jueves, 24 de octubre de 2019

Sangre y fuego: actos ultraderechistas



E
l pasado 3 de septiembre se celebró la sesión de control de la Comunidad de Madrid. Aquí se enfrentaron la Presidenta y la portavoz de Vox. Monasterio espetó a Ayuso su silencio ante la Memoria Histórica que exhumará a Franco del Valle de los Caídos, haciéndose así cómplice de Sánchez. Ayuso nunca quiere ser menos que Vox y saltó como un resorte, preguntando qué será lo próximo: la Cruz del Valle, la quema de las parroquias del barrio, que arderán como en el 36. Confesó que le espanta la Ley de Memoria Histórica, pero que la Comunidad no puede hacer nada contra la exhumación. Monasterio contestó que, al menos, podrían presentar un recurso por invasión de competencias. Concluyó irónicamente que la cuestión es si lo quieren hacer. Ayuso es incapaz de concebir que las heridas sigan abiertas y sangrantes. Solo podrán cerrarse colocando a cada uno en el lugar que le corresponde en vez de exaltar al mayor responsable. Las fosas comunes de miles de fusilados constituyen una venganza que alguna vez habrá que sacar a la luz por simple justicia para que no siga triunfando el mal sobre el bien.
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Al quite salió el vicepresidente Aguado, asegurando que hay que respetar la ley, pero que harán lo posible para que no vuelvan a arder las iglesias en 2019. Qué torpe la respuesta de Aguado, aunque a él le parecerá brillante, claro, pero no lo es en absoluto. La democracia no quemará a nadie, puede estar seguro, solo aplica la fuerza de las leyes a quienes cometen infracciones. El Poder Judicial del Supremo ha hablado y ningún grupo político de ninguna Autonomía puede alegar invasión de competencias, a no ser que quiera caer en el ridículo. Aguado es un liberal, que se presenta siempre como respetuoso con las leyes, pero tan chulo como la Presidenta para impedir que ardan las iglesias. Dios los cría... Y los dos son tan fatuos la una como el otro.

Muchos admiramos a Pérez-Reverte como novelista, pero su trabajo La guerra civil contada a los jóvenes es demasiado condescendiente y, en el fondo, falsea la realidad con sus silencios. Dice que fue un enfrentamiento entre hermanos con lo que da entender que no hay verdugos. ¿Qué neutralidad es esta? Hay que decir con claridad a la gente joven que no fueron todos iguales, ni que la guerra fue inevitable. Unos lanzaron el golpe, mientras otros defendieron la legitimidad vigente, no se puede lanzar la idea de que existió un caldo de cultivo favorable. Indigna leer que enfrentó “al amigo con el amigo, vecino con el vecino, al hermano contra el hermano”. Hay que ser mucho más rigurosos.
Al día siguiente ambos declararon que su intervención fue retórica y figurada, aludiendo a que esto lo había dicho ya Rita Maestre, portavoz con Carmena del Ayuntamiento. Salieron muchas críticas, porque lo habían interpretado mal y hasta sacado de contexto. Creo que se trata de una excusa pobre y que no cuela semejante debilidad. Lo sueltan por si se han olvidado los hechos. Tampoco los negaré yo con tal de que se reconozca que la cuestión de fondo es que la izquierda ganó las elecciones y por no reconocer la legitimidad electoral se dio un golpe militar, que concluyó en la guerra civil, el espanto del siglo XX en España.

Por si se necesitan aclaraciones llega Ortega Smith, secretario general de Vox, y suelta en TVE a Xabier Fortes la más burda mentira, que se debe haber sacado de la manga: las denominadas Trece Rosas torturaron, violaron y asesinaron; en las checas se cometieron crímenes brutales. Qué bárbaro monstruito es Smith, siempre mentiroso y provocador.

La oposición calificó a Díaz Ayuso de irresponsable y frívola. La portavoz Serra recordó que estamos en 2019, no en 1936, cuando hubo un golpe de Estado, que acabó en dictadura y en el asesinato de miles de españoles. Se ve a PP y Vox cada vez más próximos, pero quien marca la pauta es Vox, que continúa presionando. Casado se muestra algo molesto, aunque aclara todo con Ayuso. Rivera y su partido callan.

Con el ambiente caldeado el grupo “España 2000” trató de boicotear la película de Amenábar diciendo que en el film la historia está sesgada, manipulada y con errores históricos. En la membrana del huevo de serpiente se percibe un ser que puede convertir en monstruo: la ultraderecha avanza.
Recuerdo con escalofríos la película de Bergman, El huevo de la serpiente (1977). La sociedad está desanimada, con escasas energías y cierta dosis de agotamiento, deprimida, angustiada y envenenada por el odio. De aquí no puede hacer nada bueno, solo una monumental pesadilla, que, en su caso, fue Hitler y el nazismo alemán, que acabó derrotado al final, pero no hay que relajarse demasiado, porque, como escribió Bertolt Brecht, “la perra de la que nació está en celo otra vez”. Así viene sucediendo en Europa y también en España, cuyo suelo se encuentra infectado de corrupción. El horizonte mundial parece apocalíptico: los dirigentes más poderosos se vengan de los países que no se pliegan a sus dictados.

Julián Arroyo Pomeda

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