domingo, 22 de mayo de 2016

La quema de libros en El Quijote



"Allí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos" (H. Heine, Almansor)


Portada del libro de Cervantes [cvc.cervantes.es]

E

s de sobra conocido que el hidalgo Alonso Quijano, obsesionado por la lectura de los libros de caballería, de modo similar a los personajes que salían en estos, lo primero que hace es ponerse un nombre: "se vino a llamar don Quijote", al que añadió "de la Mancha", ya que ésta era su patria. Igualmente, puso nombre a su caballo. Le llamó ‘Rocinante’: "nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo”. Finalmente, a su enamorada Aldonza Lorenzo la designó como "Dulcinea del Toboso", por ser natural de este lugar: "nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo" (Capítulo I).

Después de ser armado caballero, soportó la primera paliza proporcionada por un mozo de mulas, que le dejó inmovilizado en tierra, de donde fue recogido por un buen labrador de su pueblo y conducido a casa hasta que se le curaron las heridas recibidas.

En el capítulo sexto, el cura y el barbero, buenos amigos de don Quijote, estimulados por la sobrina y el ama de la casa, llegan a la conclusión de que ha caído en la locura por causa de los libros de caballería, por lo que, mientras el herido esta en cama mullido por los golpes, entran en su aposento para escudriñar los libros personales de don Quijote y quemarlos en la hoguera. Según la sobrina, "no hay que perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores" (Capítulo VI). Lo mismo piensa el ama. En cambio, el cura Pe(d)ro Pérez y el barbero, maese Nicolás, miraron los títulos y salvaron aproximadamente una veintena de los más de cien volúmenes que había, los demás los quemaron.

Los intelectuales de la época

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e refiero a los finales del siglo renacentista (siglo XVI) y a los principios del barroco (siglo XVII), cuando se escribió y publicó Don Quijote. El cura del lugar era un Licenciado en teología: "hombre docto, graduado en (S)Cigüenza". Especialmente, el clero tenía el encargo de velar por las esencias doctrinales de la moral y vigilar la ortodoxia religiosa. Entonces se encontraban vigentes las pragmáticas de Felipe II sobre los libros, que exigían un riguroso control de su contenido doctrinal. La Inquisición, mediante el Tribunal del Santo Oficio, no permitía la herejía y establecía obligatoriamente el catolicismo, encargando a los tribunales civiles torturar a los acusados hasta conseguir que confesaran y, posteriormente, eran ejecutados. ¿A quién se le ocurriría en aquella situación política y social hablar de la libertad de expresión? Cervantes sí se atrevió a ello, como enseguida veremos.

Los libros son los culpables de la locura de don Quijote [cvc.cervantes.es]

El de barbero fue un oficio de cierta importancia. No sólo afeitaba y arreglaba cabellos y barbas, sino que también aplicaba ventosas, sangraba, sajaba y sacaba muelas, entre otras actividades. En los pueblos eran considerados como los profesionales de la salud, ya que la medicina se ubicaba en los centros urbanos, universidades, hospitales e instituciones monásticas. La población campesina se curaba con remedios tradicionales caseros: hierbas, curanderos, peticiones a los santos, etc. Las barberías eran centros de comunicación social, allí las personas discutían, hablaban, contaban sus preocupaciones, informaban de las noticias que llegaban y se expresaban públicamente. En cuanto a maese Nicolás, puede decirse que era un hombre culto.

Ambos -cura y barbero- representan el universo de la racionalidad y la lógica frente a la locura de don Quijote, aunque muchas veces se queden muy sorprendidos y admirados del buen juicio de nuestro caballero. Una cosa no quita la otra.

Cervantes y la censura

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ije antes que Cervantes sí criticó la censura inquisitorial de la época y la prohibición de expresarse libremente. Para ser capaz de hacerlo había que ser ingeniosísimo y totalmente sutil, a fin de burlar así a los encargados de mantener la ortodoxia, sin que se dieran cuenta de ello. Pues bien, para esto se sirvió de los libros de caballería, lanzados a la hoguera del corral. Eran inocentes en su contenido doctrinal, no atacaban dogmas religiosos ni teologías, ¿por qué quemarlos, pues? El acontecimiento pasó desapercibido y no originó ni una sola controversia. El propio don Quijote se conformó con la explicación de la sobrina y no tuvo ninguna duda, cuando notó que en la casa no había aposento, ni libros, de que la acción fue ejecutada por su gran enemigo Frestón y no por el diablo:

"-- No era diablo -replicó la sobrina-, sino un encantador que vino sobre una nube una noche, después del día que vuestra merced de aquí se partió, y, apeándose de una sierpe en que venía caballero, entró en el aposento, y no sé lo que hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado y dejó la casa llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos libro ni aposento alguno: sólo se nos acuerda muy bien a mí y al ama que al tiempo del partirse aquel mal viejo dijo en altas voces que por enemistad secreta que tenía al dueño de aquellos libros y aposento dejaba hecho el daño en aquella casa que después se vería. Dijo también que se llamaba ‘el sabio Muñatón’" (Capítulo VII).

