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sábado, 27 de febrero de 2016

El pacto educativo (im)posible



El que hayamos perdido cien años antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer (Atticus Finch a su hija, Matar a un ruiseñor).

A
hora, cuando se discute con mayor o menor encono -como siempre suele ocurrir entre nosotros- sobre la interpretación de los Acuerdos firmados entre dos partidos para alcanzar la investidura del nuevo Presidente del Gobierno, vuelve a plantearse la necesidad de un pacto por la educación. Se trata de una cuestión permanente, que resurge de cenizas ya casi apagadas y que nunca consiguen dar a la luz por el estúpido orgullo envarado de unos y otros que parece que nunca acabará. Todo ha de ser siempre blanco o negro, sin que sea posible dar color a nada.

Dado que las leyes de educación en unos treinta y cinco años de democracia en España han sido siete, puede decirse que en poco más de una legislatura se ha promulgado una de estas leyes. Dicho de otra manera, que cada partido en el gobierno elaboraba una cuando contaba con mayoría suficiente de votos. Esa misma caía en cuanto perdida en las urnas el partido que la aprobó. El derroche en medios humanos y recursos económicos y administrativos ha sido enorme. Y lo que es peor, las generaciones han ido recibiendo una formación distinta en similares períodos de edad. Por ello no se ha podido avanzar. Los mimbres tejidos por una ley estaban destinados a ser destruidos por la ley siguiente. Incluso una de ellas quedó derogada sin haber sido aplicada, lo que no impidió al mismo partido hacer otra distinta, al retomar el gobierno. Se da la paradoja de que la actualmente vigente puede ser paralizada en aquellos puntos que todavía no han sido aplicados.
 
Cospedal y Gabilondo [stecyl.es]
¿Por qué no podemos nosotros tener una ley de educación?, se preguntaba molesta una personalidad del partido que todavía es gobierno en funciones. Y la han tenido contra todo y contra todos hasta conseguir el compromiso de toda la oposición parlamentaria de derogarla cuando perdieran las elecciones. Todavía más. Siendo Ángel Gabilondo ministro de educación socialista, propuso un acuerdo educativo al Partido Popular. Habían avanzado bastante en las reuniones del año 2010 para lograrlo y el ministro renunció a cuestiones básicas para ello, cuando alguien alertó de que los socialistas perderían las próximas elecciones -y acertó, ciertamente. Entonces tendrían su hora y sería el momento oportuno para hacer su propia ley. Esta fue el nefasto legado el ministro Wert, que se enfrentó, cual llanero solitario, pero sin grandeza, a todo un universo educativo. Y así le fue: salió del gobierno sin poder acabar la aplicación completa de su ley tan denostada.

En estos momentos y con el horizonte abierto a la posible investidura para la presidencia del gobierno, otra vez se plantea un pacto por la educación, que sea de orden social, y permita diseñar un marco legal consensuado. Los firmantes de los Acuerdos se dan un plazo de seis meses para ello y, mientras tanto, paralizarán la implantación de la LOMCE en los aspectos que no están todavía en vigor. Con tales perspectivas de actuación no sería extraño que los populares se opongan rotundamente, en cuyo caso habría que empezar de nuevo otra vez, derogando lo que actualmente existe y creando otra próxima ley. Y así sucesivamente. ¿Llegará a constituirse siquiera una Mesa de trabajo para empezar el tema? Creo que sólo será posible en el caso de que obligue la necesidad. ¿Cual es ésta?
 
España en cabeza de abandono [sociedad-elpais.com]
Hay algunas cosas muy preocupantes. En España el abandono escolar temprano está en torno a un 23,5% y es el mayor de la Unión Europea hasta duplicarlo, ya que la media comunitaria es del 11,1%. Dado que tampoco estamos a la altura de los rankins internacionales en nuestras universidades, la formación y preparación de los estudiantes españoles no es la mejor para el acceso al mundo laboral. Es preciso resolver el problema de la Educación en España, pero ¿cómo? El asunto es que los años de crisis han reducido de forma significativa los recursos dedicados a Educación y Sanidad. De este modo las cosas tendrán que ir a peor. Los problemas no sólo se resuelven, sino que se acrecientan.

