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alicia, Asturias y
Portugal han sido inundadas por el fuego inmisericorde a mediados de este mes
de octubre. A una mujer gallega, ya mayor, le preguntaba un reportero de
televisión cómo podía acabarse esto, a lo que ella contestaba, sin titubear:
haría falta un milagro. Llevaba mucha razón, porque los fuegos han acabado
siendo controlados, cuando el día diecisiete llegaba el milagro de la lluvia.
Los seres humanos son incapaces de hacer milagros, pero la naturaleza sí que
puede y lo ha hecho.
La
situación
Aristóteles
escribió que la ciencia consiste es el conocimiento de la causa de algo, por lo
que la filosofía es la ciencia de las primeras causas y principios. Según esto,
para proceder científicamente habría que preguntar por la causa de los fuegos
producidos en Galicia este otoño. Los representantes de cualquier
administración enseguida se desmarcan de toda responsabilidad. Para Núñez Feijóo,
en efecto, la responsabilidad única es la del "terrorismo
incendiario". Así que hay terroristas, que se encargan de producir los incendios,
esto es todo. Los pobres vecinos han echado el resto por apagar las llamas con los
medios limitados de que disponían y algunos han perdido en ello la propia vida.
Otros dicen que el
problema está en que el número de brigadistas es insuficiente, a lo que se
responde de inmediato que no faltan
medios para extinguir el fuego, sino que los responsables han sido los
vientos. Difícilmente se puede discutir la situación precaria de los
forestales: el uno octubre fueron despedidos buen número de brigadistas, echándoles
al paro por la finalización del verano y de nuevo han tenido que ser vueltos a contratar,
otra vez. Parece, pues, que no existe un buen sistema de prevención, pero después resulta que los fuegos han sido
provocados, claro. De la chapuza administrativa se guarda un aparatoso
silencio. Con contratos de tres meses, que tienen algunos brigadistas poco se
puede hacer durante la totalidad del año. A ello se acompaña un sueldo de novecientos
euros mensuales. Menudo esfuerzo hace la Xunta con semejante cantidad.
[Nigrán, Pontevedra; www.gaceta.es] |
Aunque, probablemente,
los incendios de este mes de octubre hayan sido los mayores, el problema es que
cada año sucede algo parecido. Los expertos hablan de 34.000 incendios
producidos en Galicia en los últimos diez años. No dirán que no han tenido tiempo
de encontrar soluciones eficaces y prácticamente definitivas, pero como tienen
que hacer tantas cosas los políticos gallegos... ¿Por qué no se limpian y
cuidan los montes, por ejemplo? Descontrol y desidia, escasa planificación e
improvisación de las autoridades hacen que los vecinos lleguen incluso a poner
en peligro su vida o a morir para salvar sus propiedades, sus casas, sus
tierras y sus animales. La especulación
se persigue poco. Hay una Ley de Montes, pero es susceptible de matices y
trampas que los especuladores saben aprovechar muy bien. Luego están las especies de plantas en los montes con
los eucaliptos a la cabeza, que es la peor planta para controlar el fuego,
puesto que es muy inflamable, pero se siguen poniendo.
Una vez quemado del
monte, ¿qué se hace después? Algún partido político importante parece darle
pena mantenerlo quemado y consideran que sería mejor urbanizarlo. Luego está la
respuesta penal para los incendiarios. Ya ha dicho del Presidente del Gobierno
que va a ser difícil descubrirlos, pues con esto queda todo dicho: dejemos que
el desierto avance entre nosotros, por si tenemos poco en estos momentos.
Tampoco el asunto de la corrupción parece ser manco, también aquí.
Quién
te ha visto y quién te ve Núñez Feijóo
[Carballeda de Avia, un vecino apaga las llamas; www.EFE.es] |
En 2006, el actual
presidente de Galicia estaba en la oposición y criticaba con fiereza los
incendios producidos entonces. Hablaba de la necesidad de coordinación y
selección mejor, que entonces no hacían los gobernantes gallegos del PSdeG. y BNG.
