jueves, 8 de marzo de 2018

La crisis catalana en dos relatos



Julián Arroyo Pomeda Madrid



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MIÉRCOLES, 7 DE FEBRERO DEL 2018 - 13:14 H EL PERIÓDICO

El primer relato sobre Catalunya enfatiza que no quería aplicar el artículo 155, les obligaron a hacerlo. Lo aplicaron a última hora y, una vez tomada la iniciativa, se desencadenó la furia. Destitución contundente del equipo de gobierno y convocatoria de nuevas elecciones. La nueva consulta confirmó el soberanismo. Ciudadanos presumió que su candidata se impuso. Sin embargo, fueron prudentes por no disponer de mayorías para gobernar.
Nerviosismo en los populares. Ciudadanos podría ganar las elecciones generales. El centroderecha les disputaba el terreno. Habían ganado sin que la suma diera para gobernar. No prestaron diputados a los populares para formar un grupo propio. Tampoco lo hicieron los socialistas. Absoluta soledad del PP.

Pararon al soberanismo, pero sin descabezarlo. Con un nuevo Parlament constituido, su presidente convocó la investidura de Puigdemont. El pánico popular prescindió del Consejo de Estado y acudió al Constitucional. Este elaboró un encaje que impidiera la investidura no presencial y sin el permiso del magistrado Llarena al candidato. Celebración en el Gobierno de España. Solo un candidato produciría la normalidad. Se aplazó la investidura.
El segundo relato, del Gobierno catalán, propone a Puigdemont para restituir la legitimidad democrática. El problema es nombrarlo desde Bruselas sin entregarse para ser encarcelado. El pueblo catalán se desconcierta. Insiste dicho relato en que los resultados electorales últimos han legitimado sus propuestas. Los otros dicen que no puede presentarse nadie que tenga cuentas pendientes con la justicia. El Constitucional no da la razón al Gobierno, al no admitir su impugnación, pero procura quedar bien con las partes. No es buena su decisión.

Ya solo queda destruir al enemigo en una guerra a muerte cuyo resultado lo arrase todo. Cui prodest. No favorece a las instituciones catalanas. Al Estado español, tampoco. No es positivo para nadie. El apaleamiento policial a los ciudadanos ha dado la vuelta al mundo, que siente escalofríos ante semejante brutalidad en un país europeo. El Constitucional queda mancillado en su prestigio. Aplaza la respuesta y dicta normas que nadie pidió. Si no podía aceptar la impugnación, ¿por qué no lo dijo? El Gobierno ha cargado de dudas e incertidumbres a la democracia.
El proyecto de la mayoría parlamentaria catalana está claro. El Estado español carece de alternativa respecto a Catalunya. Sin proyecto, se dedica a impugnar, amenazar y judicializar todo con su poder impositivo. Nadie se encuentra libre de culpa. ¿Habrá alguien capaz de reconducir una situación catastrófica, que parece no tener salida?


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