El pacto educativo tendría que entrar en la Reforma profunda del sistema, lo que resulta de una complejidad apabullante. No es que no se puede reorganizar la Secundaria, una de las bases imprescindibles, pero sí que es necesario tocar tantos palillos que el acuerdo no resulta nada fácil y, sobre todo, habría que tomar decisiones muy drásticas en torno al eje de educar/enseñar o transmitir conocimientos/creatividad y habilidades. Marina cortó el debate tajantemente: no se considera ni pedagogo ni antipedagogo. Las mejoras y las innovaciones tienen que evaluarse para ver si son eficaces o no.

Qué debe contemplar un pacto educativo

[la-razon.com]
Lo primero es hacer un plan curricular con una profunda reflexión acerca de lo que hay que introducir en el currículo escolar de Secundaria y que todo estudiante debiera superar para promocionar. No es posible meterlo todo con calzador. Supuesto que sólo la inteligencia humana creó tanto lo científico como lo humanista, ¿qué habría que priorizar? Ante todo, superar la división tradicional entre "ciencias" y "letras". No tiene sentido saber de una de las variables, abandonando la otra, sino que hay que integrarlas, lo que no resulta nada fácil en la realidad práctica de las aulas. Lo que ahora prevalece en la U. E. es lo científico y técnico o tecnológico, que se visualiza con el término STEM (Science, Technology. Engineering, Mathematics). Esto ha llevado a la crisis de las Humanidades, que en otros momentos históricos fueron indiscutibles. Las denominadas "dos culturas" están en un profundo desencuentro.

En las Humanidades hay que incluir el lenguaje, el pensamiento crítico, la historia de la cultura y el mundo de la ética. Con las lenguas nos comunicamos, convivimos, creamos y nos expresamos. Las lenguas son tanto las modernas como las antiguas, que iniciaron la creación de la cultura.

Sin el pensamiento crítico no son posibles las sociedades libres, justas y razonables, sino que éstas se afianzarán en absolutismos, corporativismos y fundamentalismos que violentan y no valoran las diferencias. Los poderes establecidos no se cuestionarán, si se carece de herramientas que hagan posible la reflexión y la argumentación, que debe enseñarse en la escuela, porque nada se improvisa. Autoridades ancestrales, tradiciones culturales, medios escritos y visuales, todo se va imponiendo mecánicamente, a poco que nos descuidemos, moldeando a las personas.

Somos también lo que hacemos y lo que hemos construido. Por eso el conocimiento de la historia es imprescindible para saber lo que nos ha pasado y orientar lo que nos va a pasar. En nuestra historia se encuentran las creaciones científicas, literarias, artísticas, jurídicas, religiosas y políticas, entre otras.
Todo esto se encuentra estabilizado y organizado por un modo de vivir bueno, es decir, moral y virtuoso. El impulso ético lo ha impregnado todo siempre.

La manera de integrar lo que tenemos no se alcanza mediante las asignaturas tradicionales desnudas, sino a través de la impermeabilización humanista de todas ellas, según propone J. A. Marina. La idea me parece excelente, pero habría que evaluar su eficacia. La costumbre de funcionar por asignaturas tiene tal peso histórico entre nosotros que será difícil superarlo, aunque no por eso hay que dejar de intentarlo. Es relativamente reciente la experiencia de la LOGSE para que los valores impregnaran todas las materias. Después del entusiasmo inicial de los neófitos, fracasó rotundamente y las rémoras se impusieron. España es de otra pasta y aquí triunfa difícilmente lo que en otros países funciona. Aquí sólo se trataron los valores cuando se implantó la Ética como asignatura en la Secundaria.
[stellae.usc.es]
El profesorado es el encargado de enseñar el programa curricular que se establezca. Todas las leyes de educación le han considerado siempre como el protagonista, pero me temo que esto entra dentro de la retórica legal, porque los medios puestos a su disposición han seguido la tónica de la escasez. Preparación escasa, atención y cuidado por la Administración muy limitado, muy poco instrumental técnico, reconocimiento social y profesional cada vez más mermado, carga de condiciones de trabajo muy incrementada a partir de la crisis económica, salarios descendientes, etc.

El Estatuto del profesorado se ha propuesto varias veces, pero ninguna ha cuajado. La última propuesta ha sido la de Marina, encargado de ello por el actual ministro de Educación, pero los resultados electorales parecen condenarlo a permanecer en el cajón correspondiente. Se propone de nuevo en los Acuerdos PSOE/Ciudadanos, como es costumbre entre los que piensan formar gobierno. Está por ver lo que suceda. Habrá que estar muy atentos a los próximos movimientos.

Julián Arroyo Pomeda