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viernes, 15 de julio de 2016

Paranoia extrema

E
n esta última semana de caluroso verano venimos asistiendo a espectáculos nada edificantes. Los españoles hemos sido siempre extremos: dioses o demonios, genios o personas deleznables. La pertenencia a Europa no nos hace más equilibrados y la moderación cultural, política y humana brilla cada vez más por su ausencia. Es penoso, porque, además, no nos avergüenza ser así, sino que, al contrario, pareciera que lo consideramos como timbre de gloria. Nadie está dispuesto a ceder nada en sus posiciones, ya que hacerlo se considera humillante. Cada vez chillamos más, como si tuviéramos necesidad de gritar para confirmar así nuestras opiniones personales. Por desgracia, cada día las televisiones y las radios nos dan sobrada muestra de tal proceder.

Y es que todos somos muy machos, aunque ‘macho’ menos, como dicen los mexicanos. Las mujeres también heredan el vocabulario más soez. Por ejemplo, hace poco hablaba en la piscina una mujer joven con un hombre, ya no tan joven, acerca de una amiga de ambos. Ella le decía a él: "tú la conoces y sabes cómo es; siempre hace lo que le sale de la polla". Pues eso.
[Cogida mortal de V. Barrio. www.diariodearagon]

Ahora mismo ha vuelto a reverdecer la polémica entre taurinos y no taurinos, con motivo de la muerte por una cornada en tórax derecho del torero Víctor Barrio, de 29 años, en la plaza de toros de Teruel. Resultó fulminante, según un parte médico: "perforación del pulmón derecho y rotura de la aorta torácica". Una fatalidad horrible mató a quien buscaba la oportunidad de triunfar en la plaza del torico. La vida le jugó una mala pasada en esta suerte espantosa. La arena se regó con su sangre. La tauromaquia es así y, a veces, responde con malos trances

De inmediato se ponen en marcha actuaciones paranoicas donde las haya. El rapero Pablo Hasel se despachaba así: "Si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio más de uno íbamos a verlas". Venga, radicalismos y provocaciones que no falten, no en vano somos grandes raperos. Un tuit se expresa de esta manera: "Estoy igual de feliz que si me hubiera tocado lotería, lo juro". Otro todavía más cortante dice solamente: "Que se joda". Y Lara García Constanzo es más explícita, dirigiéndose a la viuda: "La vida fue muy justa: Tu marido recibió lo que merecía. Debería ocurrirle a todos los cobardes, hijos de puta como él".

El actual ministro de Educación, Cultura y Deporte, Méndez de Vigo, echa mano de los sentimientos. Dice que son personas que "no tienen corazón" y que la mejor forma de actuar contra ellos es "el rechazo social", porque aprovechan las redes sociales para incitar al odio. De "sociopatas" los califica Savater. Ahora bien, la polémica está servida, ya que, por el lado contrario, no puede decirse que otros les vayan a la zaga de la manera más consciente y empleando los medios de comunicación social, precisamente. Desde OK Diario (12/07/2016), Álvaro Ojeda pide "que la Justicia, cruja a esos sinvergüenzas", es decir, que les quiebre, que les restallen los chasquidos. El conocido y oído periodista de
[Edificio de Cope en Madrid]
Cope, Carlos Herrera, puede que sea el más expresivo en su descripción sentencial. Desde la cadena de la Conferencia Episcopal dijo a García Constanza: "Lara eres una hija de puta". A los analistas les ha llamado chusma, basura, escombro, miserables, ratas de alcantarilla, gentuza y cosas de este estilo tan zafio como poco episcopal. Vaya ejemplo, que sólo emula, quizás, a los contrarios con la utilización de idéntico lenguaje. En efecto, el más viral de todos ellos, Vicent Belenguer Santos, también se refiere a "los hijos de puta que lo engendraron" (al torero muerto, claro) y llama a este "cabrón". Y Herrera le contesta: "Vicent Belenguer Santos no sé si me estas escuchando, no tienes perfil de ser oyente de este programa, pero alguien te conocerá... Eres un hijo de puta".

A partir de aquí, todos se lanzan, y no al ruedo. En Es diario Elvira María Carballo Molina hace este comentario breve: "Me encantan los humanistas de este país. Que dan lecciones de moralidad llamando públicamente hija de puta a una persona y pidiendo su linchamiento". Lamenta que los comentarios estén llenos de odio y violencia. El disparate y la brutalidad se adueñan de las redes sociales. Todo estalla y acaba yéndose de las manos, poniéndose al nivel de los que rechazan acaban haciéndose igual que ellos. En otros tiempos se preguntaba Ortega y Gasset: "Dios mío, ¿qué es España?” Y la pregunta guarda toda su actualidad. Lo mejor que podemos hacer es clamar "basta ya", con El Juli, otro torero. Quizá sobran las palabras.
[Forges, El País 15/07/2016]
Todavía producen más escalofrío que algunos medios de comunicación parecen expresar su admiración por Herrera, cuando dicen que arremetió contra los que han celebrado la muerte de Víctor Barrio "sin pelos en la lengua", o sin medias tintas". Así que muy probablemente habrá aumentado el número de sus seguidores. Algunos le piden que no discuta con "gente que odia a los toreros y aman a un terrorista criminal como Otegui". Lo que faltaba, ya salió el sol por Antequera. Cuánta basura. En cambio, Racine, en Mérida, recuerda que Olimpia, la madre de Alejandro, le dice así con toda rotundidad: "Sólo el corazón transforma la venganza en justicia". Que estas palabras resuenen, no únicamente en el Festival de Teatro Clásico, contra tanto fanatismo que nos envuelve. ¿Dejaremos alguna vez en paz a los muertos que se quedan tan solos?

[El torero Barrio en brazos de sus compañeros, EFE]
Lo razonable sería que ante cualquier polémica que se plantee se pusieran de inmediato los medios para resolverla. Esto es lo lógico, pero entre nosotros no. ¿Qué se hace entonces? Ocultarla y procurar que no haga mucho ruido, a ver si así se deshace por sí misma, o echar la responsabilidad a los demás, porque han sido ellos quienes la han suscitado. Como mucho, en todo caso, se eleva a nivel judicial para que este órgano decida. Y cuando lo hace, se mitiga el asunto por miedo, sin clausurarlo, siguiendo abierto y dispuesto a saltar a la mínima ocasión. Todo menos reconocer la situación y poner manos a la obra para su adecuado encauzamiento. Gran engaño, que nos pasa factura al mínimo resquicio. Parece como si carecíamos de la posibilidad de afrontar con efectividad lo que va sucediendo cotidianamente. Tal falta de responsabilidad puede terminar en tragedia.

Julián Arroyo Pomeda