trajera la epidemia a Wuhan. Trump lo calificó de falso, pero la confusión está servida y el pueblo se unirá a las autoridades frente al enemigo norteamericano. El caso es que multitud de atletas del ejército de Estados Unidos acudieron a Wuhan en los Juegos Mundiales Militares de octubre de 2019. ¿A qué vienen tales acusaciones, que pueden acabar en la teoría de la conspiración?

La cuestión es que no se puede creer a China, pero menos aún a la Norteamérica de Trump: ambos se enfrentan por la hegemonía mundial. China ha sido muy hábil y en la actualidad se ha introducido en todos los rincones del mundo a través del libre comercio con ofrecimiento de material ingente de mejor calidad que hace sólo unos años y con precios mucho más baratos. Ahora sus médicos están en Italia, tras el éxito de haber controlado el virus en Wuhan para colaborar con su extinción. Ofrecen las mascarillas, que ahora les sobran, y cualquier otro material protector. Sus científicos repiten que la infección se registró en China, pero que su origen no está ahí. Sólo la ciencia podrá decidirlo. Ahora lo que importa es combatirlo y ellos están dispuestos. Ofrecimientos similares han hecho a España. Si logran controlarlo, serían vistos como dioses y acabaría toda suerte de críticas. Este es su objetivo: presentarse ante el mundo como vencedores, sin condiciones.

De momento están por erradicar la epidemia, el cobro de beneficios llegará después. Su empresa de telecomunicaciones Huawei colabora también muy activamente. Mientras tanto, hay otra guerra incruenta, la de las vacunas. China parece la más adelantada en esto. Estados Unidos no puede permanecer detrás. Alemania está igualmente en ello y Trump quiso comprar la empresa alemana CureVac, que se encuentra investigando. El bueno de Pedro Duque declara que la vacuna en la que trabaja un grupo de investigadores españoles será más compleja y de mayor efectividad. Está ahora al más alto nivel. Trabajar todos juntos en un macro laboratorio es impensable. Cada uno utilizará sus propios medios, ya que competir es fundamental.

Vargas Llosa abre la caja de los truenos en un reciente artículo, refiriéndose al virus que proviene de de la dictadura china. La embajada china del Perú lo llama irresponsable, difamador y estigmatizador y han censurado sus obras, retirándolas de la venta en China. Se sabe que se trata de una dictadura y que el virus procede de Wuhan. Sin embargo, Vargas añade algo más, que el mercado libre no se compadece con una dictadura política y que no "es un buen modelo para el tercer mundo". A ver si lo ocurrido con el coronavirus abre los ojos a los ciegos.

De momento, China ha construido un buen relato del Covid-19. Ahora toma el liderazgo mundial y se admira su buen hacer. Hasta en la cafetería donde desayuno, cerraron, diciéndome que se iban a China. Ante mi extrañeza contestaron los trabajadores chinos que la llevan que allí ya no hay problema, porque han controlado el virus; en cambio, aquí no estamos seguros. Así pues, el relato está siendo todo un éxito. Qué hábiles los líderes chinos.

Julián Arroyo Pomeda

jueves, 26 de marzo de 2020

Cambios climáticos y mutaciones víricas


Algunos ya anunciaron, dando la voz de alerta, que a la humanidad no la destruirían bombas, tanques, misiles y demás armamento sofisticado de última generación, sino que caerá por invasiones  de nuevos virus, procedentes de mutaciones desconocidas. Es una cosa algo misteriosa que no se acaba de creer, pero de pronto y sin esperarlo sucede alguna catástrofe que nos envuelve en la peor de las pesadillas.

