Portada original del libro de Hobbes
"Esta es la generación de aquel gran LEVIATÁN, o más
bien, de aquel dios mortal, al cual
debemos, bajo el Dios inmortal,
nuestra paz y nuestra defensa" (Hobbes,
Leviatán, segunda parte, capítulo XVII).
¿Quién iba a decirle a Hobbes que una de sus obras más
conocidas serviría de título a una película en el siglo XXI, más de 350 años
después de su publicación? Así son las cosas.
El director de cine, Andrei Zvyagintsev, ha conseguido hacer
un filme de indudable calidad, situado en Rusia, la tierra que le vio nacer,
hace ya 51 años. Con él alcanzó el premio al mejor guión (Oleg Negin, Andrei
Zvyagintsev) en el festival de Cannes, en 2014, con su sexta película. Unas
bellas imágenes, una cuidada fotografía y un ritmo adecuado contribuyen a
presentarnos la degradación moral de
los habitantes de un pueblo, a orillas del mar de Barents (norte de Rusia) que
soportan sus grandes sufrimientos con botellas de vodka sin interrupción.
De nuevo aparece la dureza y desesperación de la condición humana y su absoluta soledad
frente a cualquier institución, incluso ante Dios ("¿Por qué,
Señor?"), que tampoco responde. Ni la política, ni la religión ofrecen una
salida a la desesperación del ser humano por causa de la injusticia que ha producido la corrupción, que todo lo invade
("Nada en este mundo es justo", dice el sacerdote a Kolya (Aleksei
Serebriakov), quien se encuentra en la más profunda desesperación).
El caso es que la noticia de la historia la leyó Andrei
Zvyagintsev de un hombre de Colorado (Estados Unidos), Marvin Heemeyer, que se
vio envuelto en la expropiación de una de sus tierras en la que tenía un
taller. Una cementera quería comprarle la parcela que no quiso vender. Entonces
pusieron una cerca alrededor para dificultarle el acceso y presionarle. Cuando
comprendió que no podía vencer en la defensa de su propiedad tomo un bulldozer
y derribó el Ayuntamiento, la casa del alcalde y otros edificios hasta que se
suicido, ganándose el apodo de Killdozer.
Murió enfrentándose sólo a la injusticia. ¿Cómo puede pasar esto en un país de
leyes y libertades?, pensó Zvyagintsev. El suceso le sirvió de inspiración y
acabo situando su historia en Rusia, lugar que él conocía, aunque esto podía
pasar en cualquier parte del mundo. Es, pues, una historia universal.
Aquí lo que ocurre es que un alcalde corrupto y déspota, Vadin
(Roman Madyanov) expropia las tierras del mecánico Kolya, sin que su abogado
influyente de Moscú, Dmitri (Vladimir Vdovichenkov), consiga parar la sentencia
del poder municipal. El alcalde
acaba construyendo en esos terrenos, levantando, además, una nueva iglesia en
el lugar de la casa.
¿Acaso se trata de ofrecer un espejo en el que ver la Rusia
actual? "Rusia es una simulación democrática", ha declarado el
director de la película. Sin embargo, el Estado, a través de sus instituciones
culturales, ha financiado casi una tercera parte del film, que no ha gustado al
Ministro de Cultura, W. Medinski, aunque entienda que Zvyagintsev tiene
talento. Es que la película es una durísima crítica de la realidad rusa en la
actualidad y esto nunca gusta las autoridades, que no pueden ocultar las
actuaciones políticas, las de la religión y la corrupción, junto con el
incremento armamentístico y el alcohol, ejemplarizados en la bebida nacional
del vodka.
¿Merece la pena resistirse a la injusticia? En el caso de la
narración de la película, no. Sin embargo, hay que hacerlo para no permitir que
avance la opresión y acabe con la libertad, que mata la dignidad de los seres
humanos. Éste es nuestro deber eternamente.
