La importante empresa Repsol ha vencido las trabas para comenzar, definitivamente, una nueva aventura empresarial en aguas Canarias. Se buscan los mejores beneficios empresariales, lo que tiene su lógica en una inversión de capital. Con toda la precaución del mundo conviene preguntar cui prodest, a quien podrá favorecer, principalmente, todo este tramado de emprendimiento.
Ya sé que creará
empleos con unos miles de puestos de trabajo, hablan de 5000, que no son
tantos, y que se podría proveer al 10% del consumo nacional de este producto.
Tampoco hay que olvidar lo que puede traer consigo esta fiebre del crudo y
recordar las desastrosas consecuencias de la fiebre del oro en las películas
del Oeste. De modo que tendrá que imponerse la prudencia.
La decisión de autorizar las prospecciones a la empresa Repsol la
toma el Gobierno de España, en virtud de que estas competencias corresponden al
Estado y no a la
Comunidad Autónoma correspondiente, según sentencia del
Tribunal Constitucional, el 5 febrero 2013. Siendo esto cierto, también resulta obsceno, en mi opinión, el mal estilo del
Gobierno de la Nación.
¿Es que no se puede llegar a algún acuerdo en democracia?
El acuerdo no ha sido posible. Ni el ministro del ramo, José Manuel Soria, que, además, es canario, ni el presidente Rajoy han atendido al presidente de Canarias, Paulino Rivero, en este asunto crucial. Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, anunció el 3 febrero de 2012 en Tenerife que se pondrían en marcha las prospecciones petrolíferas. Poco más de un mes después, el Gobierno de Canarias habla de una cacicada, que trata a las islas como a “una colonia perdida en el Atlántico”. Acto seguido, emprender las acciones legales correspondientes.
A principios de 2014 se encuentran Rajoy y Rivero en La Moncloa. El segundo
recibe el anuncio del primero de que en unos ocho meses comenzarán las
prospecciones. El desencuentro es total, no hay vuelta atrás. En
este clima los lazos quedan definitivamente rotos y las lanzas en pie.
¿Son acaso, tan graves las perforaciones? Lo son. Podrían
contribuir a incrementar el cambio climático ya en marcha. Canarias tiene en el
turismo su medio de vida, pero ahora podría estar en peligro. El fondo marino
quedaría semidestruido y desaparecerían la mayoría de las especies. Ante algún
posible derrame del líquido, fauna y flora desaparecerían. Si hubiera que
profundizar a tres mil quinientos metros Podría pasar cualquier cosa, ya que no
hay experiencias técnicas a esta profundidad. Está en peligro la biodiversidad.
En cambio, ¿qué pueden aportar?
Si se tiene éxito, crearían puestos de trabajo, paliarían el gasto del Estado
en energía y consumo, dependeríamos menos de la importación.
Póngase en dos
balanzas paralelas pros y contras y decídase al respecto a la vista las
consecuencias. Lo que debemos saber Es si el proceso es bueno o nefasto. Ante
esto, algunas de las argumentaciones empleadas, incluso por prestigiosos econmistas, forman parte del despropósito.
Es muy populista y demagógico adelantar que si no nos aprovechamos nosotros lo
hará Marruecos, a quien tendríamos que comprar el petróleo después. Es un
argumento estúpido, aunque lo defienda algún conocido economista. Sería como
decir: X. quiere destruir su medio para obtener beneficios, luego hagámoslo
antes que X. y así los obtendremos nosotros.
Hay más. Todo el mundo
sabe que nuestras disputas con Marruecos son interminables. Resulta que la
línea divisoria de las aguas marítimas y zonas de posible explotación no se
encuentra establecida oficialmente, aunque en Madrid y Rabat la respeten
oficiosamente. Visto lo visto en múltiples ocasiones, no sería extraño que
comenzaran de nuevo los conflictos por la titularidad de las aguas en las que
llegue a encontrarse petróleo. ¿Cómo se resolvería entonces el caso? No
deberíamos estar tan seguros de la caballerosidad de la otra potencia, los
dólares lo arrastran todo, turbiamente. Cuidado con hacerse demasiadas
ilusiones.
Ya se sabe que muchos ciudadanos dicen que son cosas de
ecologistas, a los que menosprecian. Pero son precisamente los hoteleros
canarios quienes están en pie de guerra. Incluso la gran mayoría de las
instituciones canarias se oponen a las perforaciones. Algunas no, porque están
a favor, igual que también son favorables muchos ciudadanos, aunque no sepamos
cuántos. Entonces, ¿por qué no se les consulta para salir de dudas? Parece que
hay pánico a pedir su opinión a los
ciudadanos, da miedo su participación, no sé bien porque.
Hágase una consulta en la fórmula que sea y respétese su parecer, esto es
actuar democráticamente. El ecosistema se
encontrará en un peligro real y el éxito probable del proyecto apenas llega a
un 20%, según los expertos.
Más información y más
diálogo son imprescindibles y, cuando hay dudas razonables, no queda otro
remedio que consultar a la ciudadanía. Aquí no tenemos teocracias, ni
dictaduras militares, aunque determinados funcionamientos lo pongan en duda. Y
dale con que es legal, según la vicepresidenta Santamaría. Si tan seguros
están, no entiendo por qué no quieren preguntar.
Mientras tanto, el turismo se resentirá, la pesca se degradará, en
el mejor de los casos, y los recursos hídricos pueden ser destruidos. ¿A quién
le gusta contemplar instalaciones petroquímicas o vertidos en sus relajados
días de vacaciones? ¿Dónde están las válvulas de seguridad que eviten la
posibilidad de tales riesgos posibles? No sería pedir tanto que nos lo dijeran
con absoluta precisión. Cualquier cosa, antes que ir contra
la voluntad del pueblo, sin que éste manifieste con claridad su
parecer.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: Confidencial
digital.com, www.datuopinion.com, Vangothtm_anger, Manilaprovincia.es, Green peeace.org
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