La epidemia actual es el Covid-19, que ha producido pánico global. ¿Por qué? Carece de tratamiento y, mientras se descubre la vacuna adecuada, se va enfrentando con el protocolo de contención, que no ha funcionado. A partir de aquí se iniciaron protocolos más contundentes. El más fuerte es confinar un territorio y aislarlo por completo para evitar la expansión y transmisión. Así cambió drásticamente el modo de vida de los ciudadanos de Wuhan que quedaron encerrados en sus casas, en las que introducían, incluso, alimentos los funcionarios del Estado con la máxima protección para evitar contactos. Los líderes chinos defienden apasionadamente que este tratamiento resultó efectivo.

Otros proponen no hacer nada y dejar que se contagie un país entero lo antes posible, porque de este modo, una vez superado el golpe, todos quedarán inmunizados. Muchos morirán, pero quienes sobrevivan serán más fuertes con mayores capacidades para construir una sociedad nueva. Es una especie de eugenesia global. La solución bien merece el calificativo de locura. En efecto, tal propuesta es una cosa de locos, que sigue habiendo entre gobernantes poderosos.

También está la Unión Europea, obligada a establecer soluciones contundentes igualmente, pero limitadas por su modelo económico neoliberal, en el que la riqueza producida se reparte de un modo cada vez más desigual. Las crisis no molestan, porque se aprovechan para ajustarlo todo mucho más de modo que la mayoría contribuya a salvar a los grupos selectos, bajo la amenaza de la explosión del desastre, de manera que los ricos sean cada vez más ricos y más pobres los que ya eran pobres. El modelo tiene que ser salvado para que su respuesta sea el crecimiento y la recuperación a base de mayores niveles contaminantes, degradación del clima y trabajadores expulsados del sistema y condenados al paro. La consecuencia es el egoísmo universal para apropiarse de todo lo que se pueda, estableciendo la guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes) de Hobbes. Solo él Estado social, la vuelta a lo público y lo común, podrá hacer frente a semejante barbarie de un mundo globalizado contagioso, que produce desempleados, marginados, empobrecimiento, desahucios y paraísos fiscales para que los más adinerados puedan ocultar sus capitales bien sustanciosos.
[Penetración del coronavirus en células humanas; www.nationalgeographic.com]
Puede venir otra gran recesión, amenaza el capitalismo renovado, introduciendo el pánico entre las clases productoras que sólo tienen su trabajo para sobrevivir. Los bancos no pueden caer, ni la bolsa tampoco puede seguir desplomándose. Siempre hay un chivo expiatorio al que echar las culpas. Habría que pensar si el cambio climático desatado, inducido por un sistema de producción para el que solo cuentan los máximos beneficios, no influye en la mutación de virus ubicados en animales para pasar ahora a los humanos. La solidaridad y la dignidad humana no cotizan en bolsa, no lo olvidemos. En un plan de salud global no interesa invertir, ¿para qué? Lo que piden los chupasangres es desmochar de vez en cuando a muchos desgraciados para aclarar el ambiente. De este modo les irá aún mejor a cuántos ya les va bien.

Mientras tanto, no faltan grandes mentiras exculpatorias. Una es que tenemos los mejores profesionales sanitarios, que podrán controlar la epidemia, aunque sea a costa de dejarse la piel en ello. Es cierto, pero olvidamos que los buenos y experimentados fueron expulsados por jubilaciones, recortes en plantillas y camas hospitalarias para no reponerlos y hasta impulsando hospitales privados o privatizando los públicos con internalizaciones y tantos recursos de ingeniería. Ahora se llama a jubilados recientes y hasta a estudiantes de medicina de los últimos cursos, cuando muchos han tenido que salir al extranjero para poder trabajar y vivir. Buen cinismo patrio tenemos.

Quienes antes aplaudieron las privatizaciones ahora se desgañitan, diciendo que se ha actuado tarde y mal. Siguen sin convocar a tiempo oposiciones para resolver interinidades y contratos precarios, de modo vergonzoso e injusto. Eso sí, luego el Covid-19 para la Pública, porque produce pocos beneficios económicos. Las empresas se guardan los recursos elementales de protección para que suban los precios y las farmacéuticas invierten en investigación cuando tienen seguros los beneficios. Que los virus estaban en animales como los murciélagos y siguen presentes en otros animales lo sabemos, pero no se hace nada, porque, mientras estén en ellos, bueno va. ¿Y si mutan? Según León Felipe nos han contado ya todos los cuentos y los conocemos bien. Y ahora ¿qué?

