"Allí donde se queman libros se acaba quemando
también seres humanos" (H. Heine, Almansor)
Portada del libro de Cervantes [cvc.cervantes.es]
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s de sobra conocido que el hidalgo Alonso Quijano, obsesionado por la
lectura de los libros de caballería, de modo similar a los personajes que
salían en estos, lo primero que hace es ponerse un nombre: "se vino a
llamar don Quijote", al que añadió "de la Mancha", ya que ésta
era su patria. Igualmente, puso nombre a su caballo. Le llamó ‘Rocinante’:
"nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo”. Finalmente, a su
enamorada Aldonza Lorenzo la designó como "Dulcinea del Toboso", por
ser natural de este lugar: "nombre, a su parecer, músico y peregrino y
significativo" (Capítulo I).
Después de ser armado caballero, soportó la primera paliza proporcionada
por un mozo de mulas, que le dejó inmovilizado en tierra, de donde fue recogido
por un buen labrador de su pueblo y conducido a casa hasta que se le curaron
las heridas recibidas.
En el capítulo sexto, el cura y el barbero, buenos amigos de don Quijote,
estimulados por la sobrina y el ama de la casa, llegan a la conclusión de que
ha caído en la locura por causa de los libros de caballería, por lo que,
mientras el herido esta en cama mullido por los golpes, entran en su aposento
para escudriñar los libros personales de don Quijote y quemarlos en la hoguera.
Según la sobrina, "no hay que perdonar a ninguno, porque todos han sido
los dañadores" (Capítulo VI). Lo mismo piensa el ama. En cambio, el cura
Pe(d)ro Pérez y el barbero, maese Nicolás, miraron los títulos y salvaron
aproximadamente una veintena de los más de cien volúmenes que había, los demás los
quemaron.
Los intelectuales de la época
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e refiero a los finales del siglo renacentista (siglo XVI) y a los
principios del barroco (siglo XVII), cuando se escribió y publicó Don
Quijote. El cura del lugar era un Licenciado en teología:
"hombre docto, graduado en (S)Cigüenza". Especialmente, el clero
tenía el encargo de velar por las esencias doctrinales de la moral y vigilar la
ortodoxia religiosa. Entonces se encontraban vigentes las pragmáticas de Felipe
II sobre los libros, que exigían un riguroso control de su contenido doctrinal.
La Inquisición, mediante el Tribunal del Santo Oficio, no permitía la herejía y
establecía obligatoriamente el catolicismo, encargando a los tribunales civiles
torturar a los acusados hasta conseguir que confesaran y, posteriormente, eran
ejecutados. ¿A quién se le ocurriría en aquella situación política y social
hablar de la libertad de expresión? Cervantes sí se atrevió a ello, como
enseguida veremos.
Los libros son los culpables de la locura de don
Quijote [cvc.cervantes.es]
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El de barbero fue un oficio de cierta importancia. No sólo
afeitaba y arreglaba cabellos y barbas, sino que también aplicaba ventosas,
sangraba, sajaba y sacaba muelas, entre otras actividades. En los pueblos eran
considerados como los profesionales de la salud, ya que la medicina se ubicaba
en los centros urbanos, universidades, hospitales e instituciones monásticas.
La población campesina se curaba con remedios tradicionales caseros: hierbas,
curanderos, peticiones a los santos, etc. Las barberías eran centros de
comunicación social, allí las personas discutían, hablaban, contaban sus
preocupaciones, informaban de las noticias que llegaban y se expresaban
públicamente. En cuanto a maese Nicolás, puede decirse que era un hombre culto.
Ambos -cura y barbero- representan el universo de la racionalidad y la
lógica frente a la locura de don Quijote, aunque muchas veces se queden muy
sorprendidos y admirados del buen juicio de nuestro caballero. Una cosa no
quita la otra.
Cervantes y la censura
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ije antes que Cervantes sí criticó la censura inquisitorial de la época y
la prohibición de expresarse libremente. Para ser capaz de hacerlo había que
ser ingeniosísimo y totalmente sutil, a fin de burlar así a los encargados de
mantener la ortodoxia, sin que se dieran cuenta de ello. Pues bien, para esto
se sirvió de los libros de caballería, lanzados a la hoguera del corral. Eran
inocentes en su contenido doctrinal, no atacaban dogmas religiosos ni
teologías, ¿por qué quemarlos, pues? El acontecimiento pasó desapercibido y no
originó ni una sola controversia. El propio don Quijote se conformó con la
explicación de la sobrina y no tuvo ninguna duda, cuando notó que en la casa no
había aposento, ni libros, de que la acción fue ejecutada por su gran enemigo
Frestón y no por el diablo:
"-- No era diablo
-replicó la sobrina-, sino un encantador que vino sobre una nube una noche,
después del día que vuestra merced de aquí se partió, y, apeándose de una
sierpe en que venía caballero, entró en el aposento, y no sé lo que hizo
dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado y dejó la casa
llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos libro
ni aposento alguno: sólo se nos acuerda muy bien a mí y al ama que al tiempo
del partirse aquel mal viejo dijo en altas voces que por enemistad secreta que
tenía al dueño de aquellos libros y aposento dejaba hecho el daño en aquella
casa que después se vería. Dijo también que se llamaba ‘el sabio Muñatón’"
(Capítulo VII).
