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jueves, 19 de octubre de 2017

Galicia en llamas



G
alicia, Asturias y Portugal han sido inundadas por el fuego inmisericorde a mediados de este mes de octubre. A una mujer gallega, ya mayor, le preguntaba un reportero de televisión cómo podía acabarse esto, a lo que ella contestaba, sin titubear: haría falta un milagro. Llevaba mucha razón, porque los fuegos han acabado siendo controlados, cuando el día diecisiete llegaba el milagro de la lluvia. Los seres humanos son incapaces de hacer milagros, pero la naturaleza sí que puede y lo ha hecho.

La situación

Aristóteles escribió que la ciencia consiste es el conocimiento de la causa de algo, por lo que la filosofía es la ciencia de las primeras causas y principios. Según esto, para proceder científicamente habría que preguntar por la causa de los fuegos producidos en Galicia este otoño. Los representantes de cualquier administración enseguida se desmarcan de toda responsabilidad. Para Núñez Feijóo, en efecto, la responsabilidad única es la del "terrorismo incendiario". Así que hay terroristas, que se encargan de producir los incendios, esto es todo. Los pobres vecinos han echado el resto por apagar las llamas con los medios limitados de que disponían y algunos han perdido en ello la propia vida.

Otros dicen que el problema está en que el número de brigadistas es insuficiente, a lo que se responde de inmediato que no faltan medios para extinguir el fuego, sino que los responsables han sido los vientos. Difícilmente se puede discutir la situación precaria de los forestales: el uno octubre fueron despedidos buen número de brigadistas, echándoles al paro por la finalización del verano y de nuevo han tenido que ser vueltos a contratar, otra vez. Parece, pues, que no existe un buen sistema de prevención, pero después resulta que los fuegos han sido provocados, claro. De la chapuza administrativa se guarda un aparatoso silencio. Con contratos de tres meses, que tienen algunos brigadistas poco se puede hacer durante la totalidad del año. A ello se acompaña un sueldo de novecientos euros mensuales. Menudo esfuerzo hace la Xunta con semejante cantidad.
[Nigrán, Pontevedra; www.gaceta.es]
Aunque, probablemente, los incendios de este mes de octubre hayan sido los mayores, el problema es que cada año sucede algo parecido. Los expertos hablan de 34.000 incendios producidos en Galicia en los últimos diez años. No dirán que no han tenido tiempo de encontrar soluciones eficaces y prácticamente definitivas, pero como tienen que hacer tantas cosas los políticos gallegos... ¿Por qué no se limpian y cuidan los montes, por ejemplo? Descontrol y desidia, escasa planificación e improvisación de las autoridades hacen que los vecinos lleguen incluso a poner en peligro su vida o a morir para salvar sus propiedades, sus casas, sus tierras y sus animales. La especulación se persigue poco. Hay una Ley de Montes, pero es susceptible de matices y trampas que los especuladores saben aprovechar muy bien. Luego están las especies de plantas en los montes con los eucaliptos a la cabeza, que es la peor planta para controlar el fuego, puesto que es muy inflamable, pero se siguen poniendo.

Una vez quemado del monte, ¿qué se hace después? Algún partido político importante parece darle pena mantenerlo quemado y consideran que sería mejor urbanizarlo. Luego está la respuesta penal para los incendiarios. Ya ha dicho del Presidente del Gobierno que va a ser difícil descubrirlos, pues con esto queda todo dicho: dejemos que el desierto avance entre nosotros, por si tenemos poco en estos momentos. Tampoco el asunto de la corrupción parece ser manco, también aquí.

