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uentan los que todavía pueden hacerlo
que cuando les devolvían un paquete, que habían mandado a sus familiares presos,
ponían en el envoltorio 'salió'. Sabían que los habían fusilado. Eran bien
lacónicos los responsables de las cárceles. Pues bien -cosas del imprevisible y
cruel destino-, también ahora podría decirse, aplicado a Franco, lo mismo: salió,
por fin, del Valle de los Caídos cuatro lustros después. Todo llega, aunque
esta vez haya sido demasiado el tiempo de espera.
Las
reacciones no se han hecho esperar.
Los más radicales de derechas lo consideran una profanación o una venganza.
Además, lo han sacado sin los honores militares correspondientes a un Jefe del Estado. Los cumplidores de la Memoria
Histórica no pueden permitir tener en un mausoleo al dictador, rindiéndole
homenaje permanentemente. Los equidistantes dicen que no era necesario después
de tanto tiempo gastar ni un euro para exhumarle, porque está bien ahí y forma
parte de nuestra historia. Se ha hecho todo lo posible por mantenerlo donde él
quiso estar, presidiendo a los caídos en la Cruzada, los demás, los
republicanos, están ahí por accidente. Lo llaman reconciliación. El prior de la
Basílica ha cedido ante la Iglesia y el Vaticano. Yo no me ocupo de eso, ha
dicho Francisco. Puede que haya sido providencial que el papa actual ocupe la
cátedra de San Pedro.
En todo caso, semejante reconciliación ha resultado bien peculiar. En el decreto
fundacional puede leerse que se construyó "para perpetuar la memoria de
los caídos en nuestra Gloriosa Cruzada". Se trata de rogar "por los
que cayeron en el camino de Dios y de la patria". Y se repite que será un
marco "en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada" (BOE 2 de
abril de 1940). La reconciliación quiere simbolizarse en su cruz descomunal de
45.000 toneladas de hormigón y 8.000 de hierro. El subterráneo de la Basílica
contiene 33.000 cadáveres de ambos bandos, procedentes de fosas comunes. Se
emplearon como mano de obra presos políticos, a cambio de reducir la condena,
republicanos en contra de la voluntad de sus familias y otros trabajadores a
cuenta de un salario, que nunca cobraron.
Empezaron contratando a operarios de
las empresas constructoras que se habían distinguido por ayudar al régimen.
Pronto vieron que con este personal solo no acabaría nunca el monumento y
entonces cuando echaron mano de trabajadores presos en condiciones de
semiesclavitud. Una vez terminada la construcción, a Franco, que siempre la
siguió muy de cerca, le emociono cómo había quedado y solo indicó al arquitecto
Diego Méndez: "Bueno, Méndez, y en su día yo, aquí ¿eh?”. Fue más que
suficiente para que el gobierno de entonces, el Ayuntamiento de Madrid y el
mismísimo rey Juan Carlos decidieran dónde enterrar a Franco. Carmen Polo
quería El Pardo, pero el gobierno de
Arias Navarro decidió en tres días cuál sería el lugar idóneo.
El rey no se hizo de rogar y firmó la
orden para el prior de la Basílica el 22 de noviembre de 1975 con la solemnidad
de la fórmula "Yo, el rey". Parece que le corría prisa para ser
coronado, a pesar de que el heredero era su padre, que acabó renunciando a la
fuerza por España.
Los familiares no han sabido retirarse
a tiempo y enterrar con discreción y elegancia a quien se alzó contra la legitimidad vigente a costa de liquidar a cerca de
medio millón de españoles, estableciendo las dos Españas para la
posteridad. Todavía blasonan de títulos y grandes propiedades, que les han convertido
en millonarios. Por pundonor deberían ser humildes y pedir perdón, devolviendo
al pueblo lo que le robaron, pero nada les intimida, porque todavía se
consideran revestidos de tanto poder como falta de vergüenza, quizás porque un gran número de franquistas siguen vivos.
El abogado de los Franco garantizará
sus derechos, batallando por dignidad y honor. También lo llevará al Tribunal
Constitucional. ¿Y qué puede decir dicho tribunal al Supremo que ha juzgado la
causa? Parece peregrino que vayan al Constitucional los herederos de la
dictadura del abuelo. El Supremo ha desestimado sus argumentos, igual que los
del Prior y el juez Yusti.
Yusty Bastarreche aceptó una demanda
del informe de arquitectos para maniobrar en una obra menor que no requiere
licencia, al ser aprobada por el Gobierno. Mover la lápida tiene riesgos, que
puede provocar un accidente y daños a los operarios. ¿En qué país y en qué
mundo vive este hombre? Disponemos de tecnología suficiente para retirar una
lápida, por pesada que sea, y sacar el ataúd con los restos. ¿Qué dificultad
técnica puede haber para levantar la losa con una grúa, por ejemplo, y hacerla
rodar con alguna pericia y habilidad? Parecen pequeñas triquiñuelas para
incordiar y retrasar todo lo posible el trabajo proyectado.
La
democracia exigía exhumar a Franco con urgencia. Se ha hecho, por fin. Ahora se
pueden pronunciar los versos del himno: Solvet
saeclum in favilla... Descansemos todos, aunque quede tanto por hacer
todavía.
Julián Arroyo Pomeda