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lunes, 9 de marzo de 2020


De vez en cuando leo las experiencias que en forma de libro o ensayo nos ofrece algún filósofo que ha terminado, o está a punto de hacerlo, su vida activa, o se encuentra ya como emérito. Es ahora cuando puede perfilar todo lo que ha ido libando a lo largo de su extensa profesión.

Estoy con un libro recién publicado (Quintanilla, Filosofía ciudadana. Editorial Trotta) que quiere hacer algo parecido a lo que plantearon los antiguos griegos en la polis o la ciudad, en su raíz latina. Muchos vivimos en ciudades sobre las que tendríamos que reflexionar, como hace Quintanilla. Su contenido está formado por artículos breves en los que siempre hay algunos pensamientos sobre el tema que se presenta. Por eso es de lectura cómoda, aunque no frívola en ningún momento. Se trata de un ejercicio para recuperar las capacidades de pensar, volviendo de nuevo a los tiempos ilustrados.

De pensar no podemos desprendernos nunca, porque pensamos permanentemente. Otra cosa es que tematicemos lo que pensamos. No puedo enseñarle nada a nadie. Sólo puedo hacerle pensar, decía Sócrates. Y con razón, ya que no sabía nada, pero la ciudad si enseña, porque es fuente de experiencias, si sabemos pensarlas e interpretarlas. La filosofía es una forma de pensar, cuya herencia procede de quienes vivieron en la antigua Grecia.

Los pensamientos y las ideas pueden llegar a construir un tratado, pero aquí, para empezar, sólo importa ejercitar el pensamiento, o, lo que es igual, hacer un ejercicio de filosofía. Esto no es difícil, porque la vida de todos los días nos proporciona material para pensar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, dándole así el valor que tenga, su sentido, descubriendo las razones por las que algo acontece, evitando contradicciones en lo que expresamos. Esto es lo mismo que vivir.

Quintanilla, que cuenta con una buena trayectoria filosófica y de compromiso con la realidad, ha reunido muchos de sus pensamientos en este libro y sabe comunicarlos directamente, dejando siempre clara su posición. Unas veces el artículo respectivo tiene que ver con su ejercicio profesional y otras con cualquier noticia que se presente. A todas las saca el jugo que tienen y argumenta sobre la tecnología, la cultura científica, la política y el carácter filosófico. Veamos algunos ejemplos.

Qué es el universo, cómo funciona y cuáles son sus secretos nos lo enseñó Einstein con la teoría general de la relatividad. Los seres humanos ocupamos un lugar en el mundo, ahora toca cuidarlo, porque así nos cuidaremos igualmente nosotros con él. En el universo hay muchas cosas, a las que generalmente no damos ninguna importancia, porque pasamos de ellas, o no las advertimos, pero tienen también un sentido y somos nosotros quienes lo damos, cuando las incorporamos en nuestras vidas.

La filosofía se ha ocupado siempre del sentido de la verdad frente a su contrario, la mentira, pero ahora tenemos el concepto alternativo de la posverdad. Esto es la mentira posmoderna. De materia y forma habló Aristóteles. La materia era informe y la forma, pura. Actualmente seguimos despreciando la materia. Nos importan las ilusiones, las redes sociales, las formas y la tecnología: "seguimos atrapados en el hilemorfismo aristotélico". Los creyentes y los ateos pueden convivir y ambos merecen ser respetados, sin apabullar a nadie. No hay que meter los toros en la política y no merecen maltrato ni sufrimiento. Es un tema delicado. ¿Quién negará el derecho a la tolerancia? No lo extrapolemos, porque solo con el fanatismo no se puede ser tolerante.

¿Todavía tenemos que estudiar filosofía? No dará fama ni riqueza, pero sí puede hacernos disfrutar de la vida, sabiendo por qué hacemos lo que hacemos y manteniendo el equilibrio racional necesario en una vida examinada, respetando la verdad y la dignidad humana. Todos perderíamos si desapareciera del currículo escolar. La igualdad es de justicia, pero tendríamos que conseguir que fuera eficiente y rentable socialmente. Los números "están hechos de pensamiento".

El valor real de las cosas no se corresponde con el valor de mercado. Es razonable que el mercado quiera obtener beneficios económicos para poder mantenerse. En cambio, actualmente no se trata de crear riqueza, lo que a todos interesa, sino de hacer ingeniería financiera, el gran truco del neocapitalismo, que no se corresponde con ningún valor real. Una forma de pensar preocupante. Son muy exitosas las técnicas de manipulación de embriones, pero no pueden utilizarse de forma irresponsable. La ciencia y su prestigio cada vez nos interesan más, pero es "una creación del espíritu".

La política es hoy denostada y admirada. Si somos demócratas, sólo vale vencer convenciendo y no mediante espectáculos de causa interesada. Los hooligans son una aberración y no estamos lejos de jalear de manera similar a nuestros partidos políticos. Espero que se haya podido percibir la filosofía en ejercicio que propone el profesor Quintanilla desde la Universidad de Salamanca.

Julián Arroyo Pomeda