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os
extranjeros, que nos visitaron esta Semana Santa hablaban de la locura española
con motivo de las procesiones que les sorprendían, aunque no entendían nada.
Todo esto se corona ahora mismo con el encontronazo bochornoso de la familia
real, al salir de la misa de Resurrección, acto que hubo que ver varias veces
en vídeo para poder creérselo.
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La
imagen no tiene desperdicio. La reina Sofía echa los brazos sobre los hombros
de sus dos nietas para hacerse una fotografía con ellas. La actual reina Letizia
se lo impide, poniéndose delante. Disimula, colocando el pelo de la infanta
Leonor y tirando de ella. La niña acaba dando un manotazo al brazo de la abuela
para zafarse. Mientras tanto, el rey Felipe VI aparece como un pasmarote, toca
el brazo de Leticia y manda retirarse a su madre. El rey Juan Carlos mira
desconcertado la escena, sin atreverse a intervenir. El momento siguiente es
todavía más aterrador. La reina Sofía, sonriente, da un beso en la frente a Leonor
y Letizia toca con su dedo la huella para retirarla. Nadie negará que tenga
clase.
El
juego de tronos acaba de aparecer con la máxima crudeza. Alguien no soporta a
alguien, lo que ya se sabía, por otra parte, pero ahora se pone de manifiesto públicamente
para que no quepa ninguna duda: están dispuestos a destrozarse a sí mismos. Por
si no teníamos bastante con las estructuras corruptas extendidas por todo el
país, ahora esto. Acertó quien regaló, hace no mucho tiempo, los vídeos de
"Juego de tronos" al rey Felipe VI. Hemos podido asistir al modelo
didáctico más emblemático en la alta magistratura del Estado. Magnífico ejemplo
de familia unida en la que los adolescentes, como Leonor, deberán mirarse.
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Esta
gente, que se divierte con sus juegos casi mafiosos, merece que los ciudadanos
les obliguen a abdicar definitivamente de sus altas funciones. El Estado no
puede fundamentarse en tales manos: que se vayan y nos dejen en paz.
Precisamente en el mes actual se conmemora el aniversario de la República
Española, a la que, vistos los antecedentes, dan ganas de lanzarle un
"viva" ante el atropello de valores de este majestuoso personal.
Alguno de ellos ya pidió perdón por sus actos. Otros, mucho más orgullosos y
displicentes, no lo harán. Para ellos supondría una ignominia y para los
ciudadanos una vergüenza. No merecemos semejantes instituciones: ¡Viva la
República! Pero no se asuste nadie que más pronto que tarde escampará.
Julián Arroyo Pomeda