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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Adolescencia: desarrollo psicológico e implicaciones en la enseñanza de las materias filosóficas. La adolescencia (I)

No te quedes inmóvil/ al borde del camino/ no congeles el júbilo/
no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca/ no te salves…(Mario Benedetti, “No te salves”, incluido en su libro El amor, las mujeres y la vida, Editorial Sudamericana, 1995).

Planteamiento

E
n el sistema educativo español actual enseñanza básica, obligatoria y gratuita, comprende diez años de escolaridad (de seis a dieciséis) con un primer tramo de Primaria (6 a 12: seis cursos académicos) y la Secundaria obligatoria (de doce a dieciséis: cuatro cursos académicos.

A su vez, la educación Secundaria tiene cuatro cursos de enseñanza básica (12 a 16), más dos cursos de Bachillerato (16 a 18 años) y la formación específica de grado medio con un conjunto de ciclos formativos (a la formación de grado medio se accede con el título de Graduado en Enseñanza Secundaria; a la de grado superior, con el título de Bachillerato en relación con la ley anterior LOE).

Las enseñanzas secundarias y su currículo "han de ajustarse a los condicionamientos de la evolución y del aprendizaje de los alumnos" (Real Decreto 1007/1991, 14 de junio; BOE 26 de junio de 1991, página 21193). El momento evolutivo están entre los doce y los dieciséis años, que se corresponde "con la preadolescencia y la primera adolescencia", indica el Real Decreto citado.

En ellos "se producen importantes cambios fisiológicos, psicológicos y sociales", a los que debe atender la etapa, mediante "los elementos educativos de orden cognitivo, afectivo, social y moral que les permitirán desarrollarse de forma equilibrada e incorporarse a la sociedad con autonomía y responsabilidad" (Real Decreto citado, página 21194).

Desde estas bases cabe plantear el desarrollo psicológico de los adolescentes, puesto que la etapa de enseñanza secundaria comprende prácticamente el período completo de la adolescencia, desde los doce a los dieciocho años. Más en concreto, las materias filosóficas se sitúan entre los quince-dieciséis a dieciocho años.

Ahora que las autoridades de Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, con su titular a la cabeza, celebran los resultados del Informe Pisa 2015, referidas a España, en comprensión lectora y matemáticas, arrimando el ascua a su sardina, claro, aunque sea falso, conviene recordar que no respaldan la actual ley de educación LOMCE, sino precisamente a lo anterior LOE del Gobierno de Rodríguez Zapatero, todo hay que decirlo. Se trata de estudiantes de 15 años, que forman parte de la adolescencia como etapa de desarrollo humano.

La adolescencia.

E
l primer investigador y pionero de la adolescencia fue el norteamericano G. S. Hall[1], que ofreció un tratado completo de 1374 páginas, en dos volúmenes, en 1904, con el título Adolescence. Desde entonces los analistas tratan de establecer una definición de la misma, con validez universal.
[www.psococambio.com]
Hay prácticamente acuerdo general en el comienzo, apoyándose en el elemento objetivo de los cambios fisiológicos que se producen en el cuerpo de niños y niñas con la aparición de la pubertad, en torno a los doce-trece años. De aquí que sea costumbre describir la adolescencia como el periodo de transición entre la infancia y la edad adulta. Roy Hopkins[2] subtitula su libro de adolescencia como "años de transición", precisamente. Otros se refieren a su "carácter fronterizo" (Carretero: 1995, págs. 10 y 34)[3].

Existe, en cambio, menos acuerdo en el momento final, que oscila entre los dieciocho-veinte años[4], siendo razonable pensar que cada vez se prolongará más, debido al patrón madurez o estado de adulto en el que el individuo goza de autonomía, también económica, y se vale por sí mismo.

