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viernes, 28 de septiembre de 2018

¿Qué ocurre en el mundo?



Con su bien conocida retórica proclamaba Ortega y Gasset en su tiempo: "No sabemos lo que nos pasa y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa" (En torno a Galileo, Lección octava). No conocemos la situación, no sabemos a dónde vamos, pero, bueno, no pasa nada, sólo que no encontramos la verdad. Analizaba el filósofo español en 1929 la crisis de Europa en La rebelión de las masas y pocos años después escribió la famosa frase.

Agotado por las reiteradas e insoportables noticias relacionadas con la política española, quisiera poner el foco algo más alto, apuntando a Europa, la que hace ya siglos que no ejerce el liderazgo mundial. Hasta hace poco, parece que de esto se ocupaba Estados Unidos, a la que todos miraban cuando surgía un grave problema o grandes desastres humanitarios. Todavía, Obama lo recordaba en 2014, proclamándolos como la nación indispensable por encima de Rusia y China. En cambio, ahora está entrando en declive: se encuentran solos frente al mundo. Su papel en la economía global y en la influencia política se ha debilitado.

[Líderes internacionales se ríen de Trump en la ONU el 25 de septiembre; www.expansión.mx]
La mejor prueba de tal declive es la comparecencia del presidente Trump en la reciente Asamblea General de la ONU, lanzando su tesis de que nadie ha hecho más que en menos de dos años por Estados Unidos que su administración. La respuesta fue que los mandatarios le lanzaron una risotada en su misma cara, lo que le obligó a responder con cierto nerviosismo: "No esperaba esta reacción, pero está bien". ¿Está bien que la imagen del presidente del mayor imperio mundial sea objeto de las risas de los gobernantes internacionales? ¿Está bien que este representante haya perdido su dignidad y se arrastre por los suelos? ¿Está bien que merezca el menosprecio de los gobernantes? Cómo ha caído el prestigio político.

La gran democracia liberal está siendo destruida por Trump y, si esto no se remedia, resultará cada vez más difícil establecerla de nuevo. Si es cierto que China y Rusia se entienden cada vez mejor, e igualmente que Estados Unidos se encuentra bien en la cuna rusa, entonces sólo queda Europa, que no puede permanecer aislada y agazapada a la espera de tiempos mejores. Su legado emancipador y moderno en el camino del progreso podría liderar el mundo. La vieja Europa está obligada a resurgir de sus cenizas para equilibrar la situación de las situaciones aterradoras que se nos vienen encima. La civilización contemporánea con sus sistemas de valores está llamada a cumplir su papel histórico, sin que pueda ser enterrada por ninguna de sus crisis posibles. Le toca ser el sostén de la humanidad. Hoy, "cuando casi todo el mundo está alterado", Ortega propone para esto la "doctrina del ensimismamiento" (Ensimismamiento y alteración). Creo que tiene razón.

Julián Arroyo Pomeda



sábado, 8 de noviembre de 2014

Ilusiones perdidas


La caída del Muro de Berlín sucedió la noche del jueves 9 de noviembre de 1989, hace ahora 25 años.


El Muro fue una horripilante arquitectura física, además de un símbolo. Como hecho físico tenía que caer: dividía un país en dos y separaba a ciudadanos de cultura común y la misma lengua. La política y las instituciones de gobierno decidieron: había que obedecer. En cuanto símbolo, la caída se llevó otras cosas importantes, que no se han divulgado mucho. Encuentro, conciliación e ilusiones nuevas se centraron en la conquista irrenunciable de la libertad como primacía frente a la seguridad intramuros. Era un sinsentido proteger a la ciudadanía de la opresión por la institución opresora misma. Qué disparate.

Con el tiempo se impuso el capitalismo neoliberal como alternativa única. Un mercado libre frente al viejo colectivismo de la ruina económica. Capitalismo era progreso y colectivismo retraso ancestral. El nuevo poder capitalista ofrecía la posibilidad de elección en una democracia liberal, pero ¿elección de qué y para quiénes? Los que carecían de todo ¿que podían elegir? Aprendimos que la libertad era formal, no real y efectiva. ¿Libertad para morirse de hambre? Emancipación, lucha por la justicia y organización familiar quedaban lejanos, bastaba un mini trabajo a plazo corto y muy flexible para vivir trampeando, pero de manera libre. ¿Bienestar, sanidad, jubilación o vivir libremente? La seguridad quedaba superada, al no haber enemigo.

Desgraciadamente, llegaron las Torres Gemelas y otra vez dio un vuelco la situación mundial. Importaba estar seguros, aunque para ello hubiera que invadir Irak. Todo iba a ser ya en adelante tranquilidad, progreso, trabajo, vida libre, pero se trunca, obligados nuevamente a vivir sin ilusiones. Así se sigue matando la utopía. Por parte de los radicalismos, sin aceptar los equilibrios necesarios en la convivencia ciudadana, mientras que otros muchos muros siguen abiertos, sin que asome ninguna voluntad de derribo. ¿Caerán algún día todos los muros del mundo?

Julián Arroyo Pomeda