Escudriñando los libros y tirándolos al corral [teletica.com]
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El capítulo sexto cuenta con todo detalle cómo se produce la quema de los
libros. El procedimiento no puede ser más superficial y Cervantes lo convierte
en una farsa de la Inquisición, empleando siempre una gran ironía. De momento
leen los títulos y luego los tiran al corral, donde hacen una hoguera para que
no moleste el humo. El primero que consideran tiene por título Los
cuatro de Amadís de Gaula. El cura sabe que fue el primero de caballería
publicado en España y el origen de todos los que vinieron después. Creó así una
mala secta, argumenta, por lo que hay que quemar "sin excusa". A lo
que el barbero replica que es el mejor de todos los de su rango y "único
en su arte", por lo que merecería salvarse. Entonces el cura asiente.
El segundo es Las sergas de Explandrián, hijo de Amadís. El
cura sale socarrón y dice "que no le vale al hijo la bondad del
padre", por lo que le condena a la hoguera. El siguiente es Amadís
de Grecia, del mismo linaje que Amadís, así que al corral. Luego viene Don
Olivante de Laura y Jardín de flores, los dos mentirosos,
disparatados y arrogantes; por tanto, al corral también. Florismarte de
Hircania y El caballero Platir, también al fuego. Viene
después El caballero de la Cruz, de nombre santo, según el cura,
para poder perdonar, pero no, porque "tras la cruz está el diablo",
prosigue el taimado eclesiástico.
Ante Espejo de caballería, de Reinaldos de Montalbán, el cura
piensen condenarlo, pero se da cuenta de que el autor es amigo y le conoce, así
que lo salva. Aquí entra el tema del amiguismo tan español en
nuestra historia como un argumento de peso. Palmería de Ingalaterra debe
salvarse, porque le compuso un rey de Portugal. También Don Belianis.
Los demás a la hoguera, le dice al ama, quien, al tomar muchos de una vez para
lanzarlos al corral, se le cayó Historia del famoso caballero Tirante
el Blanco, ante el cual el cura se admira y ve un tesoro, "el mejor
libro del mundo", porque los caballeros comen, duermen en sus camas y
mueren después de hacer testamento.
Sobrina y ama quemando libros [prodavinci.com]
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Salvan, igualmente, los libros de poesía, porque son de entretenimiento y
no hacen daño, aunque la sobrina teme que su tío pueda hacerse pastor y cantor,
y tañer en los prados, lo que el cura reconoce que podría ser una ocasión para
ello. Otros como El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños
de celos se entregan "al brazo seglar del ama, y no me pregunten
por qué, que sería nunca acabar". Otro gran argumento, como se ve. En
cuanto al abrazo seglar, alude a la justicia civil que ejecutaba las decisiones
de la Inquisición. Se trata de otro rasgo irónico de Cervantes.Tesoro de
varias poesías se salva, si se le limpia y escarda. El Cancionero,
de López Maldonado, hay que guardarlo; su autor es también amigo del cura, que
ya se está impacientando: "démonos prisa que se va haciendo tarde". No
deja de tener gracia a raudales que el propio autor salve La Galatea con
este argumento del cura: "Muchos años ha que es grande amigo mío ese
Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos". Aún queda
tiempo para guardar La Araucana, el Monserrato y Las
lágrimas de Angélica.
"Cansose el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada [es decir,
sin verlos ya y de una sola vez] quiso que todos los demás se quemasen".
Véase la tremenda ironía de Cervantes ante el profundo análisis doctrinal
efectuado por el cura como representante de la Inquisición. Cervantes concluye
así la quema en el capítulo XVII:
"Aquella noche
quemó y abrasó el ama cuántos libros había en el corral y en toda la casa, y
tales debieron de arder que merecen guardarse en perpetuos archivos; mas no lo
permitió su suerte y la pereza del escrutiñador, y así se cumplió el refrán en
ellos de que pagan a las veces justos por pecadores"
Para terminar, quiero hacerlo contrastando la odiosa y frivolona valoración
inquisitorial descrita con la concepción optimista y romántica del Quijote en
su conversación con el canónico del capítulo L (segunda parte). Le dice así:
"Y vuestra merced
créame y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo destierran
la melancolía que tuviese y le mejoran la condición, si acaso la tiene
mala".
Julián Arroyo Pomeda
Gracias, buen texto. Esclarecedor e interesante.
ResponderEliminarPara terminar, quiero hacerlo contrastando la odiosa y frivolona valoración inquisitorial descrita con la concepción optimista y romántica del Quijote en su conversación con el canónico del capítulo L (segunda parte). Le dice así:
ResponderEliminarsymcdata.info/simbolos-patrios-del-peru/
Muy certero. Gracias y enhorabuena.
ResponderEliminarMaravilloso, muchas gracias por el analisis. Muy buena esa clarificación para mi tésis de doctorado.
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