La escolaridad y la entrada en el mundo del trabajo han modificado la consideración de la adolescencia. Hasta la Revolución industrial (segunda mitad del siglo XVIII) los niños carecían de escuela (obligatoria) y el trabajo comenzaba a edades muy tempranas, y a partir de los siete años. A finales del siglo XIX, la industria exigía capacitación y formación para trabajar, por lo que aparece la "escolaridad obligatoria" hasta los catorce años y posteriormente hasta los dieciséis o dieciocho. Esto explica el retraso de la etapa de adolescencia, pues todavía quedan años de bachillerato, formación profesional o universitaria.

Ni siquiera es un término universal la adolescencia, limitándose a las sociedades occidentales. Como pusieron de manifiesto los estudios de M. Mead[5] hay diferencias entre las sociedades primitivas y las modernas, y ni siquiera se dan entre los samoanos las tensiones y angustias psicológicas relacionadas con la emotividad que suele desencadenar la adolescencia. Los datos empíricos no permiten confirmar los conflictos y los trastornos, y demás tópicos sobre la adolescencia, pero, además, se suceden secuencialmente, por lo que no resulta tan difícil ir superándolos. Véase un ejemplo de conducta adolescente socioculturalmente prescrita en las islas Dobu. Allí los jóvenes adolescentes varones no pueden entrar en su casa después de la pubertad, para que cada noche duerman en la casa de una joven soltera, con la condición de salir, sin ser visto antes del amanecer. De este modo extienden sus favores sexuales, lo que sólo terminarán cuando sean atrapados. "El matrimonio se pone en movimiento por un acto hostil de la suegra, al bloquear está con su propio cuerpo la puerta de la casa en la que el joven ha estado durmiendo con su hija. En este momento el joven es atrapado para celebrar la ceremonia pública de los esponsales... El que el joven sea al final atrapado suele deberse a que está ya cansado de vagabundear y a que se ha establecido una relación más constante. De todas maneras, nunca se espera que él esté preparado para soportar las obligaciones del matrimonio y es la vieja bruja, su futura suegra, la que le fuerza a dar el último paso, situándose en la puerta de entrada”[6].

No sólo no es claro su límite final, sino tampoco la etapa como tal, que algunos dudan de que exista. En este sentido escribe Kaplan: "Entre los momentos finales de la infancia y la futura adulterio de se encuentra esa época ambigua de la vida que llamamos adolescencia. En contraste con la objetiva claridad de una palabra como ‘pubertad’ -la condición biológica de haber adquirido madurez genital y la capacidad funcional de reproducirse- el término ‘adolescencia’ engloba todas las incertidumbres con optativas del crecimiento emocional y social. Hay poca discusión sobre la existencia de la pubertad. Incluso los expertos que cuestionan la existencia de la adolescencia concuerdan en que, por regla general, las niñas llegan a la pubertad entre los catorce y los dieciséis años y los varones entre los quince y los diecisiete, en ambos casos con uno o dos años de margen. La adolescencia, en cambio, es un concepto ampliamente debatido. Aceptando que realmente existan -cosa que no todos admiten- puede tener cualquier duración, desde una semana hasta los diez años que abarca, aproximadamente, en las sociedades occidentales contemporáneos"[7]
[www.abc.es]
Parece que en lo sucesivo la adolescencia seguirá siendo cada vez más larga: "ha ganado terreno a la infancia por una parte y a la madurez por otra"[8]. Incluso algunos creen que la posmodernidad propone a la adolescencia como paradigma social. Estéticamente el modelo de belleza es lo adolescente, por lo que se trata de serlo mientras se pueda, empleando toda suerte de medios para prolongar la eterna juventud, incluida su música, sus bailes, su forma de hablar, los comportamientos y referencias, etc. Pinillos la percibe como un modo de ser: "cabe sospechar que en las postrimerías de la modernidad la adolescencia ha dejado o está dejando de ser una etapa del ciclo vital para convertirse en un modo de ser que amenaza con envolver a la totalidad del cuerpo social"[9]. Y Fienkielkraut la ve como un fenómeno social: "La batalla ha sido violenta, pero lo que hoy se denomina comunicación demuestra que el hemisferio no verbal ha acabado por vencer, el clip ha dominado a la conversación, la sociedad ‘ha acabado por volverse adolescente’"[10].  Dolto habla de ella incluso como institución: "Antes de 1939, la adolescencia era contada por los escritores como una crisis subjetiva: uno se rebela contra los padres y las obligaciones de la sociedad, en tanto que, a su vez, sueña con llegar a ser rápidamente un adulto para hacer como ellos. Después de 1950, la adolescencia ya no es considerada como una crisis, sino como un estado. Es en cierto modo institucionalizada como una experiencia filosófica, un paso obligado de la conciencia"[11]. Qué lejos queda entonces su sentido etimológico. Adolescere en latín significaba "ir creciendo" o "convertirse en adulto” (adultum es el participio). En este sentido Stone y Church la conceptualizan como "persona en crecimiento" (growing person).

