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potlight es una película de estreno, ahora en
los cines españoles, cuyos primeros minutos dan cuenta de la terrible
experiencia de los abusos a menores en la arquidiócesis de Boston. Este es el
comienzo. En una vulgar oficina de policía dos oficiales comentan la detención
de un cura por abuso de menores. Entra un abogado apresuradamente. Uno de los
policías le informa de que el obispo está allí y de que a la prensa le han prohibido
la entrada. El obispo consuela a la madre del niño y la dice que el padre Geoghan
va a dejar la Iglesia inmediatamente. Los eclesiásticos salen en un coche
grande, libres de toda culpa.
En el final de la película aparecen varias pantallas con los
nombres de los sacerdotes abusadores en tres columnas cada una. Entre el
comienzo y el final se cuenta, durante dos horas, la historia de estos
acontecimientos reales desde 1976 a 2012, que incluyen 90 casos de sacerdotes
pedófilos, encubiertos por el entonces cardenal de Boston, Bernard Francis Law,
a quien el Papa Juan Pablo II trasladó al Vaticano, que calificó esta
investigación de gran mentira. Todavía hoy permanece sin castigo ninguno,
porque, quizás, piensen que ha sufrido ya una humillación suficiente.
[www.comingsoom.net] |
Sin embargo, no se trata de hacer una dura crítica a la
Iglesia, sino al sistema del que
parten todos los males. Porque lo que aquí no se cuenta son consecuencias del
mismo. No es que haya unas cuantas manzanas podridas, a lo que se recurre
siempre, es la estructura el origen de todo el mal. Habrá gente católica buena,
quien lo va a poner en duda, pero lo es a pesar de la trama organizada y como
excepción. En esta pirámide están implicados todos, desde las instituciones
policiales, fiscales y letrados a los medios de comunicación, la misma Iglesia
católica y el pueblo cristiano entero, que no se atreve a cuestionar el
prestigio y la dignidad de su jerarquía. En definitiva, es toda la sociedad
bostoniana la que se encuentra dominada. Muy brillantemente, Mitchell Garabedian
(Stanley Tucci), el abogado de las víctimas e intermediador, dice al periodista
Mike Rezendes (Mark Ruffalo): "se requiere un pueblo entero para criar a
un niño, pero también para abusar de él". El escándalo tiene que evitarse
y por eso es necesario generar silencio, encubrir lo que se considera
excepcional, sin implicar nunca a las altas esferas, que siempre son
intocables, por definición. Al principio sólo salen 6 casos, pero la
investigación llega hasta los 90.
Se trata del poder,
que se deshará si cede. Llegados aquí, ¿quién podrá controlar la situación e
impedir la destrucción del edificio eclesiástico secular? El objetivo es el
mantenimiento de la fe por encima de todo. El nuevo director del periódico The Boston Globe, Marty Baron, lo
explica así a sus redactores: "la gran historia no está en los curas, como
individuos, está en la institución; práctica y política, hay que apuntar contra
los males del sistema". El sistema ha hecho posible los actos horribles
que describe la película.
Gran periodismo
Se ha dicho que el filme presenta dos perspectivas. Por una
parte, el caso de pederastia. Por otra, la investigación llevada a cabo por
cuatro periodistas incansables y apasionados en su trabajo, que se enfrentan a
toda clase de amenazas eclesiásticas, judiciales, políticas y a todas las
instituciones de la ciudad. El periodismo y no la pederastia -aunque en este
caso vayan unidos- es el tema central. Esto es lo esencial. Como dice el
director Baron a Keaton, que le tantea sobre la posibilidad de producir
despidos, dado lo mal que va del periódico: "Creo que será inevitable
porque la tirada es cada vez menor e Internet es una dura competencia, pero de
momento lo importante para mí es saber cómo conseguir que este periódico sea
esencial para sus lectores".
Para ello lo que hace falta es alcanzar la calidad del
producto. La prueba de que lo consiguió es que en 2003, cuando se cernía la
crisis sobre la prensa en papel, al equipo de Spotlight le concedieron el
premio Pulitzer, precisamente por la investigación de la pederastia en la
archidiócesis de Boston, ofreciendo datos contrastados e indudables.
Michael Keaton, Liev Schreiber, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, John Slattery y Brian d’Arcys [bontonglobe.com] |
Lo que importa es el
proceso de investigación, prescindiendo de ruidos externos en torno a él.
Es un objetivo profesional, que acabó descubriendo la corrupción profunda de
una institución concreta. La integridad y valentía del equipo de investigación fue
capaz de hacer frente a los numerosos obstáculos que aparecen en su camino
hacia la verdad, en la que se comprometen profesionalmente y sin
contemplaciones. En cambio, el Vaticano aquí no estuvo fino en su empeño por negar
la verdad de los hechos. Fue una gran metedura de pata para salvar al cardenal
Law, cómplice evidente de tal situación, al que en el fondo apartó de Boston y
lo escondió en Santa María la Mayor, de Roma. Esta era, por otra parte, la
misma política que se seguía con los curas pederastas, trasladándolos a otras
parroquias.