Quién te ha visto y quién te ve Núñez Feijóo
[Carballeda de Avia, un vecino apaga las llamas; www.EFE.es]
En 2006, el actual presidente de Galicia estaba en la oposición y criticaba con fiereza los incendios producidos entonces. Hablaba de la necesidad de coordinación y selección mejor, que entonces no hacían los gobernantes gallegos del PSdeG. y BNG. Decía en 2007: "con nosotros no moría gente en los incendios, y con ellos, cuatro personas". "Ellos" eran el gobierno autonómico bipartito. El propio Rajoy, refiriéndose al gobierno de Rodríguez Zapatero, declaraba: "hay quien no sabe gobernar, y la obligación básica de un gobernante es ser eficaz". Ahora dice Núñez Feijóo que nunca hubo tantos medios en un mes de octubre. Pues anda que si con tantos medios se produce el mayor de los incendios nunca visto... Tantos medios y tan escasa vergüenza, querrá decir. Claro que luego dirán que con esto se pretende producir alarma social, lo que es propio del cinismo más galopante.

Responsabilidad en la gestión

En cualquier caso, y para evitar lo que ahora se ha hecho inevitable ya por consumado, hay factores prioritarios que se han de poner en valor.

El principal es la previsión. De lo que se trata es de adelantarse a lo que puede llegar y poner los medios necesarios para que no ocurra lo que no se desea. Prever para proveer, parafraseando a Comte en su método positivo. No se trata de poner más medios que nunca, cuando suceden las cosas -faltaría más-, sino de proporcionar los medios adecuados antes de que sucedan, es decir, de hacer todo lo posible para que no ocurran. Poner los medios necesarios es costoso, nadie lo duda, y hasta se dirá que muchas veces no puede hacerse, porque el presupuesto no lo permite. Considerémoslo con un poco más de detalle.

Uno de los argumentos que podrá convencer a la mayoría es pensar en las consecuencias susceptibles de producirse, que son todavía mucho más costosas económica, política y humanamente. Es que, por no haber gastado antes, después hay que emplear el doble y todo por falta de la adecuada previsión. Este es el ejemplo más evidente de una pésima gestión de gobierno. Y cuando uno hace una mala gestión en su gobierno, sólo queda una solución, retirarse a tiempo y dar paso a otros que puedan hacerlo mejor. Esto es honestidad política. Si acaso, antes de hacerlo, convendría dejar terminadas las posibles indemnizaciones a pagar por los desastres producidos a los vecinos y los criterios orientadores para la recuperación inmediata de lo destruido.
[www.farodevigo.es]
Los efectos, después de la extinción de un incendio, son incalculables. Las cenizas y tierras de negruzcas descienden con las lluvias de turno y lo natural es que desemboquen en ríos y mares con la destrucción de las especies de las que viven muchas familias de pescadores, que trabajan en la mar, y sus derivados. Se resuelve lo más gordo y las consecuencias medianas suelen olvidarse con el consiguiente perjuicio para gente humilde, que se pasa la vida en la mar. Todos los productos acaban contaminados durante cierto tiempo con la consiguiente prohibición de la pesca menuda. ¿Qué hace entonces la gente que suele vivir al día, porque gana poco y se las apaña como puede? Sin ahorros y en tiempos de escasez, queda muy poco dónde agarrarse. Rezar tampoco es la solución, cuando la familia necesita comer. Y todo por no haber hecho las previsiones oportunas en su momento.

Hasta nuestros vecinos portugueses nos dan ejemplo. La ministra de Administración Interna (equivalente al Ministerio del Interior nuestro) ha presentado la dimisión al Primer Ministro, después de una dura intervención del Presidente de Portugal. La causa son los fuegos en el país vecino. Es algo que la honra. Es, además, un ejemplo de salud democrática. Próximamente, el Parlamento debatirá una moción de Censura al gobierno de Costa. Aquí, en cambio, probablemente todo siga igual, a la espera del siguiente fuego, porque los gobernantes no tienen ninguna culpa, todo se debe a los terroristas incendiarios. Y, claro, alguien tendrá que responder por no haberlos controlado. Desgraciadamente, estas y otras cosas semejantes no son las propias de nuestras costumbres.

Julián Arroyo Pomeda