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jueves, 26 de marzo de 2020

Cambios climáticos y mutaciones víricas


Algunos ya anunciaron, dando la voz de alerta, que a la humanidad no la destruirían bombas, tanques, misiles y demás armamento sofisticado de última generación, sino que caerá por invasiones  de nuevos virus, procedentes de mutaciones desconocidas. Es una cosa algo misteriosa que no se acaba de creer, pero de pronto y sin esperarlo sucede alguna catástrofe que nos envuelve en la peor de las pesadillas.

La epidemia actual es el Covid-19, que ha producido pánico global. ¿Por qué? Carece de tratamiento y, mientras se descubre la vacuna adecuada, se va enfrentando con el protocolo de contención, que no ha funcionado. A partir de aquí se iniciaron protocolos más contundentes. El más fuerte es confinar un territorio y aislarlo por completo para evitar la expansión y transmisión. Así cambió drásticamente el modo de vida de los ciudadanos de Wuhan que quedaron encerrados en sus casas, en las que introducían, incluso, alimentos los funcionarios del Estado con la máxima protección para evitar contactos. Los líderes chinos defienden apasionadamente que este tratamiento resultó efectivo.

Otros proponen no hacer nada y dejar que se contagie un país entero lo antes posible, porque de este modo, una vez superado el golpe, todos quedarán inmunizados. Muchos morirán, pero quienes sobrevivan serán más fuertes con mayores capacidades para construir una sociedad nueva. Es una especie de eugenesia global. La solución bien merece el calificativo de locura. En efecto, tal propuesta es una cosa de locos, que sigue habiendo entre gobernantes poderosos.

También está la Unión Europea, obligada a establecer soluciones contundentes igualmente, pero limitadas por su modelo económico neoliberal, en el que la riqueza producida se reparte de un modo cada vez más desigual. Las crisis no molestan, porque se aprovechan para ajustarlo todo mucho más de modo que la mayoría contribuya a salvar a los grupos selectos, bajo la amenaza de la explosión del desastre, de manera que los ricos sean cada vez más ricos y más pobres los que ya eran pobres. El modelo tiene que ser salvado para que su respuesta sea el crecimiento y la recuperación a base de mayores niveles contaminantes, degradación del clima y trabajadores expulsados del sistema y condenados al paro. La consecuencia es el egoísmo universal para apropiarse de todo lo que se pueda, estableciendo la guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes) de Hobbes. Solo él Estado social, la vuelta a lo público y lo común, podrá hacer frente a semejante barbarie de un mundo globalizado contagioso, que produce desempleados, marginados, empobrecimiento, desahucios y paraísos fiscales para que los más adinerados puedan ocultar sus capitales bien sustanciosos.
[Penetración del coronavirus en células humanas; www.nationalgeographic.com]
Puede venir otra gran recesión, amenaza el capitalismo renovado, introduciendo el pánico entre las clases productoras que sólo tienen su trabajo para sobrevivir. Los bancos no pueden caer, ni la bolsa tampoco puede seguir desplomándose. Siempre hay un chivo expiatorio al que echar las culpas. Habría que pensar si el cambio climático desatado, inducido por un sistema de producción para el que solo cuentan los máximos beneficios, no influye en la mutación de virus ubicados en animales para pasar ahora a los humanos. La solidaridad y la dignidad humana no cotizan en bolsa, no lo olvidemos. En un plan de salud global no interesa invertir, ¿para qué? Lo que piden los chupasangres es desmochar de vez en cuando a muchos desgraciados para aclarar el ambiente. De este modo les irá aún mejor a cuántos ya les va bien.

Mientras tanto, no faltan grandes mentiras exculpatorias. Una es que tenemos los mejores profesionales sanitarios, que podrán controlar la epidemia, aunque sea a costa de dejarse la piel en ello. Es cierto, pero olvidamos que los buenos y experimentados fueron expulsados por jubilaciones, recortes en plantillas y camas hospitalarias para no reponerlos y hasta impulsando hospitales privados o privatizando los públicos con internalizaciones y tantos recursos de ingeniería. Ahora se llama a jubilados recientes y hasta a estudiantes de medicina de los últimos cursos, cuando muchos han tenido que salir al extranjero para poder trabajar y vivir. Buen cinismo patrio tenemos.

