viernes, 17 de enero de 2020

Qué significa el gobierno de coalición



El gobierno de coalición PSOE-UP con Pedro Sánchez como presidente no debe tomarse a la ligera. Es la primera vez que ocurre esto en democracia y puede tener un gran significado. Habría que preguntarse por qué se ha tomado esta decisión. Es el pueblo español quien lo ha querido. Muchos se lamentan porque había otras alternativas. En teoría, sí; en la práctica no quedaba otra una vez que las formaciones de derecha y centro-derecha lucharon con uñas y dientes, incluso con métodos inaceptables, por impedirlo, bloqueando la salida. Además, es una de las fórmulas posibles, son los resultados los que dirán si han acertado o no.
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Se han unido, por fin, las formaciones de izquierda con la misma legitimidad con que lo han hecho las derechas para gobernar en algunas comunidades autónomas. No pasa nada, los resultados nos lo dirán. Parece significativo el acuerdo entre PSOE- UP, de una parte, y entre PSOE-ERC, de otra. Es necesario que la formación socialista urbanice los terrenos de quienes aspiraban a conquistar el cielo y marque responsabilidades de gobierno en el ámbito que les corresponda. También se estaba haciendo imprescindible enfocar a la izquierda republicana hacia un modelo de convivencia posible, porque se había echado al monte incontroladamente y el choque definitivo estaba muy cercano ya con resultados catastróficos tanto para Cataluña como para España. Si este grave problema se encauza desde la vida política, convivir será posible de nuevo. Quedan otras líneas de izquierda menos voluminosas, pero que han contribuido con valentía al desbloqueo. Ahora los conflictos podrán solucionarse con la política en diálogos intensos para alcanzar acuerdos, sin necesidad de quebrar el orden jurídico y la legalidad. Lo de menos es que no se hable de la Constitución, ya que está implícita y, quizás, convenga dejarla descansar un poco.

Esta actuación podría resultar histórica, si consigue que la concepción catalana más radical, que piensa más emocionalmente que con la razón argumentativa para explicar los acontecimientos. La situación es delicada, pero las dificultades internas de dos facciones deben aflorar para que los ciudadanos tomen sus propias decisiones libremente. No más choques a partir de ahora, porque va siendo hora de gestionar la situación en el país con la cabeza fría. Para eso tendrán que tomar otros la iniciativa de organizar cambios imprescindibles. El futuro no puede ser ya el pasado ni del nacionalismo español, ni de los nacionalismos regionalistas. Quien no lo vea así es que vive en la obsolescencia más rancia y entonces es mejor que con su pan se lo coma, pero que dejen actuar a otros con ideas actuales. Europa sigue siendo la solución para España y sus problemas. La UE con su marco democrático marca las líneas soberanas y no tiene que acomodarse a las limitadas expectativas nacionales, impidiendo que se imponga una de ellas. La soberanía europea tiene que estar por encima de los estados, lo que costará aceptarlo, pero tiene que ser así. Por eso me parece un acierto que el programa de coalición quede marcado entre el principio y el final: el contexto macroeconómico y la España europea.

El papel de los nacionalismos ha funcionado casi siempre en una perspectiva romántica. Cuando la globalización pretendía amarrarlo todo, borrando, incluso identidades y fronteras, el nacionalismo regionalista fue muy apreciado por su reivindicación de la identidad de los ciudadanos de un pueblo, junto con los ingredientes que formaban su totalidad cultural. Era un orgullo poder exhibir la propia idiosincrasia de cada uno. Esto retrocede desde el momento en que las particularidades se integran en la universalidad, sin que sean fogocitadas por la fuerza del poder. Al contrario, la tierra es universal y, por tanto, de todos, pero cada una tiene aspectos propios que nos hacen vivir en ella porque coincide más con las expectativas particulares. En este sentido, la patria chica, en la que siempre desembocamos, forma parte de la patria nacional y ésta queda incluida en la mundial.

Es la hora de abrir España al mundo, mediante el impulso de un proyecto comunitario europeo, sin olvidarnos de Iberoamérica y África. Éste es el reto y la gran aventura del momento.
Si estos objetivos se consiguieran exitosamente, se produciría un cambio histórico innegable, pero si solo se alcanzara una parte de los mismos el intento tampoco habría sido en vano, porque el camino quedaría apuntado en la buena dirección. La imaginación política había cumplido con creces, porque el intento mereció la pena. ¿Y si se produjera un fracaso? Entonces habría que analizarlo, y relanzarlo todo de nuevo para seguir avanzando lentamente. No podemos olvidar que las cosas requieren de su tiempo para que se vayan haciendo en la medida de lo posible, pero nuestro humus aparecería algo más brillante en el conjunto mundial y el esfuerzo quedaría, sin duda, recompensado.

Julián Arroyo Pomeda

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