sábado, 4 de marzo de 2017

Carpetovetonismo al ataque


E
n España todo el año es carnaval, podría decirse con una cierta exageración, pero no tanta. Ahora bien, en los días cercanos a la Cuaresma el asunto se recrudece todavía más, como ocurrió la semana pasada con dos estampas cien por cien celtibéricas.


Empezó a circular en Madrid un autobús transfóbico, pintado de rojo, bien visible y con una inscripción que a nadie ha dejado indiferente, como los organizadores habían previsto, sin duda. La plataforma Hazte oír quería hacerse notar, precisamente ahora que su ministro amigo e ideológicamente correligionario parece que se ha escondido por pura estrategia, a la espera de otra ocasión mejor. Éste es el mensaje transmitido: "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo". No tiene desperdicio. Veámoslo un poco más analíticamente.

Niño = pene = hombre. Niña = vulva = mujer. Se trata de una verdad biológica inmutable e indiscutible. Así ha sido desde siempre y así será. "El ser es y el no ser no es". Sólo que Parménides nada tenía que ver con esto. Ya se sabe que en el mundo griego clásico los parámetros eran muy distintos de los de nuestro mundo occidental de la actualidad. Y lo eran, en este caso, afortunadamente para ellos y desgraciadamente para nosotros.

Sentadas estas bases, la conclusión no se hace esperar: no dejes que te engañen. Ten cuidado: que no te la den. Y si tú practicas otra cosa, no estás en la verdad, pero ¿qué es la verdad? Verdad es, por ejemplo, que la identidad sexual no es lo biológico inmutable, sino lo que cada uno siente y esto puede cambiar. Tenemos un cuerpo y lo sentimos siempre humano, sólo que varón o mujer, allá cada cual con su sentimiento. ¿También vamos a decir a cada uno cómo debe sentirse o cómo tiene que vivir? La identidad se va formando.

Que el mensaje crea odio y violencia social, no me cabe ninguna duda. Está bien claro. Si tienes pene, pero te sientes con vulva y vives así, o viceversa, no eres más que un desgraciado, un perturbado, o un enfermo mental. La sociedad tendrá que enseñarte qué es lo que verdaderamente eres y, si hace falta, te orientará, mediante los medios más adecuados de que disponga, para evitar que te muevas en un infierno. No es tan evidente la identidad sexual, aunque el simplismo ideológico la pinte de una manera tan pedestre y elemental. Somos heterosexuales y homosexuales, qué le vamos hacer, esta es la orientación sexual a la que estamos sujetos.

Tenemos que dejarnos oír todos para exigir que se respete la diversidad, con independencia de la ideología. Hay demasiadas cosas y situaciones por las que sufrimos ya mucho, no añadamos todavía otra más. Ya está bien de que algunos se empeñen en imponer sus propias creencias y opiniones, como si fueran la verdad. La filosofía ha pedido siempre a los seres humanos que piensen para no dejarse timar. Y estos signos ideológicos son muy peligrosos. Mucho cuidado con todo lo que suene a ultra, aunque sea ultracatólico.

Otra representación celtibérica se dio en la gala Drag del Carnaval de Canarias, una "frivolidad blasfema", según el obispo de allí. Apareció la fantasía titulada "¡Mi cielo, yo no hago milagros! Que sea lo que Dios quiera". El presidente del Cabildo de Tenerife también se quejó de que "se dañaron sentimientos" de personas, porque aparecieron imágenes de la virgen y la crucifixión de Cristo. Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, se ha indignado por el "episodio bochornoso y repugnante" de una persona crucificada como Cristo y vestida de Virgen. Lo más sorprendente es que luego, en carta a su hermano, el obispo de Canarias, escribe: "Como dice San Pablo, para los que aman a Dios todo lo que sucede, sucede para bien". Se pide la conversión de los canarios en la Cuaresma. Bueno, entonces tampoco es para tanto.

Burla, blasfemia, escarnio, insulto. Una virgen desnuda, coronada de espinas y con un lanzazo en el costado. Un Cristo que baja de la cruz y entona estrofas provocadoras en una procesión de un grupo de nazarenos. No me cabe duda de que el espectáculo es para impresionar, pero estamos festejando el carnaval, del que siempre se ha dicho que es una celebración antes de la Cuaresma, en la que el pueblo se disfraza y desfila por las calles. Sucede la permisividad y el descontrol.

Se asocia el Carnaval a la tradición cristiana, porque la Iglesia estableció la prohibición de comer carne los viernes. De aquí su etimología, carnem-levare (abandonar la carne), o carne-vale (adiós a la carne), o carnes tollendas. El Carnaval se relaciona con la Cuaresma (quadragesima), que hace referencia a los cuarenta días que Jesús ayunó en el desierto. Es el período que va desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de resurrección. La Iglesia pedía durante ellos ayuno y penitencia, por eso el día antes era de jolgorio carnavalesco antes de recogerse en penitencia y proclamar la conversión y renovación para acercarse a Dios. Los cristianos se preparan para la Pascua de Resurrección.

La cuestión es que, al alejarse de las tradiciones religiosas, la contención tradicional va desapareciendo y en la actualidad no se acepta ninguna limitación. El carnaval se presta al disfrute total de la gente. El pueblo acostumbra a burlarse y a hacer mofa de los principales acontecimientos del año de perspectiva política y religiosa. Si se trata de befar a cualquier institución, ¿por qué habría que poner excepciones? No tiene ya sentido decir ‘usted puede hacer escarnio de todo, menos de....’. El carnaval es esto. Claro que podrá gustar más o menos, pero la realidad es la que es.

Por eso es incomprensible que la televisión pública retirara la gala por presiones de la Iglesia y las instituciones conservadoras. Precisamente la pública, cuyo presupuesto pagan todos los ciudadanos. Es, además, una total hipocresía, porque luego recogerán el Carnaval de Canarias en Informe Semana. Es una tomadura de pelo. En tiempos de la dictadura franquista, el carnaval estaba prohibido, en general. Sólo faltaría que la prohibición volviera otra vez. Mientras haya carnavales, que cada palo aguante su vela. ¡Qué le vamos a hacer!

El día en que tales espectáculos -Autobús y Carnaval- no sean noticia, habrá acabado el celtiverismo. Mientras tanto, seguimos comportándonos como seres carpetovetónicos. Eso sí, enseguida llega la Semana Santa y entonces veremos las calles inundadas de otra clase de imágenes, ante las que nadie se escandalizará. Entonces el Estado laico volverá a ser de nuevo lo que, quizás, nunca ha dejado de ser, es decir, un Estado confesional católico por tradición. Que viva el carpetovetonismo por muchos años.

Julián Arroyo Pomeda




No hay comentarios:

Publicar un comentario