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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Aprender para vivir

L
a legislatura política actual está ya bastante avanzada y hace tiempo que nadie habla de la proyectada Reforma de la enseñanza para sustituir la nada feliz Ley Wert, ahora vigente. La LOMCE rezuma un marcado carácter tecnocrático desde su primera línea, en la que habla de los cambios tecnológicos que han transformado las sociedades y del desarrollo económico que las ha hecho avanzar. Con independencia de que también se señalen los valores humanistas, aunque parezcan sólo un barniz, lo que importa es el progreso social y económico: la educación es "uno de los factores más importantes de aceleración del crecimiento económico y del bienestar social del país" (página 45.188). En la página siguiente pide orientar "el sistema educativo hacia los resultados".

Esta orientación general es un error de base que habría que corregir, porque la educación es otra cosa que una empresa. Hacer una especie de sistema empresarial de la educación es perder calidad en todos los sentidos, por mucho que se quiera recuperar la cacareada calidad perdida. No se trata, pues, de un buen modelo, por lo que hay que reformarlo para evitar su unilateralidad y la politización de la enseñanza, como ocurre en la actualidad.
[www.aquifrases.com]
Séneca, precisamente uno de nuestros grandes valores humanistas, criticaba el tipo de educación que se llevaba ya en la época imperial romana, porque estaba orientada sólo a la erudición, que no hacía más sabios. Por esto, en su tiempo no se aprendía "para la vida, sino para la escuela". Palabras casi proféticas las del cordobés universal. Exactamente esto es lo que se hace actualmente en nuestro sistema educativo en sus distintas etapas. En Primaria se aprende para que, una vez superado este escalón, podamos tener acceso a la enseñanza obligatoria. Superada ésta, lo que importa es acceder a la postobligatoria. Y, alcanzados estos tres niveles exitosamente, el objetivo es disponer para poder estudiar en la Universidad, apuntando desde aquí a un buen empleo y a disparar así el desarrollo económico de cada uno para mantener un nivel social adecuado.

Hemos pasado de este modo 16 años aprendiendo para la escuela, pero sin saber vivir, que es lo importante en el desarrollo de los seres humanos. No hemos aprendido a razonar, ni hemos adquirido sentido común. Sólo tenemos contenidos superfluos, que varían en poco tiempo, por lo que no eran tan necesarios. Seremos eruditos, en el mejor de los casos, pero no sabios. Además, en el camino se ha dejado la formación para ejercer una profesión con la que poder vivir, que no es necesariamente la universitaria.

Ahora necesitamos, para empezar, construir un sistema educativo que dure, sin que tengamos que modificarlo, cuando gobierne un partido político nuevo. Por eso hay que acordarlo entre todos, o, al menos, tener el aval de los partidos mayoritarios y sólidamente fundados. Sólo si es el mismo para todos los estudiantes de los distintos territorios de España, el cambio de residencia no nos afectará. El sistema tendría que ser público y a cargo del Estado, cuya obligación es asegurar la educación a todos los ciudadanos. No se puede rechazar la enseñanza privada, sólo que, al no depender del Estado, no puede exigir subvenciones. Cualquiera la puede elegir en aras de sus convicciones y valores propios. ¿Y si no hay centros públicos suficientes en un territorio determinado? Entonces el Estado debe proporcionarlos con toda urgencia, en lugar de escudarse en lo privado para no realizar las inversiones necesarias. Así se hará realidad la igualdad de oportunidades. Garantizada la calidad de enseñanza en los centros públicos, los resultados no tienen que ser los mismos que en los centros privados, ya que cada uno tendrá su propia idiosincrasia e impulsará las capacidades personales.

Las asignaturas básicas deberían ser las mismas para todos los centros. Luego debe haber también una oferta opcional para elegir lo que más convenga a nuestro currículo personal, así como nuestros valores y convicciones. ¿Qué hacer con la Formación Profesional, ahora tan desgajada y superada? Nunca debe sacarse del sistema educativo, sino integrarse en el mismo. Cuando las materias obligatorias a cursar sean iguales y comunes, en el mismo nivel de bachillerato se podría ya optar por otras diferenciadas de acuerdo con la rama profesional que interese a cada uno. Tampoco quedará excluido ningún estudiante de Profesional de la Universidad, a la que podrá integrarse posteriormente en función de sus capacidades. De este modo la oferta profesional se haría mucho más atractiva y alcanzaría la consideración social que merece.
[www.pstu.com.ar]
Por el contrario, el ambiente que se respira es el de una enseñanza elitista, que segregue a quienes social y económicamente se consideran no capacitados para que las élites no tengan que superarse, midiéndose con las competencias de quienes luchan por el acceso a los niveles superiores, reservados con la osadía más intolerable. Universitarios y obreros pretendían unirse en tiempos de la Transición española para producir un cambio revolucionario. "Obreros y estudiantes unidos, adelante", era entonces el eslogan más coreado. Se confiaba en que la educación podría sostener el cambio necesario. La Transición se cuestionó en el primer momento, pero después se olvidó en aras del realismo y se redactó la Constitución como el ariete contenedor de cualquier rebelión posible. Es ahora, de nuevo, cuando se empieza a dudar de que todo aquello sea intocable. Una gran mayoría arremete contra la educación politizada en Cataluña, pero es que no sólo está manipulada políticamente en ese territorio. El mal está siendo global.

No cabe ninguna duda de que se tiene miedo a cualquier clase de cambio, como si valiera más lo malo conocido. Si las turbulencias socio-políticas golpearan nuestras mentes, no habrían sucedido en vano. Hay que hacer frente a las situaciones, en lugar de poner a actuar mecánicamente el sistema legal. Claro que es dura la ley, pero no podemos olvidar que todas las leyes han sido elaboradas por el poder de legislar, que está en el Parlamento por mandato de los ciudadanos. Son estos los que exigen reformar la ley de educación para adecuarla a lo que necesita la sociedad española, pero los parlamentarios parecen dormidos y no se dan por aludidos. Han de saber que la única dirección posible es la de aprender para la vida.

Julián Arroyo Pomeda