Uno de los ruidos más peligrosos era el sensacionalismo por los abusos. Afortunadamente, Thomas McCarthy,
el director de la película, no ha permitido el menor rastro de ello en medio de
tantas complicidades e intereses turbios y confusos. El contenido se cuenta con
agilidad, frescura, ritmo y sobriedad. El espectador se mantiene atento y el
suspense hasta el final por la intensidad de la historia. En la sala a la que
yo asistí había un silencio concentrado y un respeto contenido ante los delitos
que iban saliendo a la luz. La actuación del equipo de periodistas parece el
propio de los detectives por su eficiencia profesional. El guión del propio
McCarthy y Josh Singer es brillante por su precisión, nada es superfluo. ¡Con lo
fácil que hubiera sido caer en la tentación del exhibicionismo, o, al menos, el
amarillismo ante un asunto exclusivo! Ni siquiera es una película política. ¿Es
posible emocionar así? Ya lo creo que sí.
Los reporteros deciden su trabajo [filmireland.net] |
En aquellos momentos la sociedad de Boston -apasionada por el
béisbol y el catolicismo (en el primer encuentro entre el cardenal Law y el
director del periódico aquél le da a éste un regalo de bienvenida. Es una guía
de la ciudad de Boston, le dice, y le entrega un catecismo católico) no estaba
sana. Claro que tampoco era fácil ver la realidad porque todas las
instituciones la tapaban. ¿Quién podría iluminarla? El buen periodismo de
investigación de la vieja escuela ("de repente una luz se enciende"
dice Baron) que se dejaba en ello la piel para conseguir un rigor absoluto en
todos los detalles. Aquí podemos contemplar a los auténticos reporteros
tradicionales, apasionados por su trabajo y que siguen siendo necesarios en los
periódicos. Una sociedad acostumbrada a los escándalos y abusos de la Iglesia,
que con su inmenso poder doblega a la ley y a los medios de comunicación para
que todo quede encubierto: "Y tenemos una historia sobre un montón de
abogados que transforman el abuso de niños en una industria rentable" (Robby
a Eric Macleish). Para predicar el evangelio no hace falta ningún poder, es
más, creo que hasta resulta contraproducente, o, al menos, innecesario.
Eterno sufrimiento
"Cuando se es un chico pobre de una familia pobre, la
religión cuenta mucho. Y cuando un sacerdote te presta atención es algo
grande" (Phil Saviano, un testigo víctima).
El asunto de los abusos sexuales tiene unas repercusiones
tales que sus consecuencias no acaban nunca por muchos años que pasen. Su
herida es demasiado profunda en las víctimas y la huella de las mismas permanece,
muchas veces, toda la vida. La humillación a la que las personas son sometidas,
el miedo a denunciar a jerarquías que representan al propio Dios, los derechos humanos pisoteados y la
esclavitud espiritual ("esto no es sólo abuso físico, sino también abuso
espiritual"; Phil, uno de los testigos), la vergüenza y el miedo ("Yo
sólo me congelé, me quedé petrificado, no me podía mover" (Patrick, otra
víctima) hacen casi imposible que puedan superarse situaciones que atentan a la
intimidad personal más honda. "¿Como se le dice no a Dios"?, responde
uno de los testigos.
Tanto las personas como las ciudades enfermas de este cáncer
horripilante tienen una difícil recuperación. Lo peor de todo es que las
víctimas cuentan con la propensión a convertirse después en verdugos. Uno de
los sacerdotes confiesa que jugó y tonteó con los niños, pero que no era nada
malo y que no los violó. Ante la sorpresa de la periodista Sacha Pfeiffer (Rachel
McAdams) que le pregunta cómo lo sabe, contesta rotundo: porque a mí sí me violaron.
"Pudiste haber sido tú, pude haber sido yo. Pudo haber sido cualquiera de
nosotros. Tenemos que acabar con esta basura. Tenemos que mostrar a las
personas que nadie puede salir impune con esto. Ni un sacerdote, ni un
cardenal, ¡o un maldito papá! (M. Rezendes).
El director del Globe [iflist.com] |
Historias como ésta han de publicarse, a pesar de las
presiones sociales. Walter Robinson es increpado por amigos laicos para que no
difunda los hechos de esta manera: "¿cuál va a ser tu responsabilidad como
bostoniano al publicarla?... A Marty Baron no le va a pasar nada porque no es
de aquí y se puede ir cuando quiera, pero tú eres uno de los nuestros, creciste
aquí". A lo que Robby contesta: "Preguntémonos, más bien, ¿cuál es la
responsabilidad que pesa sobre mis hombros si no publico la historia?".
Claro, porque únicamente la verdad hace libres. En Lucas 8,17 podemos leer:
"Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada secreto
que no haya de ser conocido y salga a la luz".
Julián Arroyo Pomeda