Decía en 2007: "con nosotros no moría gente en los incendios, y con ellos,
cuatro personas". "Ellos" eran el gobierno autonómico bipartito.
El propio Rajoy, refiriéndose al gobierno de Rodríguez Zapatero, declaraba:
"hay quien no sabe gobernar, y la obligación básica de un gobernante es
ser eficaz". Ahora dice Núñez Feijóo que nunca hubo tantos medios en un
mes de octubre. Pues anda que si con tantos medios se produce el mayor de los
incendios nunca visto... Tantos medios y tan escasa vergüenza, querrá decir.
Claro que luego dirán que con esto se pretende producir alarma social, lo que
es propio del cinismo más galopante.
Responsabilidad
en la gestión
En cualquier caso, y
para evitar lo que ahora se ha hecho inevitable ya por consumado, hay factores
prioritarios que se han de poner en valor.
El principal es la previsión. De lo que se trata es de
adelantarse a lo que puede llegar y poner los medios necesarios para que no
ocurra lo que no se desea. Prever para proveer, parafraseando a Comte en su
método positivo. No se trata de poner más medios que nunca, cuando suceden las
cosas -faltaría más-, sino de proporcionar los medios adecuados antes de que
sucedan, es decir, de hacer todo lo posible para que no ocurran. Poner los
medios necesarios es costoso, nadie lo duda, y hasta se dirá que muchas veces
no puede hacerse, porque el presupuesto no lo permite. Considerémoslo con un
poco más de detalle.
Uno de los argumentos
que podrá convencer a la mayoría es pensar en las consecuencias susceptibles de
producirse, que son todavía mucho más costosas económica, política y humanamente.
Es que, por no haber gastado antes, después hay que emplear el doble y todo por
falta de la adecuada previsión. Este es el ejemplo más evidente de una pésima
gestión de gobierno. Y cuando uno hace una mala gestión en su gobierno, sólo
queda una solución, retirarse a tiempo y dar paso a otros que puedan hacerlo
mejor. Esto es honestidad política. Si acaso, antes de hacerlo, convendría
dejar terminadas las posibles indemnizaciones a pagar por los desastres
producidos a los vecinos y los criterios orientadores para la recuperación
inmediata de lo destruido.
[www.farodevigo.es] |
Los efectos, después de
la extinción de un incendio, son incalculables. Las cenizas y tierras de negruzcas
descienden con las lluvias de turno y lo natural es que desemboquen en ríos y
mares con la destrucción de las especies de las que viven muchas familias de
pescadores, que trabajan en la mar, y sus derivados. Se resuelve lo más gordo y
las consecuencias medianas suelen olvidarse con el consiguiente perjuicio para
gente humilde, que se pasa la vida en la mar. Todos los productos acaban
contaminados durante cierto tiempo con la consiguiente prohibición de la pesca
menuda. ¿Qué hace entonces la gente que suele vivir al día, porque gana poco y
se las apaña como puede? Sin ahorros y en tiempos de escasez, queda muy poco
dónde agarrarse. Rezar tampoco es la solución, cuando la familia necesita
comer. Y todo por no haber hecho las previsiones oportunas en su momento.
Hasta nuestros vecinos
portugueses nos dan ejemplo. La ministra de Administración Interna (equivalente
al Ministerio del Interior nuestro) ha presentado la dimisión al Primer
Ministro, después de una dura intervención del Presidente de Portugal. La causa
son los fuegos en el país vecino. Es algo que la honra. Es, además, un ejemplo
de salud democrática. Próximamente, el Parlamento debatirá una moción de
Censura al gobierno de Costa. Aquí, en cambio, probablemente todo siga igual, a
la espera del siguiente fuego, porque los gobernantes no tienen ninguna culpa,
todo se debe a los terroristas incendiarios. Y, claro, alguien tendrá que
responder por no haberlos controlado. Desgraciadamente, estas y otras cosas semejantes
no son las propias de nuestras costumbres.
Julián
Arroyo Pomeda