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Tiene
que ocuparse la filosofía de la vida cotidiana de los sujetos que se encuentran
en una sociedad, o sólo se dedica a cuestiones teóricas y abstractas que no
interesan al ciudadano corriente? En los espacios europeos modernos o similares
vivimos actualmente en democracia, pero ¿todos hacen lo que deben en tales
ámbitos? ¿Predomina en ellos la justicia? Éste es uno de los temas teóricos y
prácticos sobre el que lleva reflexionando mucho tiempo Michael J. Sandel en su
cátedra de Harvard, con gran éxito. Ahora recibe el premio Princesa de Asturias
en Ciencias Sociales como reconocimiento a su trabajo.
[Sandel en una clase; www.scholar.harvard.edu] |
Sandel
nos pone frente a los intereses personales y los beneficios económicos, que
parecen prioritarios, para que deliberemos sobre temas morales, pensando desde
la razón. ¿Qué es una sociedad justa?
¿Tiene que incluir en su seno valores, virtudes y creencias, o estos son
asuntos metafísicos que sólo llevan a polémicas, por lo que sería mejor
descartarlos? Dar a cada uno lo suyo (suum
cuique tribuere) es la definición clásica de la justicia. Para tratar a
cada uno como es debido hay que saber lo que le pertenece. Cuatro son las
teorías más actuales para tratarlo.
El utilitarismo lo reduce todo a cálculo.
Es bueno y, por tanto, debe darse lo que resulta útil al mayor número de
sujetos. Esto es lo que tiene que proporcionarnos el Estado, permaneciendo
neutral ante lo que sea el bien o la virtud. Resulta muy popular y cualquiera
lo entiende: el Estado democrático procurará el bien de la mayoría, pero las
cosas son mucho más complejas.
El liberalismo lo centra todo en la
libertad. El Estado deberá garantizar los derechos y libertades individuales.
Nadie puede ir contra la libertad y autonomía del individuo. Parece claro:
¿quién rechazará la libertad con la que puede hacer autónomamente su vida? No
basta con esto, si el Estado democrático no garantiza igualmente la igualdad de
todos y la solidaridad.
Para
el comunitarismo no hay sujeto
abstracto, pertenece a una comunidad con creencias, valores y concepciones
morales. Este ámbito debe ser su base de actuación para construir la vida
buena. Tenemos un pasado, una historia y una cultura que nos constituyen desde lo
que hacemos proyectos comunes, desarrollando así virtudes comunitarias. Su
peligro es caer en una concepción homogénea y etnocentrista de la comunidad.
el republicanismo el individuo
pertenece a la comunidad en la que participa como ciudadano. La ciudadanía se
construye en el ejercicio de deliberación, que mira al futuro y no al pasado,
para ir elaborando la comunidad que no viene ya determinada. Sí a la igualdad y
a la autonomía, pero colectivas y públicas. La comunidad es un espacio
necesario, pero plural y no unitario, que debe construirse.
[www.elpais.com] |
Todo
esto permite pensar lo cotidiano,
por ejemplo, la función del dinero y el mercado. En la sociedad de mercado todo
se puede vender y comprar con dinero, que produce desigualdad, cuando gobierna
la vida, por eso hay que reflexionar públicamente sobre el valor de los bienes.
Hay algunos que no se pueden comprar y vender, como la salud, la educación y la
política, por ejemplo. Se trata de los bienes sociales que incumben a todos.
Discutamos públicamente sobre ellos para justificar e incrementar la política y
la vida democrática.
Julián Arroyo Pomeda