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o
más prudente en una situación política nueva es pasar página y mirar hacia
adelante. No se trata de olvidar lo pasado, sino de situarse ante una página en
blanco para atisbar alguna perspectiva nueva, un resquicio de luz diferente
desde el que plantear los problemas de siempre. Esperar prudencialmente,
estando muy atentos a las actuaciones de un gobierno recién llegado, que parece
dispuesto a hacer las cosas de otra manera. Ya no valen los viejos modos, ahora
toca empezar definitivamente con otros.
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Había,
pues, expectación ante tantas dificultades y una de las primeras era la
cuestión catalana, presidida también ahora por un nuevo líder político.
Acontecimientos últimos y recientes ponen en peligro y tensionan aún más la difícil
balanza. Sin dar un respiro estival, se aprovecha cualquier encuentro o
celebración para seguir crispando. Cabe aquí regalar al rey un documento para
que pueda enterarse de la actuación de las fuerzas represoras de la policía y
solicitarle una entrevista directa por carta oficial, o negarle locales dignos
para los premios Princesa de Girona. Así no.
Se
saluda al presidente del Gobierno de España y se le pide diálogo de gobierno a
gobierno, donde se solicitará un referéndum de autodeterminación pactado para
que tenga que decir que no. Ante el acercamiento de presos políticos del
gobierno de Puigdemont, se rechaza que sea un detalle institucional y se pide
su libertad por justicia.
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El
incidente último ha sido el enfrentamiento con el embajador de España, Morenés.
Las más altas instituciones catalanas se enfrentaron como si fueran activistas
en acción, dispuestos a ser detenidos por alteración del orden. Presos
políticos o políticos presos ya lo sabemos todos, ¿por qué hay que montarla
otra vez? Semejantes actitudes no parece que vayan a preparar la próxima visita
a la Moncloa del presidente Torra. Broncas, ruidos ostentosos y desplantes
institucionales no constituyen un haber positivo. Así tampoco. Hay que destensar
la situación, se necesita una actitud de calma y de sosiego necesario para
plantear las cuestiones ante quien parece estar dispuesto a escuchar. Ya
sabemos a qué ha conducido el todo o nada: a la encarcelación de la mayoría del
gobierno catalán anterior. Junqueras lo vio con meridiana claridad: me pueden
meter en la cárcel, dijo. Y no le ha faltado razón. Por su clarividencia debe
ser uno de los que más lo están sufriendo personalmente.
Es
hora de tragarse los sinsabores y hasta los odios y permanecer en calma,
buscando la senda de los sabios (que son pocos, ciertamente) y abandonando el
mundanal ruido. Menos estridencias. Ojalá alcancemos así a ser todos un poco
más dichosos. La escala de tensión continua y la unilateralidad como estrategia
para imponer las propias decisiones sólo conduce a una vía muerta, que
únicamente P. Sánchez puede reconducir. Lo demás encrespará a la caverna cada
vez más.
Julián Arroyo Pomeda