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domingo, 25 de marzo de 2018

Valle de los Caídos y Montserrat




E
n una novela inédita propia el espectro de Franco se aparece al protagonista para evocar el monumento del Valle y explicarle su significado, que es: la reconciliación de los dos bandos, que simboliza su gran Cruz. De su custodia se encargan los monjes benedictinos. Pide que permanezca siempre entre nosotros. Tan bonito como falso.

[El prior Santiago Cantera; wwwperiodistadigital.com]
Recientemente, el prior Santiago Cantera fue llamado a la Comisión de Justicia del Senado para que permitiera la exhumación de los hermanos republicanos Lapeña, establecida por sentencia judicial. De entrada, se negó a acudir hasta que Ricardo Vázquez, presidente de la Conferencia Episcopal, le pidió públicamente que aceptara. Sorprende que un religioso se salte una decisión que se le reclama desde una máxima institución política. El estatus legal de la institución del Valle debe estar tan imbricado que la soberanía nacional tiene todavía sus excepciones. Siendo patrimonio del Estado, éste no se atreve con los monjes que lo guardan, aunque sí lo sostiene y subvenciona económicamente.

[Montserrat; www.vidanueva.es]

Otro monumento, también benedictino, la abadía de Montserrat presenta una cara distinta. La abadía fue un referente de la lucha contra el franquismo y el prestigio intelectual de sus moradores les ha permitido mediar para evitar enfrentamientos con la Iglesia, a propósito del Valle. Este monasterio milenario consiguió que la Virgen de Montserrat fuera la patrona de Catalunya. He aquí dos emblemas: la discreta imagen de Montserrat frente a la imponente Cruz del Valle. Una funciona bien, mientras que la otra es objeto de conflictos y polémicas.
[www.caosenlared.net]
El primer problema del Valle de los Caídos. empieza con el cambio de nombre, que primitivamente fue valle de Cuelgamuros. Allí están enterrados Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Está dedicado a los caídos de la guerra civil, pero Franco no es ningún caído. El gobierno de entonces lo decidió y el rey Juan Carlos ratificó la decisión, pidiendo al abad que lo aceptara. Es más, Franco parece que quería ser enterrado en el panteón familiar del cementerio de El Pardo.

Son muchos los que se aprovecharon del Valle, pero quien más negocios hicieron fueron los contratistas Huarte y Banús, que liquidaron con sueldos de miseria a los presos que trabajaron allí, presumiendo encima de que les pagaron sus trabajos a los condenados, que acudieron libremente.

Algo habría que hacer con el Valle, aunque las inercias son demasiado fuertes y las resistencias podrían acabar en guerra intestina. Se ha propuesto convertirlo en algo similar a los campos de exterminio alemanes, un centro cultural de interpretación. Claro que para esto habría que reconocer los hechos y señalar a los responsables de los mismos, reinterpretando de nuevo la guerra civil y pidiendo a los monjes que se fueran también ellos del lugar que llevan ocupando desde 1955 en un rasgo de impresionante generosidad, pero ¿quién pondrá aquí el cascabel al gato?

Lo que no puede asumirse es que en el siglo XXI el Derecho canónico esté por encima de la política de un país. No se trata de que sean dos esferas de poder, como ocurría en la Edad Media, porque sólo hay una soberanía y no tiene sentido que la Iglesia se reivindique por encima del Estado. Cualquier creencia por universal que sea está siempre sometida a las leyes y a la Constitución. Otra cosa constituye una anomalía aberrante que el Estado tendría que resolver con la legislación en una mano y la expulsión de la institución de los rebeldes en la otra. ¿O es que merecen un trato diferenciado por ser religiosos? Hay que denunciar tales situaciones y acabar con ellas ya.

Julián Arroyo Pomeda