“Hoy nosotros estamos acostumbrados a insultarnos. Un político
insulta a otro, un vecino insulta a otro, también en las familias se insultan
entre ellos. No me atrevo a decir que hay una cultura del insulto, pero el
insulto es un arma a la mano”. Papa Francisco, Rueda de prensa en su viaje a Bulgaria y Macedonia del
Norte.
Los políticos elegidos
por el pueblo representan a los ciudadanos en la casa de la democracia, sea el
Parlamento o el Senado. Qué menos que mostrarse ejemplares ante sus votantes y
poner el alma en la defensa de sus intereses. Cualquiera que lea esto se
sonreirá ante tales afirmaciones, que sólo ocurren por excepción, pero que no
son la regla ni mucho menos. Por el contrario, lo que se lleva es la confrontación, el insulto, las
interrupciones constantes en el debate y el menosprecio del que se considera
adversario político.
A finales de abril
pudimos ver en televisión los debates a cuatro, contemplando atónitos cómo se
despedazaban entre sí con expresiones de lo más desagradables: ‘no mienta’, ‘todo
es mentira’, ‘no se ponga nervioso’, ‘yo no he dicho eso’, y demás calaña. El
déjeme terminar o no me interrumpa no deja de decirse una y otra vez. De este
modo el sentido de Estado brilló por su ausencia, se notaba el bajo nivel y a muchos les horroriza que esas personas nos
vayan a gobernar.
Todo esto se remonta a
legislaturas anteriores en las que cada cual echaba el resto por sobresalir y
alcanzar titulares escandalosos. Ante la inmersión lingüística en Catalunya, un
político dijo que es como dejar que los pederastas campen a sus anchas. Otro
llamó mariposón al presidente del gobierno de entonces, aclarando que ocupaba
un cargo ahora y otro después. El presidente Zapatero fue lo peor que le ha
ocurrido a la democracia española después de Tejero. De Santamaría se dijo que
era una monja novata. Un ex presidente de Comunidad Autónoma estableció que
Hitler y Mussolini destruyeron el sistema desde dentro y que esta clase de
golpismo también lo practicaba el presidente de la Generalitat. Un ministro del
gobierno afirmó que el aborto y ETA tenían algo que ver. Otra ministra dijo
ante un escrache que el último acoso conocido es el de la Alemania nazi. Y un
periodista afirmó que de tener una escopeta recortada dispararía contra algunos
miembros de Podemos, o que "el bebé de Bescansa debe estar en algún
contenedor". Cuántas barbaridades.
En otros tiempos tampoco
se mordían la lengua los políticos, pero lo hacían con una ironía de más clase,
como Gil Robles, cuando, al lanzarle que todavía llevaba calzoncillos de seda, contestó:
"No sabía que la esposa de su señoría fuese tan indiscreta". Cánovas
del Castillo respondió a unas señoras que le pedían un favor, disculpándose por
molestarle: "a mí las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por
lo que me niegan". Qué distinto a cuando una diputada abronca a Rufián con
"no me guiñes el ojo, imbécil". O un ministro del último gobierno al
mismo diputado, diciéndole que en el hemiciclo esparce "esa mezcla de serrín
y estiércol que es lo único que usted es capaz de producir".
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Finalmente, en el
último debate de los aspirantes al ayuntamiento de Madrid uno de los
representantes acusó a la alcaldesa de la suciedad y abandono de la ciudad y de
que no apueste por la cultura. Carmena contestó defendiendo la cultura y el
aumento del turismo que llega a la capital, pero el anterior le interrumpió que
eso sucedía ‘a pesar de’. "Perdona, no me interrumpas", le pidió
Carmena, pero seguía haciéndolo. "¿Me quieres no interrumpir?". Y el
otro: "Si, sí, pero es a pesar del ayuntamiento". Y Carmena: "No
me interrumpas", porque es debido a lo que está haciendo el ayuntamiento.
Ni cortesía, ni educación, ni respeto, sino simple ataque para destrozar al otro.
Cosa semejante se ven
diariamente en televisión. No hace mucho había una cadena basura por
antonomasia, pero ahora ya lo hacen casi todas hasta producir asco oírlas. Así
se habla también en los centros de enseñanza, en muchos titulares de
periódicos, en bares y cafeterías, y entre la gente normal. ¿Hasta dónde vamos a llegar en
enfrentamientos apasionados, bajo nivel, encuentros broncos y de la peor baba
posible?
Julián
Arroyo Pomeda