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reciente pase por TVE de Irrational man
(Woody Allen, 2015) permite reflexionar sobre la actualidad del pensamiento
filosófico, que pide con urgencia su integración en el sistema educativo
secundario, cuya puesta a punto no debería escaparse al gobierno actual.
Un
brillante profesor de filosofía, Abe Lucas, cobijado en el alcohol y en sus
teorías filosóficas, llega a la Universidad de Braylin para dar clases de
verano sobre ‘estrategias éticas’. Enseguida seduce a Rita y, especialmente, a
su mejor alumna, Jill.
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Empieza
sus clases citando a Kant para quien la razón es la última piedra de toque de
la verdad, aunque pronto lo critica por no ser una guía moral para encontrar el
sentido de la vida. Desde aquí se desencadena la entrada de intelectuales y
filósofos, aunque ninguno tenga la respuesta definitiva: Kierkegaard, Heidegger,
Dostoievski, Freud, Sartre, De Beauvoir, Arendt, Camus. Allen los ha leído sin
encontrar en ellos razones convincentes a las denominadas grandes cuestiones.
Igual le pasa a Abe, que sólo encuentra en ellos verborrea mental, pero no
responden a las cuestiones planteadas por el mundo real, donde todo es fruto
del azar, como cuando Abe juega a la ruleta rusa, dejando aterrorizados a los
que participan en la fiesta, aunque Jill explica que "Abe lo convierte
todo en una lección de filosofía".
La
película da un giro total, cuando Abe oye la conversación en una cafetería,
acompañado por Jill. Un juez no deja vivir a una pobre mujer a la que ha
quitado a sus hijos injustamente. Abe se plantea entonces qué hacer y decide
actuar para salvar la situación insoportable, eliminando al juez. Una acción
irracional y dramática, pensando que es lo correcto. Entonces acaba su
depresión, porque ahora tiene un objetivo para dar sentido a su vida, que solo
es contingencia, fragilidad, irracionalidad. Como único sentido de la
existencia sólo queda hacer algo por los demás. Si todo es aleatorio, su
comportamiento es tan irracional, o tan correcto, como el de cualquiera de
nosotros.
El
final de la película vuelve a sorprender por hitchcokiano. Abe se ha realizado
como persona y su apasionamiento por la vida le impide ser condenado por dar
sentido a la misma. Somos mente y cuerpo: nobleza y divertimento, a la vez, y
sin preferencia, aunque, finalmente, se imponga Nietzsche, ya que Abe se ha
colocado más allá del bien y del mal, cuestionando la moral establecida en su
sentido extramoral. El mal es una banalidad. Los humanos no somos racionales
por naturaleza, aunque esta sea nuestra aspiración más noble. En circunstancias
extremas no es siempre ético decir la verdad y el mito de la razón es real.
Decía B. Russell que había buscado pruebas de la racionalidad humana, sin
encontrarlas, y que si las tenía de su locura. La película es todo un manantial fresco y creativo de ideas filosóficas
que nos hacen pensar.
Julián Arroyo Pomeda
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