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ara al sol
fue el himno falangista por excelencia, al que puso voz el tenor Miguel Fleta y
adoptó el franquismo como suyo al final de la guerra civil. Las personas que
cuenten con una edad avanzada lo recordarán bien, porque había que cantarlo en
las escuelas: vol-ve-rán-ban-de-ras-vic-to-rio-sas. Se aprendía fácilmente, ya
que era sencillo, alegre y vibrante, sin ningún engolamiento. Sin embargo,
abunda en imágenes: sol, camisa nueva, compañeros, paz, rosas, primavera... No
hacía falta más.
Para que algo vuelva ha tenido que
irse,
previamente. En este caso, no ocurre exactamente así. El franquismo y sus más
eximios representantes siguen en su mausoleo, del que todavía no han logrado
sacarlos. Es más, uno de sus dirigentes famosos, especialmente ahora, asegura
que nunca lo exhumarán. "Con las bombas que tiran los fanfarrones...",
dice la canción, que bien se podría aplicar en este preciso momento. Pero lo
cierto es que no se han ido, estaban larvados y ocultos y les está llegando el
tiempo de resurgir, con sus banderas victoriosas.
No
sólo no se han ido, sino que hasta alguna de las leyes franquistas sirve de
base para que el Presidente del Gobierno actual justifique el uso del avión
oficial Falcon en la ley 9/1968, de 5 abril, que regula los secretos oficiales.
Ante la pregunta de la oposición los lanza una ley de los tiempos de Franco,
que todavía no han tenido tiempo -ninguno- de derogar.
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Los
colores de gualda y rojo de la bandera española continúan exhibiéndose en los
balcones y terrazas de nuestras ciudades, porque aquí seguimos siendo muy
patriotas. En otros tiempos, los pobres colegiales se preguntaban por qué
llamaban ‘gualda’ al color amarillo que veían en la bandera. Todavía les
producía mayor perplejidad lo de ‘rojigualda’. Amarillo sí sabían lo que era,
pero ¿qué querrían decir con lo de gualda? A veces se les daba una explicación
tan grandilocuente como mentirosa: gualda representaba el amarillo del oro y,
por tanto, la riqueza de la nación; el rojo era el color de la sangre derramada
para mantener nuestra identidad de españoles. Desgraciadamente, no somos ni
ricos, ni tampoco valerosos. Ni siquiera
somos patriotas, porque los graves problemas de la patria, como el paro,
educación, la sanidad, la igualdad y la seguridad no se resuelven. No extraña
la falta de entusiasmo ante una patria tan llena de carencias.
Tantas
son las dificultades que hasta el mismo rey se ha sentido obligado a ensalzar,
recientemente, la bandera, que representa la nación española, su soberanía,
independencia, unidad e integridad. Una bandera de todos y en la que caben
todos, decía, sólo que ya tampoco es así, porque no todos se identifican con ella.
Otros consideran que hay que ser beligerantes con el símbolo máximo y se obligaron
a repartir, hace unos años, 20.000 banderas en la copa de fútbol del Rey. Así
lo hizo la fundación DANAES (Fundación para la defensa de la nación española)
en el estadio FC Barcelona entre el Sevilla y el Atlético de Madrid. Todo un
gesto, sí señor. Por fin, han vuelto las banderas
victoriosas.
Julián Arroyo Pomeda