[2 septiembre, misa en La Natividad, Mejorada del Campo; www.rtve.es] |
Personas
católicas llevan más de dos años lanzando alertas ante la posible supresión por
parte de TV2 del programa "El día del Señor", que transmite la misa
del rito católico los domingos. Sería castigar a los ancianos y enfermos y
suprimir una tradición que lleva funcionando desde 1982. Pero esto es
intocable. Otros países también ofrecen el servicio religioso para personas
mayores o impedidas. Además, el presupuesto es muy bajo, según el director de
este espacio.
Recientemente,
las protestas arrecian en las redes sociales. Hasta hoy la causa era la
proposición de ley de Unidos Podemos, presentada en febrero del 2016, pero
ahora la extienden al presidente Sánchez, ya que ambos grupos políticos
controlan RTVE. De nuevo la izquierda contra los católicos, porque sólo atacan
las misas.
Qué
difícil es hablar con quien no quiere oír ni entender nada y sólo se encierra
en la muralla del fundamentalismo inmovilista del que posee la verdad única.
Las razones esgrimidas son falsas por lo que carecen de contenido a debatir.
Primero,
con la supresión del programa no se castiga a nadie, ya que pueden ver
programas religiosos, misa incluida, en otros canales de televisión y radio. Si
no tienen una audiencia tan importante, que trabajen para obtenerla.
Segundo,
que el coste sea muy bajo no es ningún argumento. Ni siquiera lo sería si
saliera gratis. Tampoco lo es que exista una demanda social, como dicen.
De
lo que se trata es de aplicar el contenido del artículo 16.3 de la Constitución
Española: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal". El Estado es
aconfesional. Por eso los ritos confesionales no tienen cabida en las emisiones
de la televisión pública, que debe ser neutral, en cuestión de creencias, para
respetar a todos los ciudadanos. Desde el momento en que España es plural la
televisión pública no puede favorecer a ninguna creencia o religión.
El
nacional-catolicismo es medievalizante. Lo sorprendente es que todavía haya
gente que lo siga defendiendo. No viven en la realidad, están pensando en otro
planeta. Llevamos demasiados años transmitiendo la misma idea fija y estamos ya
en el siglo XXI. No vendría nada mal un poco de humildad a las representaciones
católicas. Luego están las gentes que utilizan todavía la fe del carbonero. Cuanta
menos formación tengan, mejor. Así serán dóciles y obedientes a las jerarquías.
Aquí la Ilustración interesa bien poco. ¿Para qué explicaciones y pruebas?
Mejor es creer lo que dicen los jerarcas y hacerlo ciegamente. Todavía quedan
mentecatos de este calibre, pobrecillos.
Mientras
se decide la toma de posición de lo que lleva ya emitiéndose casi cuarenta
años, que Dios guarde a la Administradora única de radio televisión española.
Cuidado, R. M. Mateos, que has topado con la Iglesia. Esta puede ser una guerra
a muerte en la que no caben más que vencedores o vencidos. No hay término
medio. Quienes tengan que perder en este trance, nunca aceptarán su derrota
constitucional.
La
televisión pública, la de todos, tiene que liberarse definitivamente de cualquier
lastre o adherencia para recuperar el prestigio que le corresponde. No puede
ser igual que las otras cadenas comerciales, que velan por sus intereses
económicos. Hay que diferenciarse de ellos, adquiriendo una identidad propia
que le permita ser un modelo en Europa y en el mundo. Su única fuente de
financiación debe ser el Estado
Julián Arroyo Pomeda
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