La
entrevista al Papa Francisco, que ofreció Cuatro TV, el domingo 15 junio, a las
22 55 horas, merece la pena ser tenida en cuenta, porque no dejará a nadie
indiferente. Se notó una sinceridad a flor de piel. Lo dice todo, muy
respetuosamente, eso sí, pero no se calla nada.
Pues
bien, la citada entrevista concluyó con estas palabras ante la pregunta del
periodista Cymerman de cómo le gustaría que le recordará la historia: "Era
un buen tipo, hizo lo que pudo, no fue tan malo". Y es verdad que el Papa
actual es un buen tipo, con sentido del humor, que sabe reírse, es muy próximo
y hasta echa mano de algún chistecito.
Empieza
con un tema de máxima actualidad, la
persecución y la violencia, que domina hoy el Oriente Medio. La violencia
en nombre de Dios, especialmente, es una
contradicción, que han practicado las tres religiones en una línea
fundamentalista, la cual hace violencia por una idea religiosa, en nombre de
Dios.
Otra
cuestión es si se considera revolucionario. No se atemoriza por acudir a las
raíces para ver lo que le piden hoy. Y desde esta identidad quiere hacer los
cambios que sean necesarios.
Tiene
problemas con el protocolo, pero procura respetarlo. En su visita a Brasil
rompió el protocolo de seguridad,
que le habían preparado. Era un automóvil con una gran caja de cristal, que le pareció un muro ante el pueblo que
iba a saludar. No podía hacerlo, viendo "yendo de una lata de
sardinas", dijo. Sabe que le puede pasar algo, eso sí, pero está en manos
de Dios y, además, a su edad, sonrió, tampoco tiene mucho que perder.
Ante
el problema de la desigualdad entre
ricos y pobres, su respuesta es contundente: el sistema económico mundial no aguanta más. Con la comida que
sobra podrían alimentarse todos los desnutridos, pero no se hace, porque
tenemos un Dios, el dinero. Se trata de que nos encontramos sometidos a la
idolatría del dinero, en lugar de ponerlo todo al servicio de los hombres las
mujeres. Y ya se sabe la afirmación evangélica, de que no se puede servir a
Dios y a las riquezas, a la vez (Mateo 6,24 y Lucas 16,13): si se sirve a uno
de estos señores, se menosprecia al otro. Esta es la razón por la que un rico
no podrá entrar en el reino de los cielos. Parece que se nos ha olvidado ya la
advertencia evangélica. Y nadie mejor que el Papa para recordarlo.
Todavía
hay más, y esto resulta paradójico. Resulta que el sistema descarta a los jóvenes y a los ancianos. Hay países en
los que el 50% de los jóvenes están sin poder trabajar y sin producir la
riqueza económica necesaria, ni desarrollarse como personas. Los jóvenes
constituyen las bases del futuro de los pueblos. Sin ellos no hay tal futuro.
Pero
también sobran los ancianos, porque ya no producen. Pertenecen a las clases
pasivas. Sin embargo, son los que saben y tienen que pasar esta sabiduría los
jóvenes para que puedan recordar su historia y vivir así su propia identidad.
Sólo
quedan las guerras para sanear el mundo y las armas, que se venden en
cantidades ingentes, produciendo un dinero a espuertas. Con las armas se matan
los seres humanos entre sí: hoy nos tocará a nosotros, pero mañana llegará el
tiempo para vosotros. Así no se puede vivir, pero el pensamiento único globalizado
pretende convencernos de lo contrario y acabar con la riqueza de la diversidad,
poniendo públicamente al dinero en el centro.
El antisemitismo, que niega, todavía hoy, el
holocausto, es una locura.
Corresponde, más bien, a corrientes políticas de derechas, según el Papa. En la
Segunda Guerra Mundial las grandes potencias tienen una gran responsabilidad,
porque conocieron perfectamente las redes ferroviarias por las que los nazis
condujeron a los judíos a los campos de exterminio y no las bombardearon. Habría
que hacer una reflexión histórica profunda sobre semejantes acontecimientos.
No
se olvida tampoco el Papa de hacer un importante elogio a la política,
"una de las formas más elevadas del amor" por conducir al bien común.
No comprometerse con la política es el egoísmo y emplearla para los intereses
propios es corrupción. Hay que rehabilitar, una vez más, la política.
Bergoglio
es un hombre que piensa. Al que
piensa no le importa compartir el contenido de sus pensamientos, porque pensar
es, también, aprender. Los seres humanos tienen la capacidad de pensar por ser
vivientes racionales. Esta es nuestra esencia, que se debe ejercitar, todavía
más, en el tiempo problemático que es nuestro tiempo. El sistema económico que
nos envuelve es algo que tiene que darnos que pensar, porque está en juego la
propia vida humana. Saludemos desde aquí a los hombres que piensan.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: zoomneus.es; contractox.net, sedipalfmorelia.com, nutrineira.com, es.fotolia.com, taringa.net, saladeredacción.com