sábado, 27 de septiembre de 2014

Cerrilismo ideológico sin salida



Difícilmente puede sorprendernos ya algo de lo que piense el obispo de Alcalá de Henares, Reig Pla. Cual cruzado del siglo XXI, ataca ahora de nuevo y a buen seguro que morirá con las botas puestas bien relucientes.

El pasado 25 hemos podido leer su nuevo texto, "Llamar a las cosas por su nombre. Un verdadero reto para los católicos". Su tema, la retirada de la reforma de la ley del aborto por el Gobierno del Partido Popular. Tanto el fondo como la forma no tienen desperdicio y son, en mi opinión, constitutivamente un error. Veámoslo con detalle.

El diagnóstico

El punto de partida básico es la concepción de la interrupción del embarazo como "la muerte de un inocente", que se denomina de diversas maneras, todas absolutamente tétricas: "holocausto silencioso", aplastamiento del más débil, horror, crimen abominable, decapitación, troceamiento, "muerte directa y deliberada". Esto es llamar a las cosas por su nombre. El caso es que esto se hace con un tejido (hijo, lo llama el prelado) que está "por nacer". Si no ha nacido, si no es todavía, ¿cómo se pueden sacar semejantes consecuencias?

Hay que denunciar este crimen y, al mismo tiempo, ser misericordioso con las mujeres que lo cometen. No me parece creíble que haya que tener misericordia con un sujeto criminal, seguramente por ello se exige a la autoridad civil que lo impida.

Aquí hay un extraño salto desde el ámbito religioso al civil. Entiendo que su confesión religiosa exija al mundo católico y a quienes pertenezcan a ella que no haga esto, pero ¿por qué exigirlo igualmente al civil? Esta es la cuestión, la incapacidad de separar el universo religioso del universo civil, o, más sencillamente, la no aceptación de la separación entre Iglesia y Estado. Algunos se siguen moviendo en el Imperio Cristiano de Occidente. Desconocen la Ilustración, la modernidad y la autonomía de la razón, o, simplemente, no han acabado de aceptarlas, por lo que viven aún como medievales. Primero hay que ingerir el alimento para poder hacer después su digestión. En el mejor de los casos, hay, todavía, dos poderes, permaneciendo el Estado a disposición del poder espiritual, ya que el Emperador es investido por el Papa. Ahora bien, el brazo civil es importante en la sociedad, que se organiza de acuerdo con este referente, aunque un gobernante podrá engañar a los ciudadanos, pero nunca a Dios, como proclamaba una de las pancartas de protesta recientemente. "Los partidos políticos mayoritarios se han constituido en verdaderas <<estructuras de pecado>>", según monseñor Reig Pla.
Con la acción criminal del aborto estamos "ante una verdadera crisis de civilización". Para atajar semejante situación en la Iglesia católica podría establecer, incluso, la excomunión de los responsables.

La solución

El obispo Reig Pla no se conforma con su tremendista denuncia, sino que, a la vez, propone una serie de orientaciones civiles y religiosas.

1) Al Presidente del Gobierno -el responsable definitivo- le exige: a) lealtad a su electorado, cumpliendo lo que prometió en el programa electoral; b) sensatez, pues matar a un inocente es un acto de insensatez y de locura; c) decir la verdad, puesto que con la mayoría absoluta puede hacer lo que considere necesario, aunque no haya consenso. Así ha actuado en otras muchas reformas "infinitamente menos importantes".

2) Al Partido Popular le pide que se desinfecte del lobby LEGBTQ.

3) Al Jefe de la Oposición, rigor intelectual y sensibilidad.

4) Al "tren de la libertad", que deje de ser el tren de la muerte y del holocausto.

5) Crear un Partido que defienda "sin fisuras el derecho a la vida".


6) Otra serie de acciones, como evangelización, educación sexual, abolición de las leyes que permiten el aborto, respuestas civiles e iniciativas políticas, conversión, en una palabra de las estructuras de pecado.

