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caba de salir un
trabajo de R. Moreno Castillo (“Los griegos y nosotros”, ediciones Fórcola) en
el que analiza la causa principal de destrucción de la educación. Precede un
prólogo muy breve del académico García Gual, en el que resalta el valor
educativo de la cultura clásica, que el autor defiende con empeño y vivacidad.
Coincide con él en que leer el pasado implica una base para la educación
personal.
[www.forcola.es; portada] |
Moreno reflexiona
sobre algunos de los tópicos más populares acerca de la educación. Empieza por diferenciar
la cultura griega de las otras culturas en que los griegos reflexionaron sobre
lo que hacían, a lo que denomina filosofía. Esto fue el inicio del pensamiento crítico. Si nos olvidáramos de hacerlo así,
regresaríamos a la barbarie. Así ha procedido la LOGSE, potenciando el declive
educativo, aunque en esta libro no ofrece argumentos de tal afirmación. Su
tesis es que somos griegos y solo desde ellos podremos entendernos nosotros.
Conservemos su impronta para progresar. Atenas y Jerusalén conforman nuestra
idiosincrasia cultural europea.
Echo de menos que
no se ofrezcan razones de contenidos de las dos grandes afirmaciones
anteriores, especialmente de la última, aunque comprendo que estamos ante un
texto muy breve y no procede probar ahora estas tesis de mucho calado. Las
raíces culturales de Europa parecen asentarse en los tres pilares o “productos más
gigantescos del espíritu humano”, como escribió Zubiri (Naturaleza, Historia, Dios, al comienzo), de las leyes (Derecho
romano) y la organización política, el descubrimiento del saber, la filosofía y
la democracia, así como en la espiritualidad liberadora (tradición
judeo-cristiana), sin que este orden siga necesariamente estos pasos exactos.
Uno de los
tópicos es si en la escuela hay que dar formación
o contenidos, aunque se trata de una falsa dicotomía, como la de
inteligencia o memoria. Importa trabajar los dos conceptos equilibradamente.
Hoy se habla mucho del espíritu crítico y de crear ciudadanos críticos. Para
conseguirlo es imprescindible cultura, lectura e instrucción, de lo contrario
será solo algo vacío. Formación sin contenidos doctrinales de las materias que
se traten carece de sentido. Esto no es ser nostálgicos, sino realistas. Moreno
discute el deseo del saber por naturaleza aristotélico y se inclina porque a lo
que tendemos es a la supervivencia para lo que producimos saberes adecuados.
Otro tópico es el
de libertad o autoridad. Hoy se
lleva más lo primero, aunque después, paradójicamente, se quejen muchos de no
poder contener a los adolescentes ni a los jóvenes, que hacen lo que les da la
gana. El autor cree que la educación es autoritaria necesariamente. Esto, que
parece tan drástico, lo muestra poniendo delante a la sociedad, que se
encuentra organizada jerárquicamente en todos sus ámbitos. La clase la dirige
también el profesor en su aula.
Vivimos ahora una profunda revolución
tecnológica, por lo que el pensamiento tiene que inscribirse en esta cultura,
aunque esto no signifique dejar al lado toda la cultura. Claro que hay un
tiempo-eje y los inicios forman parte del mismo, pero me parece imprescindible
abrir la perspectiva. También creo que no necesitamos cargar tanto las tintas
sobre la LOGSE, aunque solo sea porque ya no está en vigor, habiendo sido
sustituida por una nueva ley. ¿Por qué no consideramos también la actual LOMCE, que lo subordinada todo a lo tecnológico? A la filosofía le ha
producido un hachazo considerable, orientando su función al mundo empresarial y
organizativo. Propone pruebas de evaluación de opción múltiple, que podría
corregir una máquina sin profesor que las valore, porque "la tecnología ha
conformado históricamente la educación y la sigue conformando" (Preámbulo,
XI).
El autor gana
mucho cuando orienta sus reflexiones a propósito generales y pierde cuando se
dirige drástica y duramente a pedagogías y psicologías constructivistas concretas.
Superar enfrentamientos ideológicos es necesario para moverse en una
perspectiva intelectual y debatir equilibradamente. Personalmente pondría el énfasis
aquí y olvidaría lo demás. Exponer las propias posiciones es lo importante, sin
repetir para que a uno le entiendan. Allá cada uno con sus líneas de trabajo,
mientras yo plantee las propias con la documentación más adecuada. Los griegos sí, pero reinterpretados y
releídos, como dice García Gual.
Dicho lo
anterior, no me pace difícil deducir que no solo el desprecio por la antigüedad
destruya la educación. Este es un costado que no voy a negar, pero creo que las
causas son mucho más complejas. El humanismo en un sentido muy amplio, que
incluye las lenguas clásicas y las modernas, pero también la literatura, la
sensibilidad artística, el dibujo, la historia, la filosofía y hasta la
educación física conforman a un ser humano completo. Es importante debatir
sobre todos estos asuntos y este libro puede impulsar a ello apasionadamente.
Julián Arroyo
Pomeda
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