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jueves, 3 de julio de 2014

¿Tiene solución Europa?


Los españoles aprendimos de memoria algunas de las expresiones de Ortega al hilo de sus reflexiones sobre España. En efecto, allá por el año 1911 ya se quejaba de que nos habíamos resistido a Europa, perpetuándonos a nosotros mismos. En cambio, alertaba de que España será Europa o no será nada más que incultura y horror a las ideas y a las teorías.

Nuestra enfermedad y nuestra salud eran presentadas paralelamente: el problema es España y la solución Europa. He aquí la nueva tarea que proponía. Unos años después, en 1919, seguía machacando que "España es una posibilidad europea". En cambio, ahora nos parece necesario salir de la prisión, especialmente, alemana. ¡Cómo cambian los tiempos! Ortega rondaba entonces los 30 y pocos años.

Otro joven español acaba de intervenir ahora en la Eurocámara con ideas claras, pronunciadas, además, con pasión contenida, para proclamar que Europa significa soberanía, derechos de los pueblos, libertad y, en una palabra, democracia. ¿Quién va a negar semejante caracterización? Pero las críticas se hacen más potentes, porque el gobierno del Parlamento Europeo está secuestrado por élites, oligarquías financieras y lobbies. Esto es lo que representa "la casta", en palabras de Pablo Iglesias.
Han establecido la deuda exterior que no podrá pagarse y de este modo se saquean, impunemente, los pueblos del Sur, junto con su autonomía. Recordemos cómo se han resistido los países rescatados, en su totalidad o en parte, porque sabían que su sometimiento podía durar tranquilamente medio siglo, desapareciendo, poco a poco, su independencia y convirtiéndose sus ciudadanos esclavos del siglo XXI.

¿Acaso no hay solución? ¿Es que no queda otra más que el empobrecimiento y el sometimiento? Resulta que sí hay alternativa. La actual situación está en las políticas de  austeridad, cuyos efectos son la pobreza, la destrucción de la economía, el autoritarismo, las sociedades injustas y las instituciones corruptas. Y contra esto hay que reaccionar con dos banderas: la justicia y la democracia. Así podremos recuperar la dignidad.

Precisamente en España están transcurriendo estos días las Marchas de la dignidad, que el Ministerio de Interior, como el rayo que no cesa, se encarga de reprimir con contundencia más que extrema en un indisimulado deseo de volver al fascismo, aunque siempre decorado con la mentira. Por ejemplo, Montoro ha reducido las prestaciones para la protección del paro en sus dos años de mandato, ¿alguien lo duda? Bien, pues ahora lo recubre diciendo que la creación de empleo permitirá reducir todavía más tal prestación. Este objetivo lo rumia bien por dentro, dejando su risita por fuera, que no puede contener. Es repugnante, porque más empleo no hay, aunque sí menos protección.


Otro país del Sur dice, en palabras de Renzi, presidente de la Unión Europea los próximos seis meses, que Europa tiene cara de cansancio, resignación y aburrimiento, porque prevalece la austeridad. Pide "volver a encontrar el alma de Europa" y recuperar la dignidad política para encontrar nuestro ser.

Pues bien, el Partido Popular Europeo está empeñado en elegir para empuñar el timón del barco europeo al
ínclito luxemburgués Juncker. Menuda representación de quien ni ha ganado las elecciones, ni ha sido el candidato más votado, obteniendo apenas el 10% de los votos. ¿Quién puede entender tamaño atropello? Todavía se entiende menos que le apoyen los socialistas españoles. Sin embargo, prevalecerá la casta y alcanzarán un arreglo innoble. Otros, en cambio, tienen menos vergüenza y proponen a los alcaldes por votación directa, como consecuentes con sus principios, no sea que vayan a perder alcaldías por acuerdos entre coaliciones.

 Definitivamente, no podemos perder la dignidad, que es lo que nos caracteriza como seres humanos, porque con ella perderíamos la humanidad. Tampoco el honor, que es patrimonio del alma, que el inspirado Renzi propone buscar. Palabras de hondura, pero de difícil encaje, porque Europa sólo deja ver en muchos países un cuerpo cada vez más escuálido menos luminoso en un mar de escasez y necesidades que no podemos satisfacer. Dios mío, ¿qué es España?, se preguntaba Ortega. Y hoy, paralelamente, podíamos hacer la misma pregunta referida a Europa. El ser de Europa permanece bien oculto en una capa de estructura corporal que nos produce dolor y disgusto, porque, desgraciadamente, cada vez nos parece que somos menos y no tenemos casi nada ya. Y lo que hay está bastante contaminado, no sólo porque muchas amas y amos de casa se apunten al paro -Rosell dixit- para ver si pillan algo. Tenemos un auténtico prócer en este presidente de la patronal.

Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: elpais.com, elpais 2070772014, elpais 20/07/2014, elmundo 27/07/2014, lavanguardia 22/03/2014