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ué pena da Boadella pretendiendo
defender lo indefendible Para qué dar la cara, cuando el mismo Plácido Domingo
reconoce que las normas con las que en este momento "medimos las cosas son
muy diferentes a las del pasado". Dejémoslo aquí, si no queremos ser más
papistas que el propio autor. Seguirá siendo uno de los mejores tenores del
mundo, a pesar de sus miserias. Ángela Turner denuncia el acoso del tenor:
"hizo resbalar sus manos desde los hombros hasta los pechos". Podría
haberlo evitado con un guantazo o teniendo las manos quietas, pero Boadella
explota: "Las manos de un macho no están para estar quietas
precisamente". De lo contrario los humanos no existiríamos como
especie". Qué borde y qué grosero.
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Pues bien, las manos no están, ni mucho menos, para lo que sugiere la energúmena
frase de Boadella. Él, que es una persona culta, podría recordar al
filósofo griego Anaxágoras (500-428 a. C.), que relacionó el pensamiento con
las manos. El alma está en la punta de los dedos, porque las manos y la piel
son puertas del conocimiento. Las cosas viven por nuestro tacto. Las manos son
los órganos de nuestro cuerpo. Nuestra relación con el mundo se hace a través
de lo que está a mano (Zuhandenheit,
Heidegger), de los utensilios. Con las
manos construimos artesanía, hacemos literatura, diseñamos arquitectura,
realizamos cualquier trabajo creativo, nos alimentamos y hasta nos defendemos.
Boadella ha sido siempre un dramaturgo
inquieto, criticando y satirizando todo lo que encontraba como representación del
poder. Nos ha hecho pensar y reír mucho. Desde hace un tiempo le veo dando más
tumbos por escorarse a proyectos políticos que nada le favorecen. Aceptó de la
derecha madrileña más rancia la dirección de Teatros del Canal en 2009 y el
premio Alfonso Ussía en 2012. Apoyó a UPyD y luego a Ciudadanos, y culminó 2018
como presidente en el exilio de Tabarnia. No creo que tales bandazos engrandezcan su identidad, sino que, en todo caso, pueden ensuciarle sus propias manos.
Julián
Arroyo Pomeda
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