Julián Arroyo Pomeda

domingo, 15 de marzo de 2020

El premio César a Polanski



 “Solo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma” (Émile Zola. París, 13 de enero de 1898).

Vi la película de Polanski. Me pareció grande en cuanto a su factura, la interpretación de los actores y la solidez del guión. El director se mantiene a la altura cinematográfica de siempre, aunque esta no sea su mejor obra, y maneja como nadie el enfoque del cine clásico. Es magnífica su puesta en escena y el interés no decae en ningún momento.

Polanski cometió una villanía inclasificable hace más de cuarenta años, cuando violó a una niña de trece. Lo reconoce, pero alega que el sexo fue consentido. Con esta edad no se puede consentir nada y actuó como un auténtico descerebrado. Desde entonces lleva pagando su pasado, aunque ha burlado la cárcel. Por eso comprendo muy bien que se considere una vergüenza la concesión del premio César francés y que varias personas salieran de la sala, porque no lo soportaron. La actriz Florence Foresti declaró que estaba disgustada (écoeurée) y que no perdona a Polanski. Además, no es el único caso. Sin embargo, ¿qué podría hacer una Academia, si el film había recibido más nominaciones que nadie, como dijo la directora Claire Denis? La controversia estaba servida y la indignación fue sonora.

Los premios César del cine francés distinguen las mejores películas y equivalen a los Oscar de Hollywood. Desde su creación en 1975 se han ganado el prestigio internacional merecido y la ceremonia de entrega constituye un espectáculo. Tampoco es la primera vez que se lo dan a Polanski, aunque, probablemente, será la última. Algunos premios han sido polémicos, pero lo que no pueden perder es el prestigio logrado de trofeo emblemático.

Ahora bien, ¿hay que condecorar a un artista en virtud de la calidad de su trabajo, aunque se haya mostrado miserable por sus actos humanos, o prescindir de la calidad de una obra por el rechazo social que una persona provoca? Esto no es fácil de resolver. De hecho Claire Denis y Emmanuelle Bercot no dudaron en entregar el premio. Informamos de una votación, dice Denis, no emitimos un veredicto. Y ante la pregunta de si entendía el gesto de las personas que se ausentaron, contestó que no es insensible al dolor de los demás. La cuestión es si valoramos una película magnífica o la persona que la filmó. Una cosa no quita la otra, por supuesto. ¿Premiar a Polanski es dar una bofetada y echar un escupitajo a las víctimas? Desde luego que la irracionalidad no puede triunfar. Cualquier institución tiene la obligación de dar ejemplo. Roman Polanski lo sabe, sin duda, por eso su película está planteada en términos de estructura racional y no emocional. No se le puede negar inteligencia.

Ha hecho un gran cine, que puede llevarnos a pensar lo extraña que es nuestra cultura, no sólo la actual, sino la de todos los tiempos. Cultura es como el cultivo de nuestras capacidades mejores, pero la cultura no es algo natural, sino que muchas veces está contra la naturaleza, aunque igualmente pueda sublimarla. Este debate sigue abierto en la actualidad, sólo hace falta ser un poco observadores para darnos cuenta de ello.