La tragedia de Kolya es espeluznante. Nada le responde: ni la
familia y los amigos, ni los jueces en el tribunal de justicia, ni la entrega a
su duro trabajo, ni el abogado, ni la Iglesia Ortodoxa, ni la Comunidad, ni los
poderes intermedios. ¿Es posible vivir así? "Vivimos en un sistema feudal
donde todo está en manos de una persona y todos los demás se sitúan en un
modelo vertical de subordinación", declara el director sobre la Rusia actual. Esto hace imposible
vivir con seguridad. "Resígnate a la suerte", como Job, le aconseja
el sacerdote.
Los poderes son lobos
para los hombres
La subordinación hace que los poderes tengan que enfrentarse
entre sí, cubriendo siempre dos funciones complementarias. Por una parte,
subordinarse al Poder legitima la fuerza de las administraciones menores. Por
otra, tener a raya los ciudadanos que dependen de ellos les hace ser temidos y
respetados por estos. Así, el alcalde lucha contra el dueño de una tierra para
expropiársela. El abogado lucha contra el alcalde, que tiene asuntos turbios en
su pasado. El tribunal se corrompe con sentencias injustas que favorecen al
alcalde y doblegan al insumiso. Los policías y demás empleados del alcalde
acaban la faena por la violencia física. Todo conforma una cascada que tapona
cualquier salida posible. "En Rusia todo pequeño oligarca es una copia de
los grandes poderes", en opinión del director.
Hobbes mantuvo que la Iglesia tenía que estar sometida al
Estado, dado que la lucha entre las confesiones de su tiempo podía provocar una
guerra civil. En la película Estado y Religión se entienden perfectamente con
la potente arma de la corrupción de
uno, que la otra consiente, y con el poder que da a la Religión estar en la Verdad. Mar y tierra son antitéticas
entre sí. El mar representa el origen de la libertad que Lilya Elena Lyadova)
busca para huir de la tierra corrompida. Y la brutalidad del relato y lo que en
él sucede, ¿qué finalidad tiene? Sólo una: consolidarse los humanos en el poder
para conseguir, mediante él, beneficios económicos. El tono, las pausas, los
silencios y los sonidos de las aguas, el viento y la naturaleza estimulan la
reflexión del espectador y le centran en la horrible y aplastante inhumanidad
que se describe.
La vorágine de la mafia que desnuda la película consigue que
se pudra en la cárcel un gran hombre, orgulloso de sus antepasados, enraizado
en su tierra, honrado trabajador que construye su casa, su hogar y toda su
vida.
La verdad
Es la piedra angular de la Iglesia Ortodoxa, a la que el pope
sabe sacar buen partido. Con palabras seductoras manifiesta su gran convicción:
"Dios no mora en fuerza, sino en verdad..., la verdad es el legado de
Dios". Sólo la verdad libera, es la respuesta del sacerdote al problema
que se ha planteado.
Cuando el alcalde Vadin acude angustiado al sacerdote, a éste
le falta tiempo para tranquilizar a la autoridad: "donde hay poder hay
fuerza y la fuerza es Dios" y "Dios está satisfecho" ¿Por qué
esto? Sólo hay una única razón: el sacerdote tiene la Verdad y ella justifica dogmáticamente
cualquier acción. Al fin y al cabo, todo pasará. La prueba son los esqueletos
de las ballenas de la película y los barcos varados.
El humor
En medio de la atmósfera atosigante y de gran crudeza que se
respira nos envuelven continuamente los paisajes naturales y los simbolismos
visuales permanentes. Hay lugar, incluso, para el humor. Algunos momentos son
geniales. Por ejemplo, cuando a los amigos se les acaban los blancos para
disparar, en forma de botellas vacías, el policía de tráfico saca fotografías
de presidentes rusos, desde Lenin a Gorbachov. Otro ejemplo se da en la lectura
de la sentencia por la jueza. Lo hace a la velocidad de un robot, reflejando la
burocracia rusa. Este humor, además de la crítica, nos hace sentir la brutalidad de la realidad: un entorno desolado y ruinoso
del pueblo de pescadores, con todos los restos de barcos y esqueletos de
ballenas, que representan un páramo muerto y desolado, paralelismo claro con la
vida de Kolya y su familia.
El poder de la corrupción lo ha desmoronado todo.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: