"Morir con
orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo. La muerte elegida
libremente, la muerte realizada a tiempo, con lucidez y alegría, entre hijos y
testigos..." (Nietzsche, El
crepúsculo de los ídolos).
[Romeu, El País] |
Cuando algo se enfrenta a las ideologías o a las creencias
religiosas, la resolución se hace literalmente eterna, es decir, que nunca se
soluciona la cuestión. Se impone, primero, clarificar la situación para poder
decidir después. Si un católico dice que Dios es el dueño de la vida, porque
vivir es participar de la vida de Dios, merece respeto. Que tanto la vida como
la muerte está en manos de Dios: "El es el dueño de todo viviente y el
espíritu de todo ser humano" (Job 12, 10), sigue siendo digno de respeto.
Si es propiedad y don de Dios, la vida es inviolable y lo que contradiga esto no
es cierto, ni digno, ni puede considerarse como argumento. Respeto tales
creencias. Lo que no estoy dispuesto a
aceptar es que se impongan estas tesis como obligación, porque entonces lo que
no existe es respeto al no creyente. Aunque no creas, debes aceptar el
dolor y la muerte más terrible, si ocurriera así. No puedes emplear el recurso
alguno para cortar su vida. Jesucristo murió en la cruz en medio de tremendos
dolores y así salvó al mundo. Los demás únicamente podemos imitarlo,
contribuyendo así a la salvación. Bueno.
Los profesores de filosofía de Secundaria saben mucho de
esto, porque todos los gobiernos, independientemente de su color, han hecho
tragar con la Ética como alternativa a la Religión. Era una cosa absurda pensar
así: para garantizar el derecho de unos
a recibir enseñanzas religiosas, otros estaban obligados a recibir clases de
ética. Tú no quieres clases de religión, pues en castigo tendrás que hacer ética.
Los estudiantes más avispados decían que no querían estudiar religión, que era
una materia optativa, pero que no deseaban elegirla, entonces, ¿por qué tenían
que estudiar ética? Tenían razón, pero nadie hizo caso, porque el foco se ponía
sólo en el derecho a recibir enseñanza religiosa. Este proceder cuenta ya con
unos 40 años de ejercicio, que se dice pronto.
Ahora, con la oposición a la eutanasia ocurre algo similar.
Las creencias religiosas no la aceptan, luego no se puede legislar sobre la
misma. Y no es así, porque los que desean una ‘mala muerte’ tienen la puerta
abierta para que sufran todo lo que Dios permita, haciéndolos participantes del
dolor del Salvador. Nadie se lo impide, como tampoco se obliga a nadie a divorciarse,
lo que sí hacen ellos con quienes desean un buen morir (eu = bueno; thanatos =
muerte), un morir dignamente. Para el jesuita Juan Masiá decidir morir autónomamente ni siquiera va contra
la fe religiosa, porque Dios creador hizo a los humanos co-creadores y, por
tanto, responsables y cuidadores de la vida, que pertenece a quienes la han co-creado.
No se trata de matar, sino de ayudar en el momento de morir. Los extremismos
siempre están dispuestos para el ataque.
En cuanto a las afirmaciones aberrantes de que se quiere
ahorrar el Estado en Seguridad Social, o que puede ser una vía legal para
homicidios de personas, esto no se sostiene, si se establecen las garantías
jurídicas adecuadas de vigilancia y las normas oportunas. La eutanasia es una
decisión individual, sometida a controles profesionales y fórmulas
legislativas.
Otros hablan de cuidados paliativos, pero no bastan cuando
la persona no quiera solo no tener dolor, sino que desee no continuar en la
existencia, haciendo esto en su plena capacidad de conciencia y pidiéndolo
expresamente, como haría una persona autónoma, que se siente dueña de su vida.
En este caso, hay que dejar morir en paz y el médico tiene que ayudar a que se
cumpla la decisión del paciente, lo que no significa insensibilidad ante el
sufrimiento, sino todo lo contrario. Es
un acto de respeto a la autonomía de la persona y no un suicidio.
En esto, como en otras cosas, hay que atender a la sociedad,
no solo a ella, pero también a ella. Más del 80% de ciudadanos están a favor de
la eutanasia. Es más: más del 50% de los católicos, también, según Metroscopia
y el CIS. Ejercer el derecho a la eutanasia es algo personal y libre, pero no
obligatorio. Quien no quiera no tendrá que hacerlo, por supuesto. La Iglesia católica tiene que dejar de ser
un lobby ideológico de presión en contra de la eutanasia de manera inflexible.
Qué distinta es la posición de Jacques Pohier (teólogo y filósofo francés):
"la eutanasia voluntaria no es una elección entre la vida y la muerte,
sino entre dos formas de morir (un chois
entre deus façons de mourir). No sólo los profesionales han de intervenir
en el debate sobre la eutanasia, sino la totalidad de la sociedad.
No deberíamos dejar de pensar que, si se regulara la
eutanasia, la ley no obligará nunca a nadie, depende siempre de la libertad de
elección. A nadie se le deben imponer
las creencias propias, que, en este caso, sólo pueden conducir a argumentos
de pura miseria.
Julián Arroyo Pomeda