Personalmente, sí creo que la película es acreedora de un gran Premio, otra cosa es que nuestra idiosincrasia natural nos pida que dejemos que el autor se pudra en prisión. La violencia actual contra las mujeres no permite el mínimo titubeo para dar un paso atrás. Sería una injusticia colosal.
Lo que pasa es que a Polanski ya no se le puede sacar de su contexto, que fue dramático, trágico y hasta siniestro: no se debe separar la obra de su vida. Y en esta última hay veces en que uno es a la vez víctima y verdugo. A él se le da mejor presentarse como víctima, ocultando lo de verdugo. El paralelismo Dreyfus-Polanski es inevitable, aunque también hay que decir que la película no se enfoca hacia el oficial, sino que aquí el héroe es Picquart, un militar integro y lleno de nobleza, que sólo busca encontrar la verdad. "Hacer una película como esta ayuda mucho. En la historia a veces encuentro momentos que he experimentado, puedo ver la misma determinación por negar los hechos y condenarme por cosas que no hice".

De otra parte, hay que reconocer la valentía de Polanski para denunciar la corrupción del París del siglo XIX y su política escandalosa con un férreo control militar. Esta situación supera el fin de siglo y lo trasciende para ir más allá. Todavía hoy el antisemitismo sigue vigente, así como el odio, las violencias y la intolerancia. Actualmente, y más que nunca, la posverdad puede destrozar la vida de cualquier persona, condenándola ininterrumpidamente. Disfrutamos de más derechos que nunca, pero sobre el papel y de un modo teórico, porque cada vez tenemos la posibilidad de acceder a menos. Las desigualdades y servidumbres son el menú cotidiano sangrante. ¿Quién será hoy el Zola que lo denuncie, incluso a costa de su propia vida?

Julián Arroyo Pomeda

lunes, 9 de marzo de 2020


De vez en cuando leo las experiencias que en forma de libro o ensayo nos ofrece algún filósofo que ha terminado, o está a punto de hacerlo, su vida activa, o se encuentra ya como emérito. Es ahora cuando puede perfilar todo lo que ha ido libando a lo largo de su extensa profesión.

Estoy con un libro recién publicado (Quintanilla, Filosofía ciudadana. Editorial Trotta) que quiere hacer algo parecido a lo que plantearon los antiguos griegos en la polis o la ciudad, en su raíz latina. Muchos vivimos en ciudades sobre las que tendríamos que reflexionar, como hace Quintanilla. Su contenido está formado por artículos breves en los que siempre hay algunos pensamientos sobre el tema que se presenta. Por eso es de lectura cómoda, aunque no frívola en ningún momento. Se trata de un ejercicio para recuperar las capacidades de pensar, volviendo de nuevo a los tiempos ilustrados.

De pensar no podemos desprendernos nunca, porque pensamos permanentemente. Otra cosa es que tematicemos lo que pensamos. No puedo enseñarle nada a nadie. Sólo puedo hacerle pensar, decía Sócrates. Y con razón, ya que no sabía nada, pero la ciudad si enseña, porque es fuente de experiencias, si sabemos pensarlas e interpretarlas. La filosofía es una forma de pensar, cuya herencia procede de quienes vivieron en la antigua Grecia.

Los pensamientos y las ideas pueden llegar a construir un tratado, pero aquí, para empezar, sólo importa ejercitar el pensamiento, o, lo que es igual, hacer un ejercicio de filosofía. Esto no es difícil, porque la vida de todos los días nos proporciona material para pensar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, dándole así el valor que tenga, su sentido, descubriendo las razones por las que algo acontece, evitando contradicciones en lo que expresamos. Esto es lo mismo que vivir.

Quintanilla, que cuenta con una buena trayectoria filosófica y de compromiso con la realidad, ha reunido muchos de sus pensamientos en este libro y sabe comunicarlos directamente, dejando siempre clara su posición. Unas veces el artículo respectivo tiene que ver con su ejercicio profesional y otras con cualquier noticia que se presente. A todas las saca el jugo que tienen y argumenta sobre la tecnología, la cultura científica, la política y el carácter filosófico. Veamos algunos ejemplos.