Algunas reflexiones

¿Por qué no pensar en las situaciones reales que puede llevar a una persona a abortar, en lugar de permanecer siempre en el mismo carril? No todas las situaciones son las mismas, desde luego, habrá que matizar. Ahora bien, hay casos sangrantes, a los que parece que no se da ninguna importancia.

Uno de los casos más duros es el de la violación. ¿Por qué obligar a una mujer a soportar toda su vida el fruto de una agresión sexual, cuando ha sido víctima de su verdugo? Entiendo que deberían establecerse políticas de todas clases, especialmente educativas, culturales y sociales, que impidieran tales abusos. Bienvenida sea cualquier institución que se implique en esto, la Iglesia también, los obispos y los confesores. Ninguna clase de pederastia puede tolerarse y, desgraciadamente, hay creencias religiosas que de esto saben mucho.

El caso de malformaciones irreversibles, que convertirán la vida de una persona en un sufrimiento permanente para él ella y todos cuantos lo rodean. La detección sanitaria temprana debería contar con todos los apoyos tecnológicos que pudieran evitarla. No vale escatimar aquí ningún esfuerzo de políticas sanitarias.

El caso de la necesidad económica extrema, que no se resolverá razonablemente en un espacio temporal próximo, por lo que no podría ofrecer al nasciturus condiciones de vida digna para poder crecer y desarrollarse adecuadamente. Una educación sexual no mojigata, sana y libre, podría contribuir a que no sucediera lo que luego no vaya a tener remedio, así como el reconocimiento del derecho a un empleo libre y los medios para con seguirlo, que es la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos.

El caso del peligro cierto y objetivo de la vida de la madre. ¿Cómo decidir entre un embrión y la persona que lo lleva en su seno y lo alimenta? ¿Salvamos a uno a costa de la muerte de la otra, que tiene conciencia? Que nadie me habla de del cien por cien de seguridad, que no existe, pero si hay niveles fiables. Tiene que prevalecer el derecho a la integridad de la madre en caso de conflicto. Igualmente hay que tener en cuenta la salud mental de las mujeres, además de la física.

El respeto al derecho a decidir de las personas sobre su propio cuerpo exige igualdad de trato con las mismas. Ninguna institución debe presionar a las mujeres en un caso tan difícil, doloroso y traumático, como es el aborto. Al contrario, la sociedad tiene que proteger estas situaciones que nadie quiere, por no ser ningún plato de gusto.

Hace falta mucho sosiego y claridad sobre el tema, sin actuaciones viscerales, ni ideológicas. Claridad para saber que el aborto es la interrupción del embarazo con la exclusión del no nacido, todavía inviable. En esto hay que ser lúcidos y civilizados, ante todo, para no imponer ningún tipo de penalización legal, desdramatizando los hechos. Vivir en sociedad obliga a observar una línea de conducta con los demás, según Stuart Mill, sin perjudicar sus derechos.

En cuanto a la expresión literaria, las formas son de lo más impropio de un prelado católico. A pesar de la forzada cortesía -"con todo respeto a su persona", "sin juzgar a las personas", "voz sosegada", etc., monseñor parece Júpiter tonante, lanzando rayos, relámpagos y truenos desde la tribuna del púlpito: el Estado de derecho se convierte en una dictadura, feminismo radical, denunciar crímenes abominables, amenazar con la excomunión. Parece demasiado irritado monseñor ante el aborto, cuando hay tantos temas por los que clamar proféticamente, en lugar de permanecer todos estos años en silencio.

Como escribió el padre Isla, ante la pregunta de si no ha existido fray Gerundio en el mundo: "predicadores Gerundios, con fray y sin él, con don y sin don, con capilla y con bonete, en fin, vestidos de largo de todos colores y de todas figuras, los ha habido, los hay y los habrá, como así, si Dios no lo remedia" (Prólogo, 2).
Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones:www.información.es;www.abc.es; www.sodepaz.org; www.eljueves.es;es.toupool.com;www.elmonomudo.com; www.carrodecombate.com;


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