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domingo, 1 de marzo de 2020

Alcalde rediseñador de nuestra historia


“Por tu vida, Lopillo, que me borres/las diez y nueve torres del escudo, /porque, aunque todas son de viento, dudo/que tengas viento para tantas torres” (Luis de Góngora).

Madrid, como cualquier ciudad, ha tenido alcaldes mejores y peores, pero Almeida se ha empeñado, desde que llegó, en conseguir el premio del peor de todos los alcaldes con un desparpajo estúpido y despreciable. Creo que es el hombre que más sabe de alcaldadas permanentes. Parece tan necio que sólo piensa en que le saquen en las portadas de los periódicos a diario. Quizá tenga un complejo de inferioridad.

Alcanzó la alcaldía sin haber ganado las elecciones, por lo que tiene necesidad de reafirmarse diariamente como el alcalde que es, dando la impresión de que todavía no se lo cree, aunque está bien arropado por Ciudadanos y Vox. Con Villacís sorprende por su poca estatura física y con Ortega Smith ya no es ni siquiera comparable. Tampoco, con Gallardón. A optimista y orgulloso no le gana nadie. Además, es un graciosillo. Ante el tuit de Sánchez sobre el Memorial del cementerio de la Almudena solo se le ocurre esta contestación: "¿Me puedes confirmar si el que te ha escrito este tuit es el mismo que escribió tu tesis?". Malafollá, como dicen los granadinos, sí que tiene el hombre. Es capaz de pisar todos los charcos posibles: siempre se encuentra al quite, armado de su petulante sonrisa.
[Nombres de víctimas inscritos en memorial Almudena; www.elpais.es]
Este mes de febrero ha sido pródigo en acontecimientos, pero el que sobresale entre todos es la retirada del memorial conmemorativo del homenaje a los 2.937 nombres fusilados por el franquismo en el cementerio de la Almudena. Ha tirado todo el proyecto de construcción y destruido lo que ya se había levantado. No lo veo como simple anécdota, porque se trata de un acto de odio y venganza contra el equipo de gobierno anterior. Es el autoritarismo de la derecha más cerril. Eso sí, estas cosas siempre conviene disfrazarlas convenientemente para que todo sea confuso y quede oculto. Es un tipo listo Almeida: quiere "primar el espíritu de transición, de la reconciliación", frente a la izquierda sectaria de Carmena, que pretende "rescribir la historia". (Dejemos el ‘primar’ y el ‘rescribir’ de este abogado del Estado, que necesita leer más literatura, sin duda).

Ni la ignorancia más oceánica libra a nadie de saber quiénes llevan más de 80 años reescribiendo la historia, al homenajear con placas en las entradas de las iglesias a los caídos por Dios y por España. Los demás caídos son solo escoria roja, claro. Haría bien en oír a Miguel Hernández: "El odio se amortigua/detrás de la ventana". Pero lo que ni siquiera desea es dejarnos la esperanza.

Las instituciones merecen siempre respeto, pero quienes las ocupan tienen que ganárselo por méritos propios ante todos los ciudadanos que representan. Almeida está pensando únicamente en ganarse los favores de los "nacionales", no vayan a irse con la ultraderecha. Al otro bando hay que fumigarlo para que no pueda renacer. El bando nacional está suficientemente conmemorado, ahora tocaba hacerlo con los asesinados después de la guerra, dado que la Memoria Histórica pedía hacerlo con todas las víctimas, que fueron taladas, pero que pueden retornar como el árbol, porque siguen viviendo en nuestra memoria. Esto es lo que pide la reconciliación de la que presume el alcalde. Callarlos de nuevo no, por dignidad.
[Manifestación ante el Ayuntamiento; infolibre.es]
Carmena empezó a construir el monumento, que no pudo terminar, para recoger los nombres de los fusilados entre 1939 y 1944, poniendo al frente los versos de Miguel Hernández: "soy como el árbol talado, que retoño". Ellos murieron por la libertad y la democracia, palabras demasiado solemnes para algunos, pero de contenido bien real. El odio y el desprecio continúan y hay quien estimula tan negros sentimientos de indignidad. Qué razón tenía Gironella, cuando explicaba en su aclaración a Un millón de muertos que las víctimas efectivas fueron la mitad, pero que añadió otros tantos por los homicidas, odiadores y sin piedad que "mataron su propio espíritu". Y así es exactamente. Las ideas se han de defender siempre, pero sin cultivar con ellas el odio. Es vergonzoso y desgraciado que en esto lleve el liderazgo el alcalde de la capital, expulsando a uno de los más grandes poetas de la literatura española. ¿Sabrá, acaso, lo que es y representa la poesía?

Ahora el equipo municipal hará una sola lista, uniendo víctimas de la guerra con las de la represión. Así quedarán diluidas víctimas y verdugos, sin que la memoria histórica pueda ofrecer nunca la verdad. Una de las razones empleadas por el alcalde es que poner dos placas con los nombres esculpidos resultaba mucho más caro para los madrileños. Se trata de un indisimulado cinismo de la peor calaña. "Pintada está mi casa/del calor de las grandes/pasiones y desgracias", Martínez-Almeida. Es una vergüenza que los dirigentes del Ayuntamiento tengan otras prioridades, aunque no sean, ni mucho menos, las de los propios madrileños.

Julián Arroyo Pomeda