Qué es el universo, cómo funciona y cuáles son sus secretos nos lo enseñó Einstein con la teoría general de la relatividad. Los seres humanos ocupamos un lugar en el mundo, ahora toca cuidarlo, porque así nos cuidaremos igualmente nosotros con él. En el universo hay muchas cosas, a las que generalmente no damos ninguna importancia, porque pasamos de ellas, o no las advertimos, pero tienen también un sentido y somos nosotros quienes lo damos, cuando las incorporamos en nuestras vidas.

La filosofía se ha ocupado siempre del sentido de la verdad frente a su contrario, la mentira, pero ahora tenemos el concepto alternativo de la posverdad. Esto es la mentira posmoderna. De materia y forma habló Aristóteles. La materia era informe y la forma, pura. Actualmente seguimos despreciando la materia. Nos importan las ilusiones, las redes sociales, las formas y la tecnología: "seguimos atrapados en el hilemorfismo aristotélico". Los creyentes y los ateos pueden convivir y ambos merecen ser respetados, sin apabullar a nadie. No hay que meter los toros en la política y no merecen maltrato ni sufrimiento. Es un tema delicado. ¿Quién negará el derecho a la tolerancia? No lo extrapolemos, porque solo con el fanatismo no se puede ser tolerante.

¿Todavía tenemos que estudiar filosofía? No dará fama ni riqueza, pero sí puede hacernos disfrutar de la vida, sabiendo por qué hacemos lo que hacemos y manteniendo el equilibrio racional necesario en una vida examinada, respetando la verdad y la dignidad humana. Todos perderíamos si desapareciera del currículo escolar. La igualdad es de justicia, pero tendríamos que conseguir que fuera eficiente y rentable socialmente. Los números "están hechos de pensamiento".

El valor real de las cosas no se corresponde con el valor de mercado. Es razonable que el mercado quiera obtener beneficios económicos para poder mantenerse. En cambio, actualmente no se trata de crear riqueza, lo que a todos interesa, sino de hacer ingeniería financiera, el gran truco del neocapitalismo, que no se corresponde con ningún valor real. Una forma de pensar preocupante. Son muy exitosas las técnicas de manipulación de embriones, pero no pueden utilizarse de forma irresponsable. La ciencia y su prestigio cada vez nos interesan más, pero es "una creación del espíritu".

La política es hoy denostada y admirada. Si somos demócratas, sólo vale vencer convenciendo y no mediante espectáculos de causa interesada. Los hooligans son una aberración y no estamos lejos de jalear de manera similar a nuestros partidos políticos. Espero que se haya podido percibir la filosofía en ejercicio que propone el profesor Quintanilla desde la Universidad de Salamanca.

Julián Arroyo Pomeda

domingo, 1 de marzo de 2020

Alcalde rediseñador de nuestra historia


“Por tu vida, Lopillo, que me borres/las diez y nueve torres del escudo, /porque, aunque todas son de viento, dudo/que tengas viento para tantas torres” (Luis de Góngora).

Madrid, como cualquier ciudad, ha tenido alcaldes mejores y peores, pero Almeida se ha empeñado, desde que llegó, en conseguir el premio del peor de todos los alcaldes con un desparpajo estúpido y despreciable. Creo que es el hombre que más sabe de alcaldadas permanentes. Parece tan necio que sólo piensa en que le saquen en las portadas de los periódicos a diario. Quizá tenga un complejo de inferioridad.