Quienes antes aplaudieron las privatizaciones ahora se desgañitan, diciendo que se ha actuado tarde y mal. Siguen sin convocar a tiempo oposiciones para resolver interinidades y contratos precarios, de modo vergonzoso e injusto. Eso sí, luego el Covid-19 para la Pública, porque produce pocos beneficios económicos. Las empresas se guardan los recursos elementales de protección para que suban los precios y las farmacéuticas invierten en investigación cuando tienen seguros los beneficios. Que los virus estaban en animales como los murciélagos y siguen presentes en otros animales lo sabemos, pero no se hace nada, porque, mientras estén en ellos, bueno va. ¿Y si mutan? Según León Felipe nos han contado ya todos los cuentos y los conocemos bien. Y ahora ¿qué?

Julián Arroyo Pomeda

sábado, 14 de diciembre de 2019

¿Podría ser estúpido un alcalde?



"Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano". Schiller.

E
n su intervención por el clima Bardem llamó estúpidos al presidente norteamericano y al alcalde de Madrid. Martínez-Almeida reaccionó calificándolo de listo y recordándole que no paga sus impuestos. Estúpido por  revertir Madrid Central y permitir la circulación de vehículos contaminantes. Bardem  ya se ha disculpado, pero no lo ha hecho así quien le califica de infractor tributario. Además, se pregunta qué méritos tiene el actor para leer un manifiesto por el clima.

Otros corifeos se han encargado de cebar todavía más la olla de los insultos, escupiendo que Bardem es un gilipollas y un papanatas, o recordando su ‘no a la guerra’. Tanto Almeida como Villacís establecen que no suspenderán el plan, sino que lo mejorarán. Por aquí han encontrado una salida de momento.
[www.mundodeportivo.com]
Estúpida es la persona falta de inteligencia para comprender las cosas, torpe o necia. Dice o hace tonterías, estupideces. Pretender cambiar algo cuando funciona va contra toda lógica y es una estupidez hacerlo, porque no se miden las consecuencias de los actos. No extraña que Almeida se haya molestado mucho, porque es muy fuerte lo que le han dicho y, además, puede que tengan razón.
La respuesta del alcalde es bastante estúpida, por otra parte. Podría haber explicado, como hace Villacís, que no van a cambiar Madrid Central, sino que lo modificarán para mejorarlo, pero parece que se la tenía guardada al infractor. La idea de mejorarlo es que tienen un acuerdo con Ciudadanos, pero, además, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 24 de Madrid suspendió la moratoria de sanciones que tenían pensada. La contestación agresiva del alcalde se explica porque su promesa electoral fue acabar con Madrid Central. Todavía hoy sigue manteniendo que no le gusta y que es un fracaso. Todo esto constituye una alcaldada, lo mismo que su autoproclamación de Madrid Green y de ser el promotor del medio ambiente. Dime de qué presumes...

Por otra parte, lo del fraude fiscal de Bardem se debe a los ejercicios de 2006 y 2007, en los que fue sancionado con 151.000 €, que ya resolvió, por causa de criterios no coincidentes entre Hacienda y los asesores fiscales.

En cuanto a lo de los méritos, Bardem se ha implicado mucho en el cambio climático. Participó responsablemente en una campaña para proteger la Antártida y grabó con Greenpeace un documental en el que critica a los negacionistas. Viajó para conocer el ecosistema del polo sur y se sumergió en el fondo marino para hacer de la zona un santuario (este es el título del documental) libre de la mano del hombre. Hacen falta muchos famosos con esta conciencia responsable.

Claro que a méritos es difícil ganar a Almeida, el gran luchador contra la contaminación, como se define. Gran mérito es estar gobernando el ayuntamiento de Madrid sin haber ganado las elecciones. Mérito es tener que pelear cada semana con su socio ultraderechista con quien riñe cada poco, empeñado como está en ponerlo en evidencia. Mérito es la terquedad de seguir hablando de golpe de Estado en Catalunya por este gran adalid a pesar de que está ya juzgado. Mérito es el derroche de la iluminación navideña con tal de sobresalir. Políticas regresivas medioambientales parecen correlacionar con cierta chulería, lo que también es un poco estúpido, por cierto. Adelante, pues.

