4. Necesidad y sentido de la filosofía
La filosofía es necesaria para el ser humano, y en especial en la
etapa de la adolescencia, en la que todavía no se está forzado
por necesidades exteriores y la mente se encuentra limpia para interesarse por
la verdad de las cosas y los compromisos en favor de la dignidad y la justicia.
La inteligencia es más libre en este momento, pues no la presionan intereses
tan limitados en el cumplimiento.
En la adolescencia y juventud el ser humano se está formando, a lo
que la filosofía contribuye como paideía,
educación o formación, que entre los griegos proporcionaba un carácter humano,
mediante la cultura. En esta época se corre el peligro de abandonarse a los dogmatismos, que renuncian a cuestionar las
afirmaciones hechas sin argumentos razonables. Aquí incide la filosofía,
interrogando con su actitud crítica para
que uno sea capaz de pensar por sí mismo en cualquier situación.
También se puede caer en irracionalidades,
a las que hay que enfrentarse, sometiéndolas a la duda. La seguridad de los dogmatismos
disminuye, cuando se critican las situaciones, y el conocimiento y los juicios
evitan muchas irracionalidades.
Ejercer la
racionalidad implica necesariamente liberarse de imposiciones y actuar de
manera autónoma. Nos bombardean cotidianamente las opiniones y los lemas que se
lanzan en los medios de comunicación social, creando ideas y argumentarios de
todo tipo. Precisamente, saber permite desideologizar la mente y abrir nuevas
perspectivas al pensamiento, enriqueciéndolo y disminuyendo adhesiones sin
fisuras.
El valor de la filosofía, su sentido y necesidad va en paralelo
con la vida, porque
vivir es, ineludiblemente, elegir,
y para elegir hay que pensar. Pensar
es la propiedad esencial del ser humano, por eso Descartes le describía como res cogitans, o pensamiento.
Ortega y Gasset
conectaba el pensamiento con la vida: no se puede vivir sin filosofar, porque
la vida plantea problemas y se necesita pensar en algunas respuestas, es
inevitable. El acto de pensar origina teorías y se piensa sobre la totalidad de
lo que acontece, expresándolo luego en el lenguaje, que es la casa común del
ser.
El sentido de la filosofía ha sido siempre buscar la verdad que
no se encuentra de golpe, sino a fuerza de seguir buscándola. Si hay pluralidad
de doctrinas en filosofía, esto hace posible, precisamente, la búsqueda, que se
concreta en formulaciones y revisiones críticas. Foucault llega a decir que la
verdad sólo existe como lenguaje, dado que el lenguaje es
necesario para poder expresarla.
Frente a la ciencia, que se caracteriza por la objetividad, porque se analizan los contenidos
desde el exterior, sin que tenga que implicarse, necesariamente, el sujeto, y
la poesía, que es pura subjetividad de sentimientos, la filosofía consiste
en ser objetividad contada por el sujeto. La filosofía es objetividad narrativa.
Sócrates enseñó magistralmente
que una vida sin filosofía no merecía la pena ser vivida. Filosofar para
conocerse a sí mismo y hacerse hombre y ciudadano.
La filosofía es necesaria inicial y colectivamente, es decir, es para toda la
humanidad.
No sólo se necesita saber cómo funciona algo, lo que es propio de
la ciencia, sino también qué es algo y porqué lo es. Por tanto, importa conocer
en qué es nuestra condición humana y cuál es su sentido en el mundo. No todo
puede ser instrumental útil para algo, también existen los fines en sí mismos, aunque requieran medios.
Todo esto exige el esfuerzo del aprendizaje y la práctica, que no
es algo hueco y vacío, sino un quehacer histórico, que busca permanentemente el
encuentro con la verdad. Esta es la misión de la filosofía, la única ciencia
libre, según Aristóteles, que se interna en lo desconocido, que pueda afectar
al ser humano. De nuevo se impone sorprendernos ante el curso de los
acontecimientos, que son cada vez más abundantes e incomprensibles. El objetivo
es siempre conocer para salir de la ignorancia.
De hecho, el valor de la filosofía debe ser buscado en una larga
medida en su real incertidumbre. El hombre que no tiene ningún barniz de
filosofía, va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido
común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se
han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento
deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a hacerse preciso,
definido, obvio, los objetos habituales no le suscitan problema alguno, y las
posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas. Desde el momento en
que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como hemos visto en
nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios conducen a
problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas. La
filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera
respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades
que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre.
Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son,
aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el
dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la región
de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración
presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar…
Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la
filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas
que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser
conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos;
porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen
nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra
el espíritu a la investigación, pero, ante todo, porque por la grandeza del
Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y
llega a ser capaz de la unión con el Universo que constituye su supremo bien. (Bertrand Russell, Los problemas de la filosofía).
Cuestiones
1. ¿Cuál es el
problema que plantea el texto y cómo lo resuelve?
2. Indicar las
principales tesis del texto.
3. Especificar la
argumentación empleada.
4. Explicar la
expresión: el valor de la filosofía es su “radical incertidumbre”.
5. ¿En qué consiste
“el valor de los problemas mismos? ¿Puede tener valor un problema como tal?
Julián Arroyo Pomeda
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(*) Esta es la segunda parte de le Unidad 1 del currículo de
Filosofía LOMCE. El resto de las unidades podrá verse en Editorial Coloquio, de Madrid, a partir del
próximo mes de mayo.