Alcanzó la alcaldía sin haber ganado las elecciones, por lo que tiene necesidad de reafirmarse diariamente como el alcalde que es, dando la impresión de que todavía no se lo cree, aunque está bien arropado por Ciudadanos y Vox. Con Villacís sorprende por su poca estatura física y con Ortega Smith ya no es ni siquiera comparable. Tampoco, con Gallardón. A optimista y orgulloso no le gana nadie. Además, es un graciosillo. Ante el tuit de Sánchez sobre el Memorial del cementerio de la Almudena solo se le ocurre esta contestación: "¿Me puedes confirmar si el que te ha escrito este tuit es el mismo que escribió tu tesis?". Malafollá, como dicen los granadinos, sí que tiene el hombre. Es capaz de pisar todos los charcos posibles: siempre se encuentra al quite, armado de su petulante sonrisa.
[Nombres de víctimas inscritos en memorial Almudena; www.elpais.es]
Este mes de febrero ha sido pródigo en acontecimientos, pero el que sobresale entre todos es la retirada del memorial conmemorativo del homenaje a los 2.937 nombres fusilados por el franquismo en el cementerio de la Almudena. Ha tirado todo el proyecto de construcción y destruido lo que ya se había levantado. No lo veo como simple anécdota, porque se trata de un acto de odio y venganza contra el equipo de gobierno anterior. Es el autoritarismo de la derecha más cerril. Eso sí, estas cosas siempre conviene disfrazarlas convenientemente para que todo sea confuso y quede oculto. Es un tipo listo Almeida: quiere "primar el espíritu de transición, de la reconciliación", frente a la izquierda sectaria de Carmena, que pretende "rescribir la historia". (Dejemos el ‘primar’ y el ‘rescribir’ de este abogado del Estado, que necesita leer más literatura, sin duda).

Ni la ignorancia más oceánica libra a nadie de saber quiénes llevan más de 80 años reescribiendo la historia, al homenajear con placas en las entradas de las iglesias a los caídos por Dios y por España. Los demás caídos son solo escoria roja, claro. Haría bien en oír a Miguel Hernández: "El odio se amortigua/detrás de la ventana". Pero lo que ni siquiera desea es dejarnos la esperanza.

Las instituciones merecen siempre respeto, pero quienes las ocupan tienen que ganárselo por méritos propios ante todos los ciudadanos que representan. Almeida está pensando únicamente en ganarse los favores de los "nacionales", no vayan a irse con la ultraderecha. Al otro bando hay que fumigarlo para que no pueda renacer. El bando nacional está suficientemente conmemorado, ahora tocaba hacerlo con los asesinados después de la guerra, dado que la Memoria Histórica pedía hacerlo con todas las víctimas, que fueron taladas, pero que pueden retornar como el árbol, porque siguen viviendo en nuestra memoria. Esto es lo que pide la reconciliación de la que presume el alcalde. Callarlos de nuevo no, por dignidad.
[Manifestación ante el Ayuntamiento; infolibre.es]
Carmena empezó a construir el monumento, que no pudo terminar, para recoger los nombres de los fusilados entre 1939 y 1944, poniendo al frente los versos de Miguel Hernández: "soy como el árbol talado, que retoño". Ellos murieron por la libertad y la democracia, palabras demasiado solemnes para algunos, pero de contenido bien real. El odio y el desprecio continúan y hay quien estimula tan negros sentimientos de indignidad. Qué razón tenía Gironella, cuando explicaba en su aclaración a Un millón de muertos que las víctimas efectivas fueron la mitad, pero que añadió otros tantos por los homicidas, odiadores y sin piedad que "mataron su propio espíritu". Y así es exactamente. Las ideas se han de defender siempre, pero sin cultivar con ellas el odio. Es vergonzoso y desgraciado que en esto lleve el liderazgo el alcalde de la capital, expulsando a uno de los más grandes poetas de la literatura española. ¿Sabrá, acaso, lo que es y representa la poesía?

Ahora el equipo municipal hará una sola lista, uniendo víctimas de la guerra con las de la represión. Así quedarán diluidas víctimas y verdugos, sin que la memoria histórica pueda ofrecer nunca la verdad. Una de las razones empleadas por el alcalde es que poner dos placas con los nombres esculpidos resultaba mucho más caro para los madrileños. Se trata de un indisimulado cinismo de la peor calaña. "Pintada está mi casa/del calor de las grandes/pasiones y desgracias", Martínez-Almeida. Es una vergüenza que los dirigentes del Ayuntamiento tengan otras prioridades, aunque no sean, ni mucho menos, las de los propios madrileños.

Julián Arroyo Pomeda