De vez en cuando leo las experiencias que en forma de
libro o ensayo nos ofrece algún filósofo que ha terminado, o está a punto de
hacerlo, su vida activa, o se encuentra ya como emérito. Es ahora cuando puede
perfilar todo lo que ha ido libando a lo largo de su extensa profesión.
Estoy con un libro recién publicado (Quintanilla, Filosofía ciudadana. Editorial Trotta)
que quiere hacer algo parecido a lo que plantearon los antiguos griegos en la polis o la ciudad, en su raíz latina. Muchos
vivimos en ciudades sobre las que tendríamos que reflexionar, como hace
Quintanilla. Su contenido está formado por artículos breves en los que siempre
hay algunos pensamientos sobre el tema que se presenta. Por eso es de lectura
cómoda, aunque no frívola en ningún momento. Se trata de un ejercicio para recuperar las capacidades de pensar, volviendo de
nuevo a los tiempos ilustrados.
De pensar no podemos desprendernos nunca, porque
pensamos permanentemente. Otra cosa es que tematicemos lo que pensamos. No
puedo enseñarle nada a nadie. Sólo puedo hacerle pensar, decía Sócrates. Y con
razón, ya que no sabía nada, pero la ciudad si enseña, porque es fuente de
experiencias, si sabemos pensarlas e interpretarlas. La filosofía es una forma
de pensar, cuya herencia procede de quienes vivieron en la antigua Grecia.
Los pensamientos y las ideas pueden llegar a construir
un tratado, pero aquí, para empezar, sólo importa ejercitar el pensamiento, o,
lo que es igual, hacer un ejercicio de filosofía. Esto no es difícil, porque la
vida de todos los días nos proporciona material para pensar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, dándole así el
valor que tenga, su sentido, descubriendo las razones por las que algo
acontece, evitando contradicciones en lo que expresamos. Esto es lo mismo que
vivir.
Quintanilla, que cuenta con una buena trayectoria
filosófica y de compromiso con la realidad, ha reunido muchos de sus
pensamientos en este libro y sabe comunicarlos directamente, dejando siempre
clara su posición. Unas veces el artículo respectivo tiene que ver con su
ejercicio profesional y otras con cualquier noticia que se presente. A todas
las saca el jugo que tienen y argumenta sobre la tecnología, la cultura
científica, la política y el carácter filosófico. Veamos algunos ejemplos.
Qué es el universo, cómo funciona y cuáles son sus
secretos nos lo enseñó Einstein con la teoría general de la relatividad. Los
seres humanos ocupamos un lugar en el mundo, ahora toca cuidarlo, porque así
nos cuidaremos igualmente nosotros con él. En el universo hay muchas cosas, a
las que generalmente no damos ninguna importancia, porque pasamos de ellas, o
no las advertimos, pero tienen también un sentido y somos nosotros quienes lo
damos, cuando las incorporamos en nuestras vidas.
La filosofía se ha ocupado siempre del sentido de la
verdad frente a su contrario, la mentira, pero ahora tenemos el concepto
alternativo de la posverdad. Esto es la mentira posmoderna. De materia y forma habló
Aristóteles. La materia era informe y la forma, pura. Actualmente seguimos
despreciando la materia. Nos importan las ilusiones, las redes sociales, las
formas y la tecnología: "seguimos atrapados en el hilemorfismo
aristotélico". Los creyentes y los ateos pueden convivir y ambos merecen
ser respetados, sin apabullar a nadie. No hay que meter los toros en la
política y no merecen maltrato ni sufrimiento. Es un tema delicado. ¿Quién
negará el derecho a la tolerancia? No lo extrapolemos, porque solo con el fanatismo no se puede ser tolerante.
¿Todavía tenemos que estudiar filosofía? No dará fama
ni riqueza, pero sí puede hacernos disfrutar de la vida, sabiendo por qué
hacemos lo que hacemos y manteniendo el equilibrio racional necesario en una
vida examinada, respetando la verdad y la dignidad humana. Todos perderíamos si
desapareciera del currículo escolar. La igualdad es de justicia, pero
tendríamos que conseguir que fuera eficiente y rentable socialmente. Los
números "están hechos de pensamiento".
El valor real de las cosas no se corresponde con el
valor de mercado. Es razonable que el mercado quiera obtener beneficios
económicos para poder mantenerse. En cambio, actualmente no se trata de crear
riqueza, lo que a todos interesa, sino de hacer
ingeniería financiera, el gran truco del neocapitalismo, que no se corresponde
con ningún valor real. Una forma de pensar preocupante. Son muy exitosas
las técnicas de manipulación de embriones, pero no pueden utilizarse de forma
irresponsable. La ciencia y su prestigio cada vez nos interesan más, pero es "una
creación del espíritu".
La política es hoy denostada y admirada. Si somos
demócratas, sólo vale vencer
convenciendo y no mediante espectáculos de causa interesada. Los hooligans son una aberración y no
estamos lejos de jalear de manera similar a nuestros partidos políticos. Espero
que se haya podido percibir la filosofía en ejercicio que propone el profesor
Quintanilla desde la Universidad de Salamanca.
Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda