jueves, 19 de junio de 2014

El Papa que piensa



La entrevista al Papa Francisco, que ofreció Cuatro TV, el domingo 15 junio, a las 22 55 horas, merece la pena ser tenida en cuenta, porque no dejará a nadie indiferente. Se notó una sinceridad a flor de piel. Lo dice todo, muy respetuosamente, eso sí, pero no se calla nada.

Pues bien, la citada entrevista concluyó con estas palabras ante la pregunta del periodista Cymerman de cómo le gustaría que le recordará la historia: "Era un buen tipo, hizo lo que pudo, no fue tan malo". Y es verdad que el Papa actual es un buen tipo, con sentido del humor, que sabe reírse, es muy próximo y hasta echa mano de algún chistecito.


Empieza con un tema de máxima actualidad, la persecución y la violencia, que domina hoy el Oriente Medio. La violencia en nombre de Dios, especialmente, es una contradicción, que han practicado las tres religiones en una línea fundamentalista, la cual hace violencia por una idea religiosa, en nombre de Dios.

Otra cuestión es si se considera revolucionario. No se atemoriza por acudir a las raíces para ver lo que le piden hoy. Y desde esta identidad quiere hacer los cambios que sean necesarios.

Tiene problemas con el protocolo, pero procura respetarlo. En su visita a Brasil rompió el protocolo de seguridad, que le habían preparado. Era un automóvil con una gran caja de cristal, que le pareció un muro ante el pueblo que iba a saludar. No podía hacerlo, viendo "yendo de una lata de sardinas", dijo. Sabe que le puede pasar algo, eso sí, pero está en manos de Dios y, además, a su edad, sonrió, tampoco tiene mucho que perder.

Ante el problema de la desigualdad entre ricos y pobres, su respuesta es contundente: el sistema económico mundial no aguanta más. Con la comida que sobra podrían alimentarse todos los desnutridos, pero no se hace, porque tenemos un Dios, el dinero. Se trata de que nos encontramos sometidos a la idolatría del dinero, en lugar de ponerlo todo al servicio de los hombres las mujeres. Y ya se sabe la afirmación evangélica, de que no se puede servir a Dios y a las riquezas, a la vez (Mateo 6,24 y Lucas 16,13): si se sirve a uno de estos señores, se menosprecia al otro. Esta es la razón por la que un rico no podrá entrar en el reino de los cielos. Parece que se nos ha olvidado ya la advertencia evangélica. Y nadie mejor que el Papa para recordarlo.

Todavía hay más, y esto resulta paradójico. Resulta que el sistema descarta a los jóvenes y a los ancianos. Hay países en los que el 50% de los jóvenes están sin poder trabajar y sin producir la riqueza económica necesaria, ni desarrollarse como personas. Los jóvenes constituyen las bases del futuro de los pueblos. Sin ellos no hay tal futuro.
Pero también sobran los ancianos, porque ya no producen. Pertenecen a las clases pasivas. Sin embargo, son los que saben y tienen que pasar esta sabiduría los jóvenes para que puedan recordar su historia y vivir así su propia identidad.


Sólo quedan las guerras para sanear el mundo y las armas, que se venden en cantidades ingentes, produciendo un dinero a espuertas. Con las armas se matan los seres humanos entre sí: hoy nos tocará a nosotros, pero mañana llegará el tiempo para vosotros. Así no se puede vivir, pero el pensamiento único globalizado pretende convencernos de lo contrario y acabar con la riqueza de la diversidad, poniendo públicamente al dinero en el centro.

El antisemitismo, que niega, todavía hoy, el holocausto, es una locura. Corresponde, más bien, a corrientes políticas de derechas, según el Papa. En la Segunda Guerra Mundial las grandes potencias tienen una gran responsabilidad, porque conocieron perfectamente las redes ferroviarias por las que los nazis condujeron a los judíos a los campos de exterminio y no las bombardearon. Habría que hacer una reflexión histórica profunda sobre semejantes acontecimientos.

No se olvida tampoco el Papa de hacer un importante elogio a la política, "una de las formas más elevadas del amor" por conducir al bien común. No comprometerse con la política es el egoísmo y emplearla para los intereses propios es corrupción. Hay que rehabilitar, una vez más, la política. 

Bergoglio es un hombre que piensa. Al que piensa no le importa compartir el contenido de sus pensamientos, porque pensar es, también, aprender. Los seres humanos tienen la capacidad de pensar por ser vivientes racionales. Esta es nuestra esencia, que se debe ejercitar, todavía más, en el tiempo problemático que es nuestro tiempo. El sistema económico que nos envuelve es algo que tiene que darnos que pensar, porque está en juego la propia vida humana. Saludemos desde aquí a los hombres que piensan.

Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: zoomneus.es; contractox.net, sedipalfmorelia.com, nutrineira.com, es.fotolia.com, taringa.net, saladeredacción.com 

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