Escudriñando los libros y tirándolos al corral [teletica.com]
El capítulo sexto cuenta con todo detalle cómo se produce la quema de los libros. El procedimiento no puede ser más superficial y Cervantes lo convierte en una farsa de la Inquisición, empleando siempre una gran ironía. De momento leen los títulos y luego los tiran al corral, donde hacen una hoguera para que no moleste el humo. El primero que consideran tiene por título Los cuatro de Amadís de Gaula. El cura sabe que fue el primero de caballería publicado en España y el origen de todos los que vinieron después. Creó así una mala secta, argumenta, por lo que hay que quemar "sin excusa". A lo que el barbero replica que es el mejor de todos los de su rango y "único en su arte", por lo que merecería salvarse. Entonces el cura asiente.

El segundo es Las sergas de Explandrián, hijo de Amadís. El cura sale socarrón y dice "que no le vale al hijo la bondad del padre", por lo que le condena a la hoguera. El siguiente es Amadís de Grecia, del mismo linaje que Amadís, así que al corral. Luego viene Don Olivante de Laura y Jardín de flores, los dos mentirosos, disparatados y arrogantes; por tanto, al corral también. Florismarte de Hircania y El caballero Platir, también al fuego. Viene después El caballero de la Cruz, de nombre santo, según el cura, para poder perdonar, pero no, porque "tras la cruz está el diablo", prosigue el taimado eclesiástico.

Ante Espejo de caballería, de Reinaldos de Montalbán, el cura piensen condenarlo, pero se da cuenta de que el autor es amigo y le conoce, así que lo salva. Aquí entra el tema del amiguismo tan español en nuestra historia como un argumento de peso. Palmería de Ingalaterra debe salvarse, porque le compuso un rey de Portugal. También Don Belianis. Los demás a la hoguera, le dice al ama, quien, al tomar muchos de una vez para lanzarlos al corral, se le cayó Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, ante el cual el cura se admira y ve un tesoro, "el mejor libro del mundo", porque los caballeros comen, duermen en sus camas y mueren después de hacer testamento.

Sobrina y ama quemando libros [prodavinci.com]

Salvan, igualmente, los libros de poesía, porque son de entretenimiento y no hacen daño, aunque la sobrina teme que su tío pueda hacerse pastor y cantor, y tañer en los prados, lo que el cura reconoce que podría ser una ocasión para ello. Otros como El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos se entregan "al brazo seglar del ama, y no me pregunten por qué, que sería nunca acabar". Otro gran argumento, como se ve. En cuanto al abrazo seglar, alude a la justicia civil que ejecutaba las decisiones de la Inquisición. Se trata de otro rasgo irónico de Cervantes.Tesoro de varias poesías se salva, si se le limpia y escarda. El Cancionero, de López Maldonado, hay que guardarlo; su autor es también amigo del cura, que ya se está impacientando: "démonos prisa que se va haciendo tarde". No deja de tener gracia a raudales que el propio autor salve La Galatea con este argumento del cura: "Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos". Aún queda tiempo para guardar La Araucana, el Monserrato y Las lágrimas de Angélica.

"Cansose el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada [es decir, sin verlos ya y de una sola vez] quiso que todos los demás se quemasen". Véase la tremenda ironía de Cervantes ante el profundo análisis doctrinal efectuado por el cura como representante de la Inquisición. Cervantes concluye así la quema en el capítulo XVII:

"Aquella noche quemó y abrasó el ama cuántos libros había en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder que merecen guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador, y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores"

Para terminar, quiero hacerlo contrastando la odiosa y frivolona valoración inquisitorial descrita con la concepción optimista y romántica del Quijote en su conversación con el canónico del capítulo L (segunda parte). Le dice así:

"Y vuestra merced créame y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo destierran la melancolía que tuviese y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala".

Julián Arroyo Pomeda



Publicado just now por Julián Arroyo Pomeda

4 comentarios:

  1. Para terminar, quiero hacerlo contrastando la odiosa y frivolona valoración inquisitorial descrita con la concepción optimista y romántica del Quijote en su conversación con el canónico del capítulo L (segunda parte). Le dice así:
    symcdata.info/simbolos-patrios-del-peru/

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  2. Muy certero. Gracias y enhorabuena.

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  3. Maravilloso, muchas gracias por el analisis. Muy buena esa clarificación para mi tésis de doctorado.

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