Como muestra de la complejidad del tema se encuentran analistas de la adolescencia que distinguen en ella tres y cinco estadios, como Sullivan y Bloss[12]. En todo caso, se trata de una etapa importante de la vida en la que se va adquiriendo la personalidad mediante la resolución de temas claves como la identidad, el sistema de valores, la autonomía e independencia de los adultos o la toma de decisiones sobre lo que se pretende ser en la vida. Por eso es necesario contemplarla con gran atención.

La adolescencia no parece un curso natural de desarrollo humano, sino una construcción social e histórica. Desde esta tesis pueden ser valoradas las teorías sobre la etapa. Porque el problema principal es el de establecer una teoría que explique los datos empíricos disponibles. En general, se han organizado las teorías en tres grupos. El primero tiene una línea biológica, considerándola como una fase natural y universal del desarrollo de los seres humanos. El segundo, una línea cultural para explicar la personalidad y la evolución de las sociedades. El tercero, una línea histórica y cultural. Las dos últimas son las más aceptadas, encontrándose superada la primera. Igualmente, es muy probable que la asunción de responsabilidades individuales y sociales sea la base de la maduración y el desarrollo personal. Por eso la introducción progresiva de responsabilidades reales y concretas no es sólo un hecho educativo sino que también es necesario e imprescindible.
Así puede superarse la situación sentida por los adolescentes de ser adultos biológicamente, aunque socialmente no se considere esa madurez.

Julián Arroyo Pomeda




[1] Hall, G. S., Adolescence. Its psychology and its relations to Physiology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education. 2 vols. New York, Appleton-Century-Crofts 1904.
[2] Roy Hopkins, J., Adolescencia. Años de transición. Pirámide, Madrid 1987.
[3] Carretero, M., Palacios, J. Y Marchesi, A., (Compiladores), Psicología evolutiva. 3. Adolescencia, madurez y senectud. Alianza, Madrid 1995.
[4] Stone, L. J. y Church, J., El adolescente de 13 a 20 años. Paidós, B. Aires 1968.
[5] Mead, M., Coming of Age in Samoa. W. Morrow and Co., N. Y. 1928.
Mead, M., “Adolescence in primitive and in modern society”, en Maccoby, Newcomb y Hartley (edits), Readins in social psychology. Holt, N. Y. 1958.
[6] Tomado de Roy Hopkins, p. 288.
[7] Kaplan, L., Adolescencia. El adiós a la infancia. Pianos, Buenos Aires 1991, p. 23.
[8] Aries, P., Centuries of childhood: A social history of the family. Randon House, N. Y. 1962, p. 20.
[9] Pinillos, J. L., “La adolescencia en las postrimerías de la modernidad”, en Psicopatología 10. Madrid 1990.
[10] Finkielkraut, A., La derrota del pensamiento. Anagrama, Barcelona 1999, p. 128.
[11] Dolto, F., La causa de los adolescentes. Seix Barral, Barcelona 1990, p. 45.
[12] Sullivan, H. S., “An interpersonal approach to adolescence”, en Guardo, C. J. (Dir), The adolescent as individual: issues and insights. Harper and Row, N. Y. 1975.
Bloss, P., On adolescent: a psychoanalytic interpretation. The Free Press, Glencoe 1962