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MIÉRCOLES, 7 DE
FEBRERO DEL 2018 - 13:14 H EL PERIÓDICO
El primer relato sobre Catalunya enfatiza que no quería aplicar el artículo 155, les obligaron a hacerlo. Lo
aplicaron a última hora y, una vez tomada la iniciativa, se desencadenó la
furia. Destitución contundente del equipo de gobierno y convocatoria de nuevas
elecciones. La nueva consulta confirmó el
soberanismo. Ciudadanos presumió que su candidata se impuso. Sin embargo, fueron
prudentes por no disponer de mayorías para gobernar.
Nerviosismo en los populares. Ciudadanos podría ganar las elecciones
generales. El centroderecha les disputaba el terreno. Habían ganado sin que la
suma diera para gobernar. No prestaron diputados a los populares
para formar un grupo propio. Tampoco lo hicieron los socialistas. Absoluta soledad del PP.
Pararon al soberanismo, pero sin descabezarlo. Con un nuevo
Parlament constituido, su presidente convocó la investidura de Puigdemont.
El pánico popular prescindió del Consejo de Estado y acudió al Constitucional.
Este elaboró un encaje que impidiera la investidura no presencial y sin el
permiso del magistrado Llarena al candidato. Celebración en el Gobierno de España.
Solo un candidato produciría la normalidad. Se aplazó la investidura.
El segundo relato, del Gobierno catalán,
propone a Puigdemont para restituir la legitimidad democrática. El problema es
nombrarlo desde Bruselas sin entregarse para ser encarcelado. El pueblo catalán
se desconcierta. Insiste dicho relato en que los resultados electorales últimos
han legitimado sus propuestas. Los otros dicen que no puede presentarse nadie
que tenga cuentas pendientes con la justicia. El Constitucional no da la razón al Gobierno, al no admitir su
impugnación, pero procura quedar bien con las partes. No es buena su decisión.
Ya solo queda destruir al enemigo en una guerra a muerte cuyo resultado lo
arrase todo. Cui prodest. No favorece a las
instituciones catalanas. Al Estado español, tampoco. No es positivo para
nadie. El apaleamiento policial a los ciudadanos
ha dado la vuelta al mundo, que siente escalofríos ante semejante brutalidad en
un país europeo. El Constitucional queda mancillado en su prestigio. Aplaza la
respuesta y dicta normas que nadie pidió. Si no podía aceptar la impugnación,
¿por qué no lo dijo? El Gobierno ha cargado de dudas e
incertidumbres a la democracia.
El proyecto de la mayoría parlamentaria catalana está claro. El Estado
español carece de alternativa respecto a Catalunya. Sin proyecto, se dedica a
impugnar, amenazar y judicializar todo con su poder impositivo. Nadie se
encuentra libre de culpa. ¿Habrá alguien capaz
de reconducir una situación catastrófica, que parece no tener salida?
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