Considero que un alcalde nunca debería lanzarse al barro para meter allí la cabeza de su adversario. Su propia dignidad personal y la representación política que ostenta deberían calmar sus ardores juveniles. Tendría que aparecer siempre como una persona equilibrada y con una altura respetable. Por ahora me está pareciendo el sheriff madrileño, que se hubiera olvidado en casa su colt 45. Es penoso: por todo se pica este buen hombre.

Habría que preguntarse por qué quería eliminar lo planificado para rebajar la contaminación del centro de la ciudad. Primero, porque había sido diseñado y puesto en práctica por el ayuntamiento anterior, a cuyos responsables no puede soportar. Luego, porque algunos comerciantes estaban en desacuerdo y habían protestado, de modo que podía ganar un puñado de votos que necesitaba, aun a costa de la salud de los ciudadanos madrileños. Había que hacer algo parecido a lo que se hizo con buenos niveles de calidad en su funcionamiento. Pues lo sensato sería dejarlo así y atender otras necesidades.

Es grave insultar a una autoridad elegida por los ciudadanos, no se puede hacer esto, porque se resentirá la democracia a la larga, pero ya se han pedido disculpas. La autoridad debe ganarse el respeto de los votantes, explicando lo que se va a hacer para ganar la confianza. Los argumentos y la seducción son el arma adecuada y para utilizarla se requiere de un buen aprendizaje. El político se debe a los ciudadanos y a su bienestar general antes que a sí mismo y al partido al que pertenece. Esto no es fácil, pero solo se prohíbe no escuchar el mensaje que se envía cotidianamente. En este caso, sólo quedaría renunciar al cargo.

Julián Arroyo

miércoles, 1 de agosto de 2018

El anunciado cambio climático


El tiempo es infiel a quien de él abusa (Pietro Metastasio)

Qué pasa con el clima? Ayer me encontré con una vecina en el mercado y salió lo de los 44° a los que podíamos llegar. Yo no me creo nada de lo que dicen del cambio climático -me comentó-, porque nunca hemos tenido un mes de julio tan bueno en Madrid como el actual. Estamos de suerte.

Puede ser, pero la Cumbre del Clima de 2017 ya alertó que si no reducimos la temperatura global en el 2020 estaríamos ante un gravísimo problema. Huracanes tremendos en Caribe y Miami Beach, india, Pakistán, Nepal, sequía en España, incendios en California con muertos y desaparecidos, inundaciones en Asia. Ventarrones incontrolables en Puerto Rico, Estados Unidos, islas Antigua y Bermuda, República Dominicana, Haití, Bahamas, Cuba, entre otros lugares. La madre-naturaleza nos enseña siempre y se disfraza, a veces, de madrastra para obligarlos a aprender.
[Incendios en California; www.elconfidencial.com]
¿Qué más efectos se han de presentar todavía? Las oscilaciones de temperatura causan cada vez mayores desastres. El clima produce cambios nada normales con olas de frío y de calor, llegando a un punto crítico, que el triumpismo se niega a ver y, además, chulea, sacando a su país del Acuerdo de París en una de las decisiones más irresponsables que uno se podía imaginar. Y ¿por qué? Por puras cuestiones económicas inmediatas y carentes de perspectiva. Estados Unidos es el segundo emisor de CO2, después de China, y se permite desinteresarse del tema.

Es cierto que la pasada primavera hemos asistido a nevadas, granizadas y muchas lluvias, pero sin el equilibrio necesario. Cada vez cae la lluvia con mayor intensidad, produciendo daños desastrosos. Decimos que el tiempo está loco, porque ataca y las inundaciones se desatan encolerizadas. Hay momentos en que el campo no puede absorber tanta agua y sufren los cultivos. Aunque los impactos no serán inmediatos, se van acumulando. La biodiversidad sí lo detecta. El tiempo engaña, haciendo que lo que nace antes de su hora muera luego por causa de las heladas.

La actividad humana es la única responsable de alterar los climas y producir el cambio. Aunque nos llamamos racionales, actuamos de manera bastante irracional. Los gases de efecto invernadero con un aumento excesivo podrían acabar con la vida de la tierra. Detenerlos es posible, si se quiere. De lo contrario, pagaremos por nuestros abusos.

